Brote de Sentimientos:



Nací sin saber el significado de ellos en una familia a la que a penas le importaba, crecí en el silencio del abandono y seguía sin encontrar la definición de los sentimientos, jamás había tenido uno solo en el que poder basarme para descifrar los demás. Siempre fui alguien que mostraba innumerables caras, fingía ser quién no era y necesitaba tener a los demás contentos por mi propia seguridad, no quería que me metieran en un manicomio, no por miedo porque tampoco tenía ni idea de qué sentimiento era ese, sino porque en las noticias solían decir que no era un agradable lugar en el que vivir. Estaba apartada del mundo o el mundo me apartaba a mí, la verdad, no estaba del todo segura pero era tremendamente agotador vivir mintiendo a los demás de quién eres en realidad: Una persona humana sin sentimientos y, ya era algo que traía desde el momento en que nací, así que, no era algo fácilmente remediable. 

He vivido en este mundo durante treinta años y jamás he tenido un sentimiento de culpa, de alegría, de desconcierto, de ira, de amor... sí, es verdad, nunca me he enamorado y mi cuerpo tan solo me ha pedido sexo, como a cualquier otro ser humano, así que, lo único que hago es hacer crecer la mentira de que vivo en un piso cercano a la Universidad donde he estudiado Psicología para poder entender mi estatus desde que vine al mundo y bueno, cosas como que me gusta la fotografía y el ejercicio, en especial, las Artes Marciales, pero termino quedándome sin tema de conversación. Lo importante es que se convencen de ello, de que soy alguien simpática, amable, interesante y ese tipo de cosas que ni yo aprecio en mí, lo que de verdad hay dentro de mi persona es vacío y nadie va a poder cambiar eso, aunque no me esperaba lo que iba a ocurrir los días que prosiguieron.

Me encontraba sentada en la terraza de la cafetería a la que solía ir a tomar té, el control de los nervios no era mi fuerte, así que, mientras me lo tomaba, apareció un joven increíblemente guapo y me preguntó si podía sentarse a mi lado, alguien que parecía interesado en mi pasado y le importaba poco mi presente, lo cual, me extrañó.

- Entonces, ¿has sido siempre de aquí, de Virginia? - me preguntó intrigado y con una mirada muy positiva en la cara. Yo asentí, mientras trataba de sonreír lo más natural posible - Yo también.

- Toda mi familia siempre ha sido de aquí, aunque no les haya interesado mi vida desde que cumplí los veintiún cumpleaños, no es de extrañar - le comenté con pasotismo -.

- ¿A tus veintiún cumpleaños has dicho? - preguntó sorprendido y algo más interesado en mi historia - ¿Qué ocurrió?

- Lo siento, es algo personal - le dije, intentando parecer alarmada. En ese momento, no sabía cómo actuar, así que, me mostré desconfiada, la Psicología me había ayudado mucho a cómo desenvolverme en estas situaciones - No creo que deba contarle ésto a un desconocido.

- Claro, claro, disculpa - dijo, pareciendo no estar molesto e intentando que no me sintiera incómoda -.

- Bueno, tengo que irme a la Facultad - dejé algo de propina y me dirigí a la puerta, no esperaba que Roger fuera tan insistente, pero lo fue -.

- Me gustaría charlar un poco más contigo, no sé, me resultas interesante y... - movía los ojos, señal de que estaba tremendamente nervioso y estaba pasando un momento temible para cualquier hombre que intenta pedirle una cita a una mujer - Bueno, ¿te gustaría salir a cenar esta noche conmigo?

- Por supuesto, Roger, será un placer - le sonreí, intentando fingir que para mí era importante aquella estúpida cena, pero pretendía averiguar qué quería saber y quién era realmente -.

El transcurso del día fue bien, aprobé con un notable alto los dos exámenes de la semana pasada y quedé con dos compañeras de clase a las que les debo llamar amigas el fin de semana para hacer una fiesta de pijamas, acontecimiento que nunca he entendido pero en el que he mostrado el fingido entusiasmo que no me delata. Llegué a casa algo tarde, ya que, quise quedarme en la biblioteca terminando unos trabajos y estudiando para los exámenes finales, era importante, ya que, tan solo me quedaba este año y por fin podría terminar con la carga de trabajo de la Universidad y con la estúpida vida social que conlleva ir a una. Tuve que asearme con rapidez, ya que, casi era la hora de ver a Roger, aquel supuesto chico al que le había interesado yo y mi historia, aunque no exactamente en ese orden.

Llegué al restaurante donde habíamos quedado para cenar y él ya me estaba esperando, con aquellos ojos castaños muy parecidos a los míos, aquellos labios finos y aquel cabello negro algo largo y bien peinado, su físico tampoco estaba mal, tenía un aspecto muy similar al mío, pero preferí no ocuparme de aquello en ese preciso momento, no se tiene sexo hasta la tercera cita, así que, guardaré las formas hasta el momento de descontrolarme.

- Estás increíble, Alison - me dijo, totalmente maravillado -.

- Muchas gracias, tú tampoco estás nada mal - le dije en respuesta, tan solo me interesaba su información y lo que tenía debajo de los pantalones -.

Nos llevaron a la mesa que Roger había reservado, según dijo aquella misma mañana al terminar de vernos en la terraza de la cafetería, una mentira como una casa porque no me miró a los ojos, todo ésto ya lo tenía planeado desde hacía días. Después de preguntarme cosas banales de mis hobbies, si me gusta o no cocinar, dónde suelo ir a comprar y esos rollos, empezó la verdadera conversación para él, aquella donde quería sacarme información: Mi vida familiar.

- Lo siento, esta mañana me has dejado intrigado - mi mirada de desconcierto le hizo que me recordara la conversación que mantuvimos hacía varias horas - Tu familia, ¿por qué no les interesaste a los veintiún años?

- Porque es la mayoría de edad y ya no tenían por qué mantenerme - vi algo en sus ojos, estaba más que interesado, necesitaba saberlo, necesitaba saber quién era yo y realmente, me cansé y fui al grano - Oye, no sé qué has querido conseguir desde un primer momento, pero no puedo seguir haciendo ésto - me miró sorprendido, y no pudo dejar de observarme mientras yo le decía todo lo que estaba rondando en mi cabeza, tal y como sonaba, ahora sin fingir - Sé de sobra que para venir a este restaurante se necesita una reserva de una semana de antelación, varios tíos me han invitado aquí y me acuerdo de cuales, una no se olvida de esos increíbles pectorales así como así; esta mañana has llegado a la cafetería y te has querido sentar a mi lado sin mirar las demás sillas vacías, eso indica que te interesaba hablar conmigo, necesitas información sobre algo que yo sé y que todavía no he averiguado qué es; por último... tienes la corbata torcida - le solté con enfado - Ahora dime, ¿qué estás tramando, desconocido?

- Vaya, has hecho los deberes y eso con tan solo observarme... - sonrió incómodo -.

- No ha sido difícil, eres muy descuidado - mi sarcasmo había jugueteado con algo llamado pasotismo y, cuando se fusionaban era algo que no importaba en absoluto - A parte de estúpido, porque también he notado que eres gay, así que, no estás aquí para ligar, especialmente.

- ¿Cómo has sabido...? - empezó preguntando, anonadado -.

- Fácil, le has mirado el culo al camarero que nos ha servido este vomitivo champán - le dije con sarcasmo y socarronería, al final, le había pillado -.

Roger intentó desviar el tema varias veces, parecía sentirse más que incómodo y no quería revelarme el motivo por el que estaba allí hablando y comiendo con una mujer que fingía ser quién no era, una mujer que no sentía y menos, que no tenía por qué. Siempre he pensado que he tenido suerte, no siento dolor por nada, ni siquiera remordimientos de haber sido tan cruel con él durante la cena, yo seguía comiendo tan campante, me era indiferente si le había hecho daño o no. Al terminar, nos levantamos, Roger pagó la cuenta y me acompañó a casa totalmente en silencio.

No esperaba que al llegar reconociera algunas de las cosas que le había dicho y, mucho menos, que me contara cosas sobre su familia, parecía que el tema del que quería hablar conmigo era ese, pero no encontraba la conexión, en mi familia no había sido especialmente querida y él sí lo había sido.

- Sí, me dirigí hasta ti en la cafetería porque me interesa algo de ti, hemos cenado en un sitio en el que llevo semanas planeando cenar contigo y en el que he tenido que reservar una de ellas antes de venir - bajó la mirada algo avergonzado, pero también tenía lágrimas en los ojos - Verás, en mi familia siempre estuvimos muy unidos pero jamás supe nada de mi hermana desde que se fue, me dijeron que era una de tus amigas y, tan solo quería conocerla, no era mi intención enfadarte y, mucho menos, molestarte.

- Y quieres que te ayude a encontrarla, ¿verdad? - él asintió, mirándome con aquellos ojos de corderito degollado que no podían ignorarse, así que, decidí darle una alegría de las grandes y ver qué podía hacer - De acuerdo, te ayudaré a encontrarla.

Su abrazo casi me saca las entrañas por la boca y no me lo esperaba, así que, le devolví el abrazo intentando fingir que aquello de su hermana me importaba lo más mínimo. Me dio su nombre, me dijo que solía tener un apodo pero que no recordaba cuál era, lo mismo se lo  había cambiado porque no había oído hablar nada de ella en todo el campus, pero decidí empezar a buscar al día siguiente para poder quitarme de encima a ese pesado. Lo que descubrí gracias a mi desconfianza, me sorprendió gratamente y, a la vez, me dejó sin movimiento en todo el cuerpo.

Al día siguiente, fui al campus y pregunté en recepción por el nombre de la joven que Roger me había dado, pero no estaba en ninguna lista de la Universidad, en ninguna carrera, así que, ahí sospeché que aquel joven desconocido que apareció de la nada en la terraza de la cafetería, me había mentido en mi cara. Se me ocurrió ir al Ayuntamiento a averiguar más sobre Roger, sobre su fecha de nacimiento, parientes, etc. Por fin sabía quién era su hermana y de qué familiares estaba hablando. La mujer de recepción tuvo que zarandearme, pensaba que me había quedado paralizada, volví en sí y me dirigí a casa de Roger como una exhalación, no podía creer lo que había acabado de leer, no era posible, no... su cara apareció en la puerta después de llamar, me dejaba pasar pero no quise, preferí gritarle antes que nada, me sentía... enfadada, era un sentimiento que no sabía cómo había llegado ahí.

- ¡¿Lo sabías, verdad?! - las personas que pasaban por la calle nos observaban atónitas al oír mis gritos - Cuando te sentaste al lado en la cafetería lo sabías. Supiste quién era mi familia en un principio y quién era yo.

- ¿De qué estás...? - él no parecía muy contrariado, señal de que yo tenía razón desde un principio, tan solo tenía miedo de lo que había descubierto -.

- ¿De qué estoy hablando? - le pregunté más enfadada todavía - Soy tu hermana, ¿verdad?

Su cara me lo dijo todo, lo supo desde un principio. Me buscó en los lugares donde dijeron que me fui, la verdad, es que sí estuve en esos sitios, me llegué a ir a España incluso, buscando un solo lugar en el que ser aceptada pero comprendí que ni siquiera eso iba a cambiar las cosas, por ese mismo motivo volví. Roger quiso abrazarme otra vez al ver el espanto en mi cara, pero le aparté, él insistía tanto que me pareció que seguía ocultándome algo importante.

- Vale, cuéntame qué pasa - le dije, todavía seria - No sabes disimular, tendrías que practicar más a menudo.

- Somos gemelos, te absorbí tus sentimientos al nacer - me quedé perpleja - Pretendo devolvértelos.

- No los quiero, no siento ningún tipo de dolor emocional y nada me preocupa, prefiero eso a empezar a sentirme culpable, triste y ese tipo de cosas de las que quise escapar cuando me fui - le respondí sincerándome - Lo siento, no puedes obligarme.

- En realidad, ya lo hice - me empezaba a sentir algo triste y alegre a la vez por haber encontrado a un hermano que ni siquiera sabía que conocía -.

- El abrazo de anoche... - susurré asustada - No, no, no, no...

Tenía un cúmulo de sentimientos que me hacían estallar la cabeza, ¿cómo pudo hacerlo sin preguntarme? Por eso estaba tan enfadada al descubrir que me había mentido y aquel abrazo de la noche anterior hizo que pudiera devolvérmelos, tenía que hacerse mediante el contacto físico y lo consiguió. No sabía si sentirme triste, contenta, no sabía qué matojo de sentimientos estúpidos estaba teniendo pero no quería sentirme culpable, o triste, tenía miedo de sentir... miedo... tampoco quería sentirlo. Lo peor es que me sentía avergonzada por haberme interesado el físico de mi propio hermano y pensar en sentirme atraída por lo que tenía debajo de los pantalones, de repente, me dio asco.

Sabía que Roger me había devuelto los sentimientos porque es lo que una persona debería tener en su vida, porque todos debemos tener la oportunidad de ser alguien que no finge, que pueda compartir todo con total sinceridad, a diferencia de mí que, jamás hice algo sincero porque no sabía ni qué era eso. Ahora tenía a mi lado a un hermano que creía no tener para que me ayudara a superar aquel brote infernal de sentimientos que había tenido desde que me había levantado hasta el resto de mi vacía vida, haría que aprendiera a sentir como cualquier ser humano ha hecho desde que ha nacido. Hay algo bueno en las personas siempre, ¿verdad? Incluso en las que no han sentido, incluso en las que empiezan a tener por fin, esperanzas...
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Comentarios

  1. Me ha encantado tu relato. Dicen que el vacío es la nada, pero no estoy muy segura de que eso sea cierto. El vacío también es algo, también ocupa su espacio.... Gracias.

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    1. Me alegro de que te haya gustado mi relato, de eso se trataba y gracias por tu comentario ^^

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  3. Me identifico un poco, aunque si me he enamorado pero... Pocas veces y me cuesta empatizar.

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