Especial:



Acababa de abrir los ojos y te tenía justo a mi lado, respirando profundamente y sin importar nada más que el sueño que estabas teniendo. Tus ojos castaños permanecían cerrados, siempre me habían dejado embelesada y nadie más podía cambiar lo que sentía cuando los observaba; tus labios estaban cerrados, aquellos que dibujaban agradables sonrisas al estar juntos y tus carcajadas que me tenían ensimismada; tu cabello negro estaba posado sobre la almohada de lo más cuidado; tu cuerpo esbelto yacía sobre la cama relajado y cercano a mí, tal y como nos posicionamos anoche para dormir.

Siempre había sentido curiosidad al ver a alguien dormir, cómo sería o qué reacción tendría al verme hacerlo, así que, apoyé un brazo en mi cabeza y empecé a observar cada parte de tu cuerpo, oyendo tu respiración y sintiéndote justo delante de mí sin importar la hora o cualquier otra cosa que aconteciera alrededor, nada más tenía mi interés, tan solo tú, como de costumbre. He de reconocer que nunca había hecho nada semejante, no había querido a nadie como lo he hecho contigo y no he sido capaz de dejarte de lado por petición de otros, ha sido imposible, ni siquiera cuando mi padre lo exigió; estabas preocupado pero hice lo que se tenía que hacer para estar contigo.

- ¿Me veías dormir? - abriste un ojo con una pereza muy significativa en ti y con esa voz que tanto me gustaba. Sonreíste -.

- Tu forma de dormir induce a la calma - ambos reímos, teníamos unos despertares muy interesantes, siempre había algo nuevo y sorprendente cada mañana -.

- Buenos días - dijiste, acercando tus labios a los míos con delicadeza -.

Nunca te dije qué sentía cuando me besabas, nunca supiste lo que pasaba por mi mente cada vez que acariciabas cada parte de mi cuerpo y ni siquiera sabrás ni la mínima parte. Realmente, es una sensación de calma, de un cariño que no había experimentado antes y un sentimiento de conexión que roza la locura, sin saber exactamente cómo había podido tener la suerte de haberme cruzado contigo, ni siquiera sé cómo he podido merecérmelo de alguna de las maneras, has sido una lotería en toda regla pero ni siquiera sabías eso.

Me miraste como nunca antes me había mirado nadie, ni siquiera el frutero que me comía con la mirada cada vez que bajaba a comprarle algunas verduras y frutas, no era esa clase de mirada, era una de total sintonía, complementación y cariño, no había más que explicar, nos entendíamos con tan solo mirarnos.

- ¿De qué sonríes? - preguntaste, curioso. A la vez también sonreías, parecía que la mía era muy contagiosa -.

- Nada - mi risilla tonta lo decía todo, era inevitable. No decir en lo que pensaba fue motivo de un ataque de cosquillas y de risa sin parar, contigo todo era así -.

Algo terminó nuestro momento, fue una llamada de mi padre. Tuve que interrumpir aquello que compartíamos para contestar al dichoso teléfono, para tener que hablar con alguien que no entendía nuestra relación, ni siquiera contemplaba el hecho de que pudieras ser una buena persona y que quisiera compartir mi vida contigo, nada de eso importaba para él y tampoco era asumible, me negaba a aceptarlo así como así.

- ¿Diga? - sí, reconozco que fui la que empecé hablando con pesadez pero no podía evitarlo, demasiadas veces me había cortado el rollo y lo odiaba cuando estaba contigo -.

- ¿Dónde estás? - su voz era ruda, con un deje de mala educación y desesperación - Estás con ese tío, ¿verdad?

- Estoy con él, sí - intenté hablar con voz calmada pero fue imposible, el hecho de oír su voz, la mía se quebraba -.

- Sabes lo que pienso de él, ¡vuelve a casa ahora mismo! - aquel grito, seguido de una colgada de teléfono, hizo que estampara el mismo contra la pared con toda la rabia de la que fui capaz, no podía soportar aquello ni un solo minuto más -.

Te levantaste de la cama de un salto para venir a abrazarme, recuerdo perfectamente aquello, la calidez con la que me rodeaste con los brazos y me susurraste al oído que todo iría bien y me ayudarías en lo que hiciera falta. Siempre has sabido cuándo he necesitado escucharte o verte, jamás ha sido un secreto o algo que no se percibe, siempre has sabido lo que necesito en cada momento, incluso sabes cómo me encuentro en varias situaciones y nunca pensé que una conexión tal podría existir en ningún sitio pero me equivoqué, se percibe en nosotros.

Me diste un beso tan dulce que dudé de si habrían más como ese, lo primero que se me pasó por la cabeza fue que quería estar contigo, por todos aquellos gestos que salían de dentro tuyo, nacidos de una profundidad que no había encontrado antes y un amor que no me daría ninguna otra persona. Te separaste de mi cuerpo lentamente y cogiste mi cara entre tus manos, las caricias eran una de tus especialidades, así que, terminaba siendo parte de ti al instante y no me importaba en absoluto.

- Lo solucionaré - dijiste determinantemente, algo que entendí que no saldría muy bien -.

- ¿Qué vas a solucionar? - te pregunté inocentemente, aunque sabía a qué te referías deseaba que no fuera cierto -.

- No puede tratarte así - estabas disgustado, no me gustaba verte así o que mis mierdas te afectaran de tal manera, prefería tu sonrisa mil veces - Vuelvo en un rato, quédate aquí.

- ¿Qué vas a hacer? - estaba aterrorizada, sabía que ibas a ir a ver a mi padre y que sería tu perdición, no sabía cómo pero lo primero que se cruzó en mi mente fue que no volverías con vida. Te cogí de la mano desesperada y te acerqué a mi de un estirón - No vayas, por favor.

- Volveré en una hora, tranquila - me diste un beso en la frente e intentaste darme esperanzas para que pudiera permanecer en aquella habitación sin arrancarme todos los pelos -.

Estuve en aquella habitación de hotel más de una hora, estaba aterrorizada y no dejaba de ir rápidamente hacia arriba y hacia abajo comiéndome las uñas increíblemente inquieta, no sabía dónde meterme y prefería morir que seguir con aquella angustia y preocupación de saber si estabas vivo o si había ocurrido algo lo suficientemente malo como para gritar.

Apareciste, pero no precisamente limpio. Llevabas toda la camisa embadurnada de sangre, parecía que vinieras de la guerra, añadiendo a la lista la escopeta que llevabas en la mano derecha. Mi cuerpo temblaba de una forma sin igual, estaba echa un flan e intrigada por lo que había ocurrido; no sabía si preguntar o no pero quizá, hiciste lo que te pareció correcto, no iba a cuestionarlo.

- Tenemos que irnos - dijiste de una forma contundente - Vamos - me tendiste la mano y fuimos corriendo a coger una moto que no era ni tuya, en algún lado la habías robado por alguna necesidad imperiosa de largarnos de este lugar, tampoco iba a pedirte explicaciones -.

- ¿Pero qué ha pasado? - te pregunté a voz en grito, mientras subía a la moto -.

No respondiste, tan solo me miraste fijamente con aquella dulzura característica que te representaba. Aceleraste con una velocidad que no había experimentado antes, las motos no eran lo mío pero en aquel momento hasta llegó a gustarme; no sabía de qué huíamos o no pero deseaba estar contigo por mucho que hubieras hecho, no me importaba a quién hubieras matado o lo que se te pasaba por la cabeza, era como si nada hubiera cambiado.

No dejamos de conducir durante toda la noche, en silencio y sintiendo el aire rozar nuestras mejillas a toda velocidad, algo que hacía que nuestros pensamientos volaran de la misma forma que nuestros cabellos. Sabía que lo habías hecho todo por mí y en este momento lo habías vuelto a hacer, habías matado a mi padre para liberarme de la cárcel en la que me encontraba y no voy a decir que sea algo correcto o no pero es algo que me sirve. Sigo sintiendo esa conexión, algo que hace que esté cada día más cercana a ti sea cual sea el sitio al que vayamos, sea cual sea el lugar del que escapamos, sea un mal momento o aunque tengamos que huir rápidamente teniendo que robar algún coche por el camino dado que la policía nos lleva persiguiendo un tiempo, era algo inevitable, la consecuencia de nuestros actos.

No me importa ir donde tu vayas, ni siquiera me importa tu pasado o tus manías, simplemente siempre has sido tú, alegrando cada día triste, cada mirada perdida y cada momento de desmotivación continuada. Ni siquiera me importa quién está en contra de nuestra relación o quién te culpe de la muerte de una persona que nunca me ha entendido y que ni siquiera esperaba que cambiara, ni siquiera te culparía por haber llegado a hacer algo así. Siempre hemos estado rodeados de detalles, pero nosotros somos un detalle mutuo del que no vamos a escapar, ni siquiera es algo que nos pudieran arrebatar por gusto porque los sentimientos forman parte de nosotros y de nadie más, no se puede permitir pensar en nada más porque estaríamos perdidos en un mar de dudas. Aunque seamos repudiados siempre nos tendremos, mirando las estrellas y esperando un futuro diferente, aumentando ese cariño que cada día se forja y recordando aquellos momentos que siempre nos han pertenecido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Entre las Sombras: