Mil Lunas:



Llevaba mucho tiempo tratando de aliviar mis pequeñas frustraciones diarias, mis desilusiones pasajeras, los males que mi cuerpo sacaba de mi interior para mostrarme que seguía sin aceptarme a mí misma. Cada mañana, me sentaba delante del ordenador para escribir ese libro que llevaba tanto tiempo retrasado y tan solo era capaz de avanzar un par de frases, era de lo más decepcionante, no conseguía terminar nada de lo que empezaba.

Caminaba rápido por una calle sin fin, intentando que toda mi frustración fuera desapareciendo como el sudor sale por los poros de la piel. Mi familia ya creía que no tenía futuro en cuanto a mis pasiones se refería, así que, me era casi imposible acudir a ellos en busca de consuelo. No tenía amigos porque me había mudado de ciudad hacía muy poco y, aunque necesitara apoyo de alguien cercano, era imposible. Cada día me costaba más concentrarme, era mas tedioso el levantarme y los ánimos iban minándose poco a poco hasta el punto de esfumarse.

  - Deja de pensar estupideces - giré la cabeza para ver quién me estaba leyendo la mente sin ponerme en preaviso. Era un hombre mayor de unos sesenta años, canoso, delgado y con una mirada de lo más tierna, transmitía tanta paz que me era imposible enfadarme por tal intrusión a mi intimidad - Cuanto más pienses que no eres capaz, menos lo serás.
  
  - ¿Usted quién se ha creído que es para hablar de mis sentimientos...?

  - Pensamientos, querida. Estás frustrada, harta de no poder ganar dinero con aquello que te apasiona pero, mira si eres despistada que no te has dado cuenta de que estás atrayendo a tu vida más de lo mismo - observó el enfado dentro de mí a través de lo que transmitían mis ojos - Estás enfadada, eso tampoco es nuevo.

  - ¿Se está riendo usted de mí? - en cuanto lo dije, ese hombre impertinente desapareció y toda la gente que caminaba por la misma calle, me miraba perpleja, como si estuviera loca y quizá lo estaba - ¡¿Qué cojones estáis mirando!? 

Seguí mi camino hasta casa, me pesaban los pies y, qué coño, la vida también. Cerré la puerta de mi piso, pensando en si robar un banco para pagar el alquiler del mes sería una buena idea o dejar que el casero me apaleara hasta quedarme tiesa en el suelo, eran dos opciones tentadoras, ¿verdad? En cuanto me giré, ahí estaba, el mismo hombre que me había dejado en ridículo en plena calle con su asombrosa desaparición. Estaba apoyado en mi escritorio, como si fuera suyo...

  - ¿Qué hace usted en mi casa? ¿Cómo ha entrado? - seguía sonriendo, menudo gilipollas integral - Como no se vaya, llamaré a la policía de inmediato...
  
  - Es curioso lo simples que sois los humanos, en cuanto no conseguís lo que queréis, os da una pataleta de niño pequeño y os ponéis a amenazar a diestro y siniestro - su voz era pausada, tranquila, serena, no veía ni un ápice de miedo en sus ojos - Has tardado.
  
  - ¿Que he tardado? ¡¿Pero usted quién se ha creído que es?! - estaba tan rabiosa que me había posicionado justo delante de él, casi tocando la punta de su nariz - ¿Acaso le conozco?
  
  - Quizá. Desde pequeña te han enseñado a agachar la cabeza para no decepcionar a tus padres, te adoctrinaron a su gusto y terminaste siendo quién ellos querían que fueras. Estallaste, te fuiste de casa para vivir tu sueño: ser escritora, pensando que se hace de un día para otro y dejando que la negatividad te atrape - no pude responder a eso pero, ¿cómo lo sabía? - Y ahí estás, perdida, confundida... sin saber por qué calle caminar.

  - ¿Quién narices es usted?

  - ¿Con eso te quedas después de todo lo que he dicho? - sonríe y da la vuelta alrededor de mi cuerpo mientras hablaba - Quién soy no importa pero quién eres sí. He venido para hacerte un regalo y mostrarte que sí eres capaz.

Sacó un libro de unas tres cientas páginas del pequeño bolso de tela que llevaba con él. Me lo tendió para que lo observara con atención y, así lo hice. Se llamaba "Mil Lunas" y llevaba mi nombre escrito en la parte de abajo del libro con una pequeña pero significativa frase: "Esta es mi historia". Le miré con lágrimas en los ojos y me senté en el sofá, incapaz de mediar palabra y sin comprender por qué no podía dejar de llorar. Él seguía sonriendo, mientras se sentaba a mi lado:

  - Tienes una historia increíble que contar, muchas partes de ti que nadie sabe que existen, ni siquiera tú puedes verlas pero, este libro simbolizará un antes y un después en tu vida. Lo único que tienes que hacer es respirar profundamente y creer en ti misma, no lo escribirás hoy, ni mañana, puede que tampoco en dos años pero lo harás, aquí tienes la prueba y la pista que necesitas para levantarte con una sonrisa, sin negatividad, sin pesadez en el alma, tan solo, sé tú... - le miré a los ojos perpleja, empezaba a sonarme de algo - ¿Ahora me recuerdas?
  
  - Viniste a mi habitación cuando era pequeña, me dijiste que siempre estabas conmigo, que eras mi protector... - siempre creí que había sido un sueño o un cuento de niños pero ahí estaba, justo a mi lado, mirándome. Él asintió - Es fácil decir todo esto cuando andas por ahí  apareciéndote a la gente como un fantasma y no tienes que pagar un alquiler.
  
  - Quiero que ahora mires por la ventana. 

Había una tienda por la que había pasado un millón de veces pero a la que casi no había prestado atención. Tenían un cartel de "se necesita personal" en una de las ventanas que daba a la calle. Aquel hombre canoso me hizo esperar un poco más y quiso que me fijara en el chico joven que salía de la tienda. Le miré como interrogándole, sin saber muy bien a qué se refería:

  - Ese chico es el dueño de la tienda, vais a formar parte de una historia que podrás contar en ese precioso libro - debido a mi sorpresa, me puso manos a la obra - Así que, ¡baja ahora mismo a empezar con ese magnífico futuro que te espera!

  - ¿Y tú qué harás?

  - Seguir protegiéndote, pequeña. Cuando me necesites, aquí estaré - me dio un cariñoso golpecito en la nariz con uno de sus dedos y desapareció, justo como había hecho en la calle hacía unos minutos -.

Sonreí, los regalos no se devuelven. Bajé rápidamente a la tienda y el joven me contrató nada más verme, tenía muy buena presencia y actitud, el libro se escribiría solo. Podía echarle un vistazo al cielo, a las mil lunas que había esperándome, a las sonrisas que sería capaz de dar, dejando atrás todo aquello que me había hecho pequeña, diminuta a la vista de los demás. Había alguien protegiéndome, cuidando de mí, velando porque siguiera el camino correcto y no dejara de rendirme... Ya no me pesaban los pies. 

Comentarios

  1. Es una realidad que pronto verás en tu vida. Mil lunas....muy buen titulo para un gran libro de una vivencia experiencial real. Enhorabuena.
    Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias, esperemos! Quizá lo utilice, me ha llegado tanto que puede que vea la luz tal que así.

      Besitoooos varios, guapa 😘❤️

      Eliminar
  2. You have met your inspiration and the title to your book! Such good fortune! Now all you need to do is to fill the space of a thousand moons with stories of your life, vignettes, incidents that are interesting because of their being happy, sad, all fucked up, how you dealt with them over the time of a thousand moons!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Thank you so much for that words. I hope that one thay I can to writting my own book about all my experiences in life.

      Thanks for comment, like always 😘

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Entre las Sombras: