El Bosque:



Abrí los ojos y pude vislumbrar un cambio radical a mi alrededor, de repente, tenía un bosque increíblemente frondoso a ambos lados y yo permanecía justo en el centro, ese largo camino que llevaba a ninguna parte o, al menos, eso era justamente lo que yo creía. Lo primero que cruzó mi mente fue que estaba soñando, probé pellizcándome el brazo pero dolía, así que, comprendía que seguía en la dura realidad; seguía sin creerme que estuviera en aquel lugar tan inhóspito y solitario, tan tranquilo y vacío, sin nadie que pudiera interrumpir el momento, ninguna voz que pudiera distorsionar cualquier sonido provocado por los pájaros que habitaban en los árboles, nada que pudiera deshacer aquello que se había formado en mi mente sin siquiera pensarlo o quererlo.

Después de la confusión que sentí al abrir los ojos, decidí moverme, no podía quedarme allí parada como un pasmarote. A cada paso que daba, me sentía más libre, más en mí misma y más segura de que aquel lugar no era amenazante o, al menos, era lo que parecía. No quería dar nada por sentado, pero el camino que tenía ante mí no estaba dispuesto a terminar y empezaba a notar la boca seca, me estaba deshidratando después de llevar unas tres horas andando sin encontrar nada; a éste paso, tendría que dormir escondida en algún matorral. Pero cansada de caminar, ordené a mis piernas que pararan, me las notaba temblorosas después de aquel viaje inesperado y, hasta ahora, falto de sentido; al levantar la cabeza en señal de abatimiento, vislumbré una casita de madera en el árbol que tenía justo al lado, grande y hermoso, a decir verdad, jamás había visto uno como aquel. Decidí probar suerte y subí por las pequeñas escaleras que había en la parte de atrás, adornadas con plantas.

Abrí la pequeña puerta y pude ver aquella casita por dentro, acogedora y con bastantes detalles a simple vista. Al lado izquierdo, podía vislumbrar la cocina, una nevera en la esquina del fondo; al otro lado, un sillón con una pequeña mesita para poner algunas revistas y, al fondo de todo aquel precioso lugar estaba la única habitación que había con una cama de matrimonio con un baño muy simple y limpio en la misma. Era el lugar perfecto para pasar la noche, al menos, hasta que encontrara la forma de salir de allí, aunque tampoco tenía claro que quisiera hacerlo. El colchón era muy cómodo, la almohada de lo más ergonómica para mis tensas cervicales y la brisa podía entrar por cualquiera de las ventanas abiertas, sin causar ninguna molestia o estrago en la casa o a mi garganta presa de alergias. Al cerrar los ojos, me sentí totalmente en paz tanto por mi alrededor como conmigo misma, era una sensación embriagadora y no sabía expresar lo que me hacía sentir aquella pequeña casa en uno de los árboles más hermosos que había visto en mi vida, tampoco sentía que estuviese en peligro de alguna manera u otra, así que, terminé por dejarme llevar por el sueño.

Me despertaron los cantos de los pájaros cercanos a la ventana donde me encontraba dormida, tenían tantos colores diferentes que no podría contarlos, me hicieron esbozar una agradable sonrisa, era grato levantarse por la mañana de aquella forma. Pensé que no habría nada en la nevera pero me equivoqué, había todo tipo de comida, desde vegetales hasta frutas del bosque y huevos, podía hacerme casi cualquier cosa que me apeteciera o viniera a la mente, era como si alguien hubiera esperado mi llegada o como si yo misma lo hubiera puesto ahí y no lo recordara, algo extraño que no quería pensar, tan solo quería disfrutar del momento y descubrir qué había al final del camino, para eso empecé ese largo viaje. Cuando hube terminado aquel desayuno repleto de proteínas y fuente de calcio con varios de los alimentos más deliciosos que pude haber probado, bajé de un salto al camino que me esperaba abajo, sin ningún tipo de temor o nada que pudiera incomodarme.

Por fin descubrí qué había al final de todo aquel trayecto que empecé la tarde anterior. Habían unas iniciales indescriptibles antes de vislumbrar el hermoso lago que había un poco más abajo, así que, tan solo tuve que caminar un poco más para poder ver la casa de madera que había al fondo, preciosa y bien construida en medio de un prado y cercana al lago que he nombrado antes. Siempre había sido curiosa, así que, decidí acercarme a ojear quién podría vivir allí pero no era quién, sino quiénes. Había un montón de niños que salían en aquel preciso instante de aquel lugar, así que, me acerqué un poco más para poder conocer al dueño de aquel maravilloso de hogar. Daba la casualidad de que le conocía desde hacía mucho tiempo, le miré a los ojos y comprendí que me había estado esperando hacía algún tiempo y que mi estancia allí había sido cosa del destino.

- Te esperaba - me abrazó con tal fuerza que pensaba que se me iban a salir las costillas por ambos lados. Me alegraba mucho de verle, de hecho, me daba la sensación de que había pasado una eternidad desde la última vez que nos vimos - ¿Estás bien?

- Sí, emm... he despertado al otro lado del camino y no sabía exactamente dónde estaba, he conseguido venir hasta aquí esta misma mañana - su sonrisa me trajo muchos recuerdos a mi mente, algunos que hasta aquel momento no habría esperado que aparecieran - Suerte que estaba la cabaña del árbol...

- Así que la has encontrado - volvió a sonreír, como si todo aquello hubiera sido algún tipo de montaje que hubiera preparado - Espero que la comida haya sido de tu agrado.

- Por supuesto, he comido como un cerdo - ambos reímos, como si nunca antes lo hubiéramos hecho - Así que, fuiste tú quién me dejó toda aquella comida en la nevera y...

- Exactamente, quería que estuvieses cómoda - me dio un cálido beso en la frente y me rodeó con el brazo derecho, cerré los ojos sintiendo cada instante que estaba pasando a su lado, cada momento podía escaparse sin previo aviso - No sabes cuánto te he echado de menos... 

No pude evitarlo, le besé tan apasionadamente que hasta a mí me sorprendió. En ese momento me di cuenta de algo, de que estaba actuando por instinto, mi corazón me decía en cada momento qué hacer aunque no recordara nada de mi alrededor. Su recuerdo sí que debía ser intenso para conseguir que permaneciera porque era la única cosa que identificaba en aquel paraíso. No podía despegarme de sus labios, ni siquiera de aquellos ojos castaños que me cautivaban, su sonrisa me había dejado tan perpleja que era complicado mediar palabra y su piel era tan suave como la seda; todo aquello lo había sentido antes, estaba completamente segura. 

El grito de uno de los niños que permanecía fuera, interrumpió nuestro momento. Salió corriendo, preocupado y con serias dudas de que no se hubiera hecho daño; era un niño, sería raro que no hiciera travesuras de algún tipo. Miré a mi alrededor, parecía que era monitor en aquel lugar, que vivía incluso allí desde hacía tiempo, tenía los libros a su lado, no como le gustaría tenerlos pero al menos, leía a menudo.

- Ha sido una falsa alarma - aquella voz dulce me hacía recordar las noches que pasábamos desnudos en el lago observando las estrellas y contándonos historias, me recordó momentos en los que íbamos a comer a algún sitio repleto de flores para poder conectar con la naturaleza. Todo ello, venía a mí de golpe - Te veo confusa, quizá recuerdes pedazos de cosas que han ocurrido pero no del todo, ¿verdad?

- A decir verdad, estoy hecha un lío - la seriedad que inundó mi cara provocó un pequeño seísmo en aquel perfecto momento antes de que el niño gritara - Necesito saber qué ha ocurrido porque no entiendo dónde estoy, ni cómo he llegado, ni...

- Hace un tiempo, decidimos venir a esta isla porque pensamos que era el lugar perfecto para empezar de cero. Nos costó mucho empezar porque teníamos que buscar lugares donde poder encontrar frutas, vegetales y demás cosas para poder alimentarnos como lo hacíamos en la ciudad. Nos acoplamos bien pero, después de cinco años, algunos piratas vinieron a saquear estas tierras para encontrar una especie de tesoro escondido en alguna parte de la isla, no había ninguno, por supuesto, abandonaron a varias familias aquí sin ningún tipo de provisiones y te secuestraron durante un tiempo, exactamente tres años llevo sin verte y ha sido duro. Cada día hacía la misma ruta para encontrarte pero no sabía dónde te habían llevado, ni si volvería a verte, hasta que un día, te encontré en la orilla de la playa, herida e inconsciente, no sabía qué te habían hecho pero decidí llevarte a una tribu que encontré al otro lado de la isla para que trataran tus heridas y pudieras volver a sentirte mejor y volvieras a mí otra vez - mis ojos estaba abiertos como platos, no podía creer lo que estaba escuchando, pero terminó con su increíble relato - De ésto, ha pasado un año y aquí estás. Debiste darte algún golpe, por eso la falta de memoria...

No pude mediar palabra ante todo aquello que hizo por mí en aquellos momentos tan duros que pasamos los dos, pero el haber vuelto fue una suerte. Todo encajaba a la perfección y esperaba que todos mis recuerdos volvieran poco a poco a mi mente, que dejaran que volviera a verlos como si nada hubiese ocurrido, como si todo volviera a su sitio. Tenía preguntas, aunque su forma de expresarse siempre había sido exquisita, no podía si quiera asentir y no mostrar más interés del que permanecía en mis adentros, iba en contra de mi curiosidad típica.

- Tienes innumerables preguntas, ¿verdad? - se adelantó a preguntarme -.

- Ya me conoces - me encogí de hombros con una sonrisa - ¿Esos niños...?

- Son de las familias que abandonaron aquí, hay como unas quince, así que, mientras sus padres recolectan vegetales y crían gallinas y vacas para poder comer, sus hijos vienen aquí a aprender, a pasar el día... en fin, ya sabes lo que me gustan los niños, acepté sin problemas a estar con ellos - su bondad no podía compararse con ninguna persona que hubiera conocido, así que, me quedó claro -.

- ¿Qué conseguían secuestrándome? - le pregunté, era algo que rondaba por mi mente desde hacía un rato porque no lograba encontrarle el sentido -.

- No tengo la menor idea. Lo único que sé es que se enfadaron al decirles que se fueran de la isla, querían vengarse de alguna manera por haberles plantado cara. Es lo que cuadra con la situación - agaché la cabeza en señal de agotamiento, todo aquello me parecía una locura pero puso ambas manos alrededor de mi cara para tranquilizarme, algo que se le daba especialmente bien - No te preocupes, estás aquí, ¿de acuerdo?

Estuvimos abrazados lo que me parecieron minutos, pero no lograba despegarme de él. Sabía que todo lo que me había contado era cierto y mis lágrimas rozaban mis mejillas por puro anhelo, por la desesperación que debí sentir en los años de mi cautiverio sin recordar absolutamente nada y por haberle hecho pasar aquel tormento. Lo que tenía claro era que ahora había vuelto a él, como siempre había pasado a lo largo de nuestra relación y que valía la pena volver a retomar las cosas donde las habíamos dejado, quería hacerlo, ayudarle con ese pequeño proyecto que tenía con las familias y aquellos niños que seguro que serían un amor, es más, tenía curiosidad por conocerles.

Al anochecer, los niños se fueron con sus familias y era la hora de irse a la casa del árbol. No era porque no quisiera irme sola por lo que pudiera ocurrirme, sino porque le necesitaba conmigo, quería que compartiera su vida conmigo otra vez, notaba que nos habíamos distanciado por aquellos cuatro años obligados sin conectar, sin hablarnos o tan siquiera vernos. Así que, le cogí de la mano y lo acerqué a mí al acompañarme a la casa del árbol para que me fuera a dormir; la tribu me había curado todas mis heridas pero todavía necesitaba descansar y recuperarme más a fondo.

- ¿Subes conmigo? - le sonreí, parecía que hubiera pasado un siglo desde la última vez que lo hice, así que, me devolvió la sonrisa con cariño -.

- ¿Quieres que suba? - preguntó, inocentemente. Qué pregunta más absurda, ¿verdad? -.

- Por supuesto, te he echado de menos - le di un beso en aquellos labios que añoraba -.

Dio rienda suelta a mi capricho de pasar el resto de nuestros días juntos en aquel pequeño lugar, en la burbuja que creamos juntos y en lo que vendría más adelante, ninguno de los dos tenía dudas en cuanto a ello. Volvimos a compartir lo que teníamos sin problemas, esa pequeña brecha creada por la distancia sanó y nuestra unión se volvió más intensa, no hacía falta hablar para comprendernos y nuestros días se hicieron amaneceres, nuestras manos entrelazadas completaban nuestros días más oscuros y nuestros labios comprendían que debían estar juntos para no perecer jamás.

Comentarios

  1. Gracias por compartir, me gusto demasiado tu texto.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario y me alegro de que te haya gustado.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Respuestas
    1. De eso se trata. Gracias por comentar en mi pequeño espacio de fantasía.

      Un saludo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Reflejo: