Atrapado:



Había despertado en un lugar que no conocía, sin nadie a mi alrededor, tan solo recordaba haber discutido con mis padres y haberme ido a casa, cansada de que me tratasen como a una niña, incapaz de tener opinión propia o algo por lo que levantarme cada mañana como los buenos de mis hermanos, los cuales, todo lo hacían bien y tenían unas carreras prestigiosas, hijos y personas por las que preocuparse día a día. Yo no tenía nada de eso, no era digna de estar cansada al salir de la mierda de trabajo que me mantenía viviendo independiente, no tenía hijos porque no había encontrado a la persona adecuada y, a este paso, estaba a punto de rendirme. Se puede decir que no tenía ningún tipo de preocupación... hasta ahora.

Miré alrededor mientras me levantaba del suelo, asombrada por estar en aquel precioso bosque frondoso y oscuro, tan solo habían unas pocas farolas encendidas con una luz tenue, algo que no ayudaba a mi constante duda de dónde narices estaba y qué había pasado con mi casa, era como si hubiese cruzado una puerta tridimensional o algo por el estilo. No parecía que alguien fuera a darme una respuesta a ello, no había nadie, tampoco tenía ni idea de si andar hacia adelante o adentrarme en el parque que tenía justo atrás, ambas opciones me provocaban cierto pánico. Habían bancos en el parque, como si tuviera que esperar a alguien, como si hubiera tenido una cita en un lugar que me estaba poniendo los pelos de punta por muy precioso que fuese.

Quizá me había perdido de camino a casa... pero eso, tampoco explicaba el vacío que tenía en mi mente desde que había salido de la casa de mis padres a la mía, era algo extraño, tampoco es que me hubiera dormido porque sino, recordaría gran parte de lo que había hecho. Mientras lo pensaba, decidí sentarme en uno de los bancos que había en el parque, iba a lo seguro, dado que, no sabía qué podría haber al otro lado de aquel camino, no podía ver qué había al otro lado y eso era lo que me daba mala espina. Miré a un lado y a otro una vez sentada, los columpios tan solitarios, la oscuridad alrededor, las tenues luces que cubrían todo el lugar. En cuanto puse la vista al frente, tratando de recordar cómo había acabado allí, vi acercarse a alguien, una sombra en la lejanía, caminando hacia mí con paso decidido pero no muy rápido, a su ritmo, sin prisas. Entorné los ojos para poder verle mejor pero, no llegaba a diferenciarlo, estaba oscuro y tampoco parecía que quisiera ser visto, ¿venía a por mí? ¿Debería correr?

Su cabello algo largo era negro hasta donde lograba ver, no podía verle los ojos, aunque lo que sí podía diferenciar era esa pequeña sonrisa algo malévola que me creaba cierta curiosidad todavía sin saber cómo, su cuerpo esbelto abrigado con una gabardina negra de cuero, unos pantalones del mismo color algo rotos por las rodillas y unas botas altas. Su decisión me intrigaba, era como si quisiera hablar conmigo, como si tuviera la necesidad de decirme algo pero, seguía sin poder contestar a la pregunta de cómo había llegado allí. En cuanto me di cuenta, el joven desapareció. Mis músculos empezaron a tensarse, mi corazón latía cada vez más rápido al igual que mi respiración entrecortada,  mucho más cuando oí una voz en mi oído izquierdo, pausada, susurrante, calmada, que hizo que me estremeciera:

- Te he oído llegar - esperó a que respondiera pero, al ver que no era capaz, siguió su pequeño discurso - Al parecer, eres mi cena.

- ¿C... Cómo? - mis ojos se abrieron de par en par, estaba escandalizada -.

- Oh... estás asustada - comentó, sin moverse de detrás de mí, burlándose - Mira, esto va a ser inevitable, así que, te dejo ventaja para que intentes alejarte de una muerte segura.

- Supongo que me alcanzarías - respondí, un poco más tranquila. Si me hubiese querido matar, lo estaría ya -.

- Eres lista... - siguió susurrando en mi oído - Me gusta.

- ¿Tú crees? - pregunté con sarcasmo a aquella sombra que estaba pegada a mi espalda - Qué bien.

En cuanto terminé la frase, noté una mano sobre mi cuello. Empezó a estrujarlo con fuerza, pensé que sería mi final pero, ese era el principio de aquella experiencia nocturna que me aguardaba. Notaba que me faltaba el aire, empezaba a cerrar los ojos, pero aquel hombre me tiró al suelo, dándome la oportunidad de verle mejor. Se movió tan rápido que ni logré verle, ahora su cara estaba casi pegada a la mía, esta vez, pudiéndole ver aquellos ojos oscuros y profundos que me ponían los pelos de punta, con su aliento tan cerca y sus amenazas tan desgarradoras. Desprendía una energía totalmente oscura, su piel estaba fría como el hielo y su tez era pálida, pude ver sus colmillos cuando sonreía de aquella forma tan peculiar y malvada. Estaba empezando a suponer dónde me había metido.

- Que sea la última vez que me hables así - giró la cabeza lentamente, como si me examinase, fue una sensación algo extraña - Ahora, quiero que corras todo lo que puedas.

- ¿Para... para qué? - le pregunté, algo temblorosa - Si vas a matarme, lo vas a hacer igual.

- Me gusta cazar - me guiñó el ojo derecho y se levantó, ofreciéndome la mano, la cual, ignoré y me puse en pie sin ayuda, con absoluto desprecio - Qué carácter.

- Da gracias por no conocer a mi madre - respondí con los labios apretados, sabía qué iba a morir de un momento a otro -.

Empecé a correr despavorida. Mi corazón iba a salirme por la boca, pero seguí por aquel camino que tanto me había dado miedo de cruzar al principio, era interminable. Miré hacia atrás un par de veces y él me seguía andando a paso lento o, al menos, eso era lo que me hacía creer, me instaba a correr cada vez más, no me gustaba aquella mirada de loco y su sonrisa malévola, dado que, una vez que corrí lo suficiente como para cansarme, me frenó su cuerpo, sus dientes se metieron en mi garganta, succionándola hasta hacerme perder el conocimiento.

Ese fue el momento en el que empecé a recordar, supongo que por el estado en el que me encontraba. Durante el trayecto de casa de mis padres a la mía, había estado leyendo un libro sobre un vampiro atrapado en un libro debido a todos los crímenes que había cometido en el pasado. Llevaba siglos rondando ese parque dejado de la madre de Dios, siempre esperando a alguien que leyera su libro, imaginara todo su mundo y lograra entrar en él, en sus páginas para poder alimentarse, saborear la sangre de una joven virgen para poder liberarse pero, siempre se equivocaba porque ninguna de las que se habían inmerso en el libro lo eran. Excepto yo, excepto la que creía que esperar al hombre adecuado no era nada malo, la que pensaba que una cana al aire era demasiado para ella y prefería permanecer virgen hasta encontrar a quién se lo mereciera de verdad. 

Debido a mis decisiones, terminé desangrada en aquel parque mientras todo nuestro alrededor se abría paso, mientras él volvía a un mundo que ni siquiera conocía. Salí del libro pero no podría librarme de la muerte, ya no me quedaban fuerzas y ni siquiera esperaba que fuera a... Abrí los ojos de par en par, sentía un hambre atroz. Vi los ojos de aquel hombre que ya no me daba tanto miedo, me dio de beber un líquido rojo, el cual, pude identificar como sangre al haber pasado por mi paladar y mi garganta, dándome un placer inconmensurable. Estaba dispuesta a comerme el mundo, literalmente.

Comentarios

  1. Disfruté tu narrativa ingeniosa e inventiva. Tienes una imaginación muy activa, Laura. Gracias por compartirlo. ¡Que tengas un agradable jueves y un maravilloso fin de semana!


    I enjoyed your clever, inventive narrative. You have a very active imagination, Laura. Thank you for sharing it. Have a pleasant Thursday and a wonderful weekend!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias! Me alegro de que te haya gustado, tenía ganas de cambiar un poco y meter algo de fantasía tras tanto tiempo de escasez en este sentido.

      ¡Un besillo y feliz fin de semana también!

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Entre las Sombras: