Un Amigo No Convencional:



- Aquí tienes - le dije a aquel hombre que conocí hace siete años en una iglesia abandonada, la misma donde nos encontrábamos en ese momento. Le di un vaso de sangre fresca, aunque no quería que supiera de dónde la había sacado -.

- ¿De dónde la has sacado? - preguntó mientras bebía algunos sorbos y los saboreaba como si fueran los últimos -.

- Bébetelo y no te preocupes - respondí, intentado evadir la pregunta. Como era de esperar, no surtió efecto debido a su cara de pocos amigos - De acuerdo, es mía.

- Te dije que no hicieras nada de eso, puedo ir yo a por ella...

- No puedes, no quiero que mates a nadie. Prefiero administrarte la mía - le dije, no dándole posibilidad de protestar -.

Milorn era un gran amigo y se portó como un padre conmigo, el problema se cernía en que no podía salir por el día dado que es un vampiro, así que, tenía que administrarle la sangre todos los días para evitar que matara a nadie tan solo por pura ansia. Ésto ya había ocurrido en varias ocasiones y justo la noche en que nos conocimos, sabía que debía ayudarle, así que, le ayudé sin importar quién o qué era, le vi francamente necesitado y quería hacer algo bien para variar. Milorn terminó siendo parte de mi, compartíamos todo y pasaba todo el tiempo con el que contaba tan solo con él, oyendo sus historias, riendo, compartiendo tan solo momentos... Me atrevería a decir que cada momento a su lado era mágico, e incluso, educativo, ya que, sabía muchísimas de las cosas que pasaron en nuestra historia debido a que él las vivió todas ellas y le gustaba contarlas. De hecho, quería transmitir su legado de más de doscientos cincuenta años, una edad en la que cada día se sentía un poco más sabio.

Esa noche, evité que se fuera de la iglesia abandonada donde vivía, llevaba unos días bastante cabizbajo pero no lograba saber por qué. Siempre habíamos compartido lo que nos hacía sentir mal o incomprendidos, pero esta vez no lo hizo, decidió guardárselo para sí mismo y no transmitir ningún tipo de sonido. Le miré a los ojos fijamente para que dejara las tonterías y me contara qué era aquello que cabalgaba en lo más profundo de su mente.

- Deja la historia de Buda por un momento, ¿vale? - de repente, paró en seco. Odiaba que le interrumpieran sus historias llenas de glamour y batalla - Necesito saber qué te pasa, tan solo cuéntamelo.

- ¿Por qué crees que me pasa algo? - me preguntó con curiosidad, intentando evitar el tema que estábamos a punto de empezar a hablar -.

- ¿Cabizbajo, nervioso, inquieto...? Creo que son suficientes síntomas como para decir que te pasa algo - le dije, con una pequeña sonrisa para demostrarle lo bien que le conocía - No tienes por qué esconderme nada.

- No te escondo nada, tan solo tengo hambre y estoy algo ansioso. Estar con un vaso de sangre diario es matador, es un régimen bastante intenso hasta para el vampiro que tiene más control en este planeta.

Aquella fue la última noche que tuve el placer de verle, ya que, al día siguiente fui a administrarle un poco más de mi sangre y no se encontraba en la iglesia abandonada. Temía que hubiera salido a cazar a alguna estudiante de último curso, dado que controlar el hambre era algo bastante difícil hasta para los vampiros más antiguos, era una fuerza imperiosa que te hipnotizaba, era algo mayor que tu mismo tal y como me explicó Milorn. Me negaba a creer que hubiera desistido al régimen de un vaso diario de sangre después de tanto esfuerzo, así que, me dirigí a su habitación en la parte más alta de aquella iglesia ignorando su malestar cuando alguien entraba en la misma, decía que se sentía incómodo porque era una de las partes más íntimas del hombre.

Me di cuenta de que allí no había nada que pudiese ayudarme, Milorn debió de haber salido para tomar el aire o quizá para tomar una copa, hacía siglos que no probaba ningún tipo de alcohol pero lo que no encajaba era que no me hubiera llamado, siempre lo hacía cuando se sentía medianamente inseguro o amenazado por el ansia que le provocaba la sangre. Fui rápidamente a todos los lugares donde solía frecuentar, bares subterráneos donde solían reunirse los vampiros más antiguos, lagos solitarios donde poder llevar a sus víctimas para succionar su sangre hasta matarlas y dejarlas en las profundidades... busqué en todos lados, pero ni rastro de Milorn. Terminé pensando que me había dejado, que se había ido por completo sin dejar ni una sola nota para que dejara de preocuparme, ni tan siquiera decírmelo para que no estuviera pensando si habría matado a alguien, era una sensación enfermiza.

Estuve buscándole durante un par de años sin éxito. Fue realmente agotador y triste el hecho de entender que se había ido para siempre el hombre que era como mi padre, el hombre que lo compartió todo conmigo y con el que mejor me había llevado de la historia, me encantaba escucharle e interpretar sus sueños llenos de personas normales, humanas y con sangre en las venas con las que él hablaba constantemente, señal de que quería sentirse vivo y no literalmente muerto. Sus traumas y los míos siempre fueron de la mano, desde la necesidad de conectar con otras personas hasta el punto de no poder hacerlo por miedo a hacerles daño o simplemente, porque no eran suficientes como para hacernos felices. Parecía que tuviéramos vidas paralelas y actitudes similares, solo que yo estaba vivo y él no, pero nuestra amistad era profunda o eso creía...

- ¿Me estás escuchando, Jason? - me preguntó mi compañera de clase. Me estaba dando unos dibujos que habíamos hecho juntos para nuestra clase de Arte y Diseño, era increíble pero insoportable al oído humano dado que la profesora se pasaba el día gritando por no haber trazado las líneas perfectamente. Era agotadora -.

- Sí, sí, estoy aquí. Perdona - respondí titubeando, me había quedado embobado mirando el suelo justo en la puerta de la Universidad de Bellas Artes - Iré a la residencia a retocarlos y te los paso mañana.

Lo habéis oído bien: Universidad de Bellas Artes. Después de dos años buscando por todos los recónditos lugares para encontrar a Milorn, decidí hacer aquello que a él más le apasionaba: mis dibujos, decía que era lo único que le hacía parar el ansia y sentirse más vivo, así que, decidí compartir mi arte con otros muchos que pudieran admirarlo. He de reconocer que retocaba los trabajos que debía entregar en la Universidad en la iglesia abandonada en la mesa donde siempre tenía preparada comida para mí, su único huésped, de hecho, llegué a quedarme varias veces dado que no tengo familia y ni llegué a conocerla, a los dieciocho años salí del orfanato sin ningún propósito y Milorn me lo dio. 

Los años pasaron y seguía echándole de menos, había noches que lloraba acostado en su cama. Parecía un niño malcriado pero mi vida no había sido la misma sin él, teníamos una unión mucho más grande que la amistad y no estoy hablando de relaciones románticas. Yo estaba muerto por dentro y él me dio un sentido por el que estar vivo y viceversa. Todo cambió la mañana en la que nos informaron que nuestra profesora amargada y falta de un polvo urgente estaría unos años de baja debido a un accidente de tráfico que había tenido y que en su lugar vendría un profesor muy cualificado para darnos las clases. Jamás imaginé quién entró por la puerta, de hecho, me quedé totalmente hipnotizado al mirar aquellos ojos negros y penetrantes, aquel cabello del mismo color que los ojos y con una sonrisa enigmática, la misma que hacía cuando estaba incómodo y no sabía cómo expresarlo.

- Soy Milorn y voy a ser vuestro profesor de Arte y Diseño hasta que vuestra profesora Dorothy pueda volver - su voz era intensa y tenía unos matices interesantes, tal y como los recordaba - Abrid el libro por la página ciento cincuenta y tres, por favor.

Todos siguieron lo que decían sus palabras, pero yo seguía hipnotizado allí sentado como un pasmarote. Su forma de caminar era exactamente como la imaginaba, su voz tenía trazos de melancolía y arrepentimiento, sus labios nombraban cada letra apasionadamente, como si el tema le resultara más que intenso pero yo sabía por qué. Dejó de pintar cuando se convirtió en vampiro, se sentía muerto por dentro y ni siquiera la pintura podía llenar ese sentimiento de vacío, por ello, prefirió aparecer de profesor allí antes que de pintor.

Esperé sentado a que se fueran todos mis compañeros de clase para mirar al hombre que consideré me había abandonado. Se quedó allí plantado mirándome de la misma forma en que lo hacía cuando le administraba mi sangre en un vaso de vino, de la misma forma preocupada y ansiosa por agradecerme lo que hacía por él, aunque esta vez, estaba mezclada con tristeza y con un deje agridulce en la situación.

- Has vuelto - empecé la conversación, con un tono algo enfadado - A decir verdad, no me lo esperaba.

- Esperaba que me dieran el puesto, no sabía cómo localizarte - le miré incrédulo, dado que nos dimos nuestros números de teléfono. Dado que le miraba de aquella manera, decidió explicarse - Tuvimos una emboscada por parte de los hombres lobo, perdí hasta el móvil de usar y tirar que me regalaste.

- ¿Una emboscada? ¿Dónde estabas? - le pregunté preocupado, olvidándome del sentimiento tan profundo de abandono que me acechaba durante toda la conversación -.

- Creo que éste no es lugar para discutir sobre ésto - estaba de acuerdo, demasiada gente que de solo hablar del tema se impresionaría y no queríamos llamar la atención -.

Fuimos a mi habitación en la residencia de la Universidad para poder hablar más abiertamente sobre el asunto que nos ocupaba en aquellos momentos. No sabía por qué después de abandonarme, tenía unas ganas locas de abrazarle y decirle que le había echado de menos, exactamente como un niño que hace tiempo que no ve a su padre. Milorn me miraba fijamente y con aquellos ojos redondos que te hacían sentir único para él, como si nuestro vínculo jamás se hubiera roto.

- Podemos hablar aquí sin que nos molesten - le dije, queriendo parecer serio y dolido aunque por dentro estuviese tocando las castañuelas de verle por fin después de cinco largos años -.

- Genial - respondió, algo incómodo. Le costaba hablar de aquello que sentía porque sabía que me había hecho daño - Me llamó un amigo de Transilvania, me dijo que era necesario que fuera allí dado que se habían enterado de que los hombres lobo les iban a tender una emboscada. Les dije que se fueran de allí inmediatamente, pero ese siempre fue su hogar y el mío cuando pasé por la transición de humano a vampiro, así que, entendía perfectamente que no quisieran mover un pie de allí y que no permitirían que unos perros les echaran. Necesitaban mi ayuda, simplemente tuve que viajar allí y pelear con ellos.

- ¿Durante cinco años? - le pregunté pasmado. Entendía perfectamente que tuviera que ayudar a su familia, pero no sabía por qué durante todo ese tiempo -.

- Verás, en una noche murieron muchos de los vampiros más sabios y a los que más apreciaba. Tuvimos que poner todas sus cosas en orden, sobre todo, sus patrimonios, hablar con amigos, cortar lazos... les hicimos varios homenajes para que se fueran en paz. Tuve que quedarme con ellos dadas las pérdidas que habían sufrido, estaban hundidos totalmente, así que, me vi en la situación de quedarme con ellos hasta que todo se calmara.

- ¿Y no pensaste en decírmelo? - era la pregunta que me rondaba incesantemente por mi cabeza - Era muy fácil, no habría estado más de dos años de mi vida buscándote por todos los rincones de la ciudad.

- Estaba indeciso. No quería dejarte solo y decidí quedarme porque ellos eran muchos y quizá, podían apañárselas. Pero me vi en la necesidad de irme cuando recordé todo lo que hicieron por mí en mi transición y cómo aprendí a ser quién soy gracias a ellos. Me fui de inmediato y sin pensar, lo siento mucho - bajó la cabeza con tristeza, sabía que de verdad lo sentía y estaba dispuesto a perdonarle pero con una condición -.

- Te disculpo si la próxima vez que tengas que irte, me avises primero - él asintió, por lo que, reconocí aquello que estaba en las profundidades de mi ser - Te he echado mucho de menos, ¿sabes? Siempre has sido como mi padre.

Él no era mucho de abrazos, pero se lo di sin pensarlo con lágrimas en los ojos y contento de habernos reencontrado, a lo que él reconoció que obligó a la directora y a varios profesores que le asignaran esa Universidad para poder verme de nuevo. Ésto parecerá una historia de enamorados, pero más bien es una amistad con lazos inquebrantables que funcionaría aunque estuviéramos a kilómetros de distancia.

Unas semanas después, Milorn me llamó para decirme que se le había terminado el suministro de sangre y estaba francamente preocupado, ya que, no quería hacer daño a nadie. Inmediatamente cogí el coche y me dirigí a la iglesia abandonada donde me dijo que dejó algunas bolsas de sangre al llegar. Cogí todo lo que me pidió y volví a la Universidad para ver lo inevitable, para ver cómo se lo llevaban varios policías al haber matado a mitad de mis compañeros de clase. Sabía que no quería decepcionarme ni nada por el estilo pero le iban a caer varios años de prisión y no sería fácil mantener una relación como la nuestra viéndonos una vez por semana, a parte de no saber cómo se administraría la sangre allí dentro.

Después de cerciorarme en ver cómo estaban los heridos, fui a la policía para hablar con él y saber qué había ocurrido. Lo que me sorprendió es que ya tenía un plan para salir de allí, tenía mucha hambre y quería evitar cualquier matanza.

- Te prometo que saldré de aquí - me dijo, serio y seguro de sí mismo -.

- Te esperaré en la iglesia abando...

- No volveré allí, voy a irme a Transilvania. Seré un fugitivo y allí les será imposible encontrarme - bajé la mirada, iba a hacerme lo mismo otra vez con la salvedad de que, al menos, me había informado de ello - Lo siento mucho.

- Si te quedaras, podríamos encontrar una solución...

- Ya la he encontrado. Ahora vete - ese fue el momento en el que le dejé para siempre porque él me lo pidió -.

Había acabado de recuperarle y sus ansias fueron más poderosas que el amor que sentía por mí, que la amistad que nos magnetizaba para estar juntos cada día, que fue lo que le trajo de vuelta a casa, en primer lugar. Le perdí por segunda vez, ahora era una ida sin retorno debido a que esta vez fue decisión suya y todos sabemos que sus decisiones son inquebrantables aunque hayan sentimientos de por medio. Para él era sencillo, ya le había ocurrido otras veces cuando sus amigos más íntimos habían muerto mientras él permanecía de pie en su incansable inmortalidad, Milorn veía morir a aquellos que más quería y fueron tantas veces que se ha terminado acostumbrando pero yo no sé cómo hacerlo.

Le dije adiós a ese sentimiento de amistad incondicional, de sabias palabras, de opiniones encontradas y formas de ser paralelas. Tuve la tentación de buscarle en Transilvania pero la policía sabía exactamente que yo era su amigo y que iría en su busca de saber dónde estaba, así que, me tenían vigilado. Estaba en un callejón sin salida y en la mismísima soledad personificada, ya que, sabía que ningún amor sería como el de él, que ningunas otras palabras me curarían como las suyas y que el mundo no dejaría de girar con tan solo una mirada del mismísimo Milorn.


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