Un Nuevo Viaje: Presencias



Por fin desaparecieron las pesadillas o, al menos, no eran tan recurrentes como antes. Había pasado un mes de lo ocurrido en mis sueños, seguía levantándome sin energía y con una necesidad increíble de comer debido a la ansiedad pero intentaba llevar la vida laboral lo mejor posible, no podía dejarme embaucar por el insomnio, la mirada de mi ex marido detrás de mí, observándome... Había arruinado toda mi vida de manera obligada sin importar lo que yo quisiera, no quería darle ese protagonismo en cada uno de mis días, preocupándome porque saliese en unos cuantos sueños, ¿verdad? Podría soportarlo.

Con lo que no contaba era que dejaría de sentirme segura al verle en cada rincón del hotel, era como si hubiese tomado forma, como si mi interior quisiera verle. En cuanto giraba la cabeza, allí estaba, esperándome con una sonrisa malévola en la cara, fingiendo que era su musa cuando en realidad, había sido su objeto para su abuso constante. No abría la boca, ni una sola palabra salía de ella, cosa extraña porque jamás dejó de hablar en todo el tiempo que desperdicié a su lado, tan solo me miraba, me seguía, intimidándome, de hecho, la primera vez que le vi en la esquina de uno de los pasillos del hotel, me quedé petrificada, una compañera tuvo que hacerme volver en sí. 

Cada vez que le veía, todo mi cuerpo se revolvía fatalmente, era como volver a los viejos tiempos, a los momentos de tortura y puñaladas. Trataba de permanecer seria y seguir con mi trabajo pero, a veces, pasaba algo como lo que pasó aquel día cuando fijó sus ojos en mí para que sintiera el miedo, para que empezara a ser parte de mí y temiera su presencia por todos los poros de mi piel. Estaba en medio del salón del hotel sirviendo los desayunos a los clientes y justo en el momento en que se posicionó enfrente de mí a tan solo unos centímetros haciéndome sentir que mi vida se iba de mis manos, se me cayó la bandeja con las jarras de leche y zumo de naranja, las frutas, batidos y croissants, todo se vino abajo, el suelo estaba repleto de comida... Todas las miradas se fijaron en mí, en la manera en la que me había quedado paralizada sin esperarlo, no podía moverme.

Mi jefe pasaba por allí justo en aquel momento y se dirigió hacia mí con rapidez, trataba de tranquilizarme, me miraba a los ojos, me zarandeaba pero no lograba que volviera en sí, varias camareras estaban realmente preocupadas. Desalojaron el salón para tratar de que cundiera el silencio en la sala para ver si podía volver a mí pero era como si no sintiera ninguna parte de mi cuerpo, todo él se había vuelto contra mí, quería gritar pero nadie podía oírme, nadie podía formar parte de mi pesadilla, de esa presencia que me tenía fija ante sus ojos. No me hablaba pero su presencia era suficiente para tenerme entre sus garras, entre las cadenas que le identificaban como persona, no había nadie más a quién odiar como a él... Un mundo paralelo en el que estábamos los dos, sin gente estorbándonos, así era como podía controlarme pero no contaba con una de mis técnicas infalibles de cuando era niña para volver en sí de los terrores nocturnos, me metía la lengua entre los dientes y apretaba con todas mis fuerzas para empezar a notar algo en lo que mi mente pudiera fijarse para dejar de estar paralizada.

Empecé a parpadear poco a poco, algo que hizo que mi jefe empezara a tener esperanza de que iba a volver en sí. Al segundo siguiente, podía mover los dedos de las manos y los de los pies... En cuanto pude hablar, quise excusarme delante de todos mis compañeros y mi jefe pero me abrazó para que consiguiera tranquilizarme, estaba seguro de que algo no iba bien y quería que me sintiese cómoda ante la situación por la que estaba pasando, no me merecía a alguien como él, era tremendamente amable.

- No te preocupes por esto, ¿de acuerdo? No pasa nada - me dijo con voz suave, a lo que añadió lo que más temía - Lo que creo es que has pasado por muchas cosas y necesitas hablar con alguien. Tenemos un servicio psicológico para empleados en el hotel, te aconsejo que pases por allí, tras esto, puedes cogerte una semana libre.

- ¿Cómo? No, no, señor, debería estar trabajando. Mañana tengo que...

- Mañana tienes que asistir a esa atención psicológica, te vendrá bien - me acompañó a mi habitación dejando a mis compañeras en el salón limpiando todo el desastre que había dejado atrás - De verdad, tómate unos días, no pasa nada.

- ¿Por qué me trata tan bien? - me salió sin más, ni siquiera esperaba su sorpresa en los ojos pero, lo que sí recibí fue una mirada de complicidad y una sonrisa de lado a lado de la cara -.

- Mira, desde el primer día que viniste aquí a pedir un puesto, vi en tus ojos el sufrimiento que te habían causado por mucho tiempo, casi no podías hablar y se te veía bastante alterada, estaba claro que huías de algo o alguien - mis ojos se abrieron de par en par al enterarme de que me había leído la mente y había conocido mi vida antes de mostrársela, sin contarle absolutamente nada de mí - Mereces que alguien se ocupe de tu estado de salud tanto mental como físico, no te preocupes por faltar unos días, lo comprendo.

Me dejó en la puerta de mi habitación. En cuanto la cerré, pensé en lo afortunada que había sido por encontrar aquel hotel donde poder trabajar con personas maravillosas aunque no todo en mi vida fuera tan bien como esperaba. Me eché en la cama para recuperarme de aquel momento tan intenso y, la vez, vergonzoso de mi existencia, sentí muchísimo que tuvieran que desalojar a todos los clientes del salón de comidas. Era evidente que tenía un problema psicológico, lo había considerado anteriormente pero había decidido ignorarlo, lo cual, no solucionaba nada. Tenía que enfrentarme a todos y cada uno de mis temores, dejar atrás mi pasado y empezar a caminar hacia mi futuro, ¿era momento de olvidarlo todo?



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