Un Nuevo Viaje: Psicoanálisis



Esperaba fuera de la consulta de la psicóloga que ayudaba a trabajadores del hotel a superar sus adversidades tanto personales como profesionales, temblorosa, con los ojos fijos en el suelo, jamás había acudido a un lugar similar, esto era una especie de terreno desconocido. No quise venir aquí pero mi jefe se empeñó en que lo hiciera, en que me tomara un par de semanas libres para reorganizar mis ideas, ese hombre era extrañamente cariñoso y atento, todavía no entendía el motivo pero, la cuestión es que lo era. Muchas veces, he llegado a pensar que habría algún interés oculto tras aquellos ojos oscuros y penetrantes pero no, nunca me pedía nada a cambio; otras veces, me molestaba que se compadeciera de mí, era una persona como cualquier otra, con sus traumas, circunstancias y personas de las que quería escapar, nada extraño en este mundo... ¿verdad?

Oí mi nombre pero no sabía muy bien cómo levantarme de la silla, todo mi cuerpo estaba en tensión. Tras varios intentos fallidos de incorporarme y dirigirme a la agradable consulta de la psicóloga, por fin lo hice y pude sentirme todavía más extraña en aquel lugar desconocido con una joven rubia, apuesta, delgada, algo maquillada y con un pequeño toque de compasión en sus ojos. Me sentía fuera de mí, no pensaba estar en el lugar idóneo, no pertenecía a esa parte de la sociedad, ni siquiera estaba a su misma altura, tenía incluso miedo de que supiera lo que estaba pensando... Espera, ¿los psicólogos podían hacer eso? No sabía qué hacer a parte de quedarme allí de pie entre la puerta y las sillas de visita que había enfrente de su escritorio. Ella dio el primer paso entre aquella incómoda interacción:

- Puede sentarse donde quiera - una amplia sonrisa se apresuró a abrazar su rostro, el cual, quedó iluminado. Escribió algunos datos simples que le facilité y empezó fuerte, algo que no esperaba - Cree que no está en su lugar, ¿verdad?

- ¿Soy tan transparente? - le pregunté con timidez con una sonrisa queda, tenía ambas manos agarradas como si fueran de otra persona, estaba de lo más incómoda -.

- En efecto - se levantó de la silla y se acercó a mí, cogió mi mano y me dijo - No se preocupe, no tiene nada que temer aquí, me gustaría poder trabajar los puntos que a usted le suponen una carga, como el accidente que tuvo en la cafetería hace una semana, ¿se acuerda de ello?

- Sí, me acuerdo - todo mi cuerpo se tensó. Todavía tenía ciertas sensaciones intensas que no sabía cómo explicar y al recordarle... perdía la noción de mí misma -.

- Al recordarlo, ¿cómo se siente?

- Tensa - la sequedad de mis palabras hizo que apretara un poco más su mano para darme mayor seguridad y confianza - No sabría cómo... explicarlo.

- Inténtelo, no es difícil. Solo recuérdelo y vaya narrándome los hechos y cómo se fue sintiendo, no voy a forzarla, en cuanto quiera parar... hágalo - me dirigió una sonrisa y una mirada paciente, tranquila, de absoluta confianza pero todavía me sentía inquieta y ante una situación incómoda - La escucho.

La narración fue algo más larga de lo que esperaba, aquel día pasaron más cosas de las habituales y no creía que nadie fuera capaz de entenderlo, me sentía como una loca explicando aquello pero había pasado de verdad y no podía negar la realidad, por ello, había decidido cruzar la puerta de su consulta, en primer lugar. Me sentí de lo más insignificante en la cafetería del hotel, no podía moverme, no podía hacer nada para zafarme de su control, me tenía atada, incapacitada para respirar con normalidad pero quizá, la que no quería respirar era yo.

La psicóloga Nederly asintió varias veces mientras relataba mi historia, parecía entender todos y cada uno de los puntos que enfatizaba. Hasta que terminé. Me costó muchísimo contar todo lo que ocurrió durante ese día, de hecho, me parecía de ficción o algo que no tenía nada que ver conmigo, algo totalmente ajeno a mí. Volvió a sentarse en su sitio, puso las manos sobre la mesa con soltura, me miró a los ojos y empezó con el tema que más me dolía:

- Ese hombre que dice que apareció ante usted, ¿significó algo en su vida? - le recordé y todo mi cuerpo empezó a temblar de forma exagerada, no podía respirar, no notaba mis manos, parecía que mi garganta fuera a cerrarse... Dios mío -.

Se levantó rápidamente de la silla y me dio un poco de agua, trató de que hiciera unos sencillos ejercicios de respiración profunda para guardar la calma y volver a tranquilizarme, además, me dio una pastilla que usaba con sus clientes en caso de tener circunstancias como aquella y, la verdad es que funcionaba, había dejado de temblar. La cuestión es que no podía levantar la cabeza, no quería mirarla a la cara, me sentía humillada, había montado otra escena y no soportaba eso, no podía crearle molestias a nadie, bueno, no podía...

- ¿Ve lo que hace? - no respondí, ni siquiera levanté la mirada. Aún así, siguió su explicación, la cual, me ayudó mucho más de lo que creía - Esa persona de la que no es capaz de hablar la anuló por completo, ahora mismo se siente avergonzada por haberse sentido de esta manera cuando usted no tiene la culpa de nada, es normal sentirse así. Está claro que la castigaba muy severamente en cuanto hacía cosas que a él no le gustaban y que debía obedecerle para autoprotegerse, puedo verlo en sus ojos, está temerosa de todo lo que la rodea y una mujer no puede vivir encerrada de esa manera con nadie, ni siquiera consigo misma - logré levantar la mirada poco a poco, hasta unir mis ojos con los de ella, a una distancia en la que me llegó cada palabra - Usted es fuerte, salió de esa dura situación, no se merece lo que le hizo, quizá es responsable de haber elegido estar a su lado pero no todo lo que ocurrió después, su mirada muestra sinceridad, confianza, ¡usted es increíble, joder! ¿Se ha mirado al espejo estas últimas semanas o prefiere no hacerlo?

- Prefiero no hacerlo - empecé a pensar que sí necesitaba aquellas sesiones, me había encerrado en mis pensamientos y mis temores y no había prestado atención a nada más - Él siempre... - mi corazón empezaba a acelerarse pero conseguí terminar la frase - Él siempre decía que nadie me querría, mi aspecto no era deseable y que él era mi única opción de tener a alguien a mi lado.

- A eso se le llama control y manipulación, pero esa no es usted. Nada de lo que le digan debería definir quién es, tiene que encontrar su propio camino, él ya no está para hacerla sentir mal - miró el expediente que tenía justo delante - Además, la mayoría de sus compañeros de trabajo dicen que es usted una de las personas más trabajadoras y admirables de este hotel, es responsable, tiene el don de escuchar a los demás, a los clientes les gusta que usted les lleve a la habitación donde van a quedarse... - le dediqué una sonrisa - Esa sí es usted, tiene una sonrisa preciosa, por cierto.

- Oiga, emm... - la miré con timidez pero conseguí abrirme un poco más a ella - Muchas gracias por esto. Pensé que no iba a necesitarlo pero, realmente lo necesitaba.

- Lo sé. Seguiremos trabajando en todo esto la semana que viene, ¿de acuerdo?

Salí de su consulta con una sonrisa de par en par, por fin alguien valoraba mis acciones. Había estado soportando cada día una secuencia de críticas negativas que dejé que me definieran como persona y me convertí en alguien que no quería ser, estuve a expensas de un hombre que no me quería y terminé siendo una marioneta. Sus palabras y sus golpes me hacían daño, eran como agujas que perforaban mi corazón, que aumentaban cada día que pasaba, fui tanto esclava sexual como pertenencia de un hombre que decía amarme cuando me pegaba. Había soportaba demasiado, por ello, había estado viéndole por todas partes, no me pasaba nada raro, tan solo tenía que hacerle frente para que dejara de estar presente.

Me fui directamente a la habitación, más tranquila, todavía sin saber si era por la pastilla que me había dado la psicóloga o por la sensación de paz al haber comentado algunos detalles importantes que necesitaba escuchar. En cuanto abrí la puerta, allí estaba mi marido, esperando en la habitación, en carne y hueso, lo cual, me aterró. Quise volver a abrir la puerta para pedir ayuda pero me agarró del cuello y me tiró a la cama, intentando ahogarme, insultándome, devorándome por dentro... ¿cómo narices me había encontrado?


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