Pérdidas:



Jason y yo compartíamos una felicidad sin igual cuando nos enteramos de que estaba embarazada, fue una grata sorpresa y era algo que esperábamos desde hacía mucho tiempo, ya que, nos costó mucho el hecho de poder tener hijos. Estábamos realmente ilusionados, por lo que, conforme pasaban los meses, íbamos uniéndonos más y de una forma inexplicable, era como una fuerza que quería que permaneciéramos así para siempre, para cuidar y criar a nuestro futuro bebé con todo el amor y cariño que merecía. Cuando cumplí los cinco meses de embarazo, el médico ya supo con exactitud que estaba embarazada de una niña y que todo iba francamente bien, estaba totalmente sana y tenía todos los miembros de su cuerpo sin excepción; fue una imagen preciosa y nunca se irá de mi cabeza, tampoco la forma en la que se movía en mi vientre, ni todas aquellas reacciones que tenía al yo encontrarme en uno u otro sitio, con una persona u otra o cuando yo comía ciertas cosas, era una sensación que no habría cambiado por nada del mundo. 

Jason estaba muy complaciente conmigo, tenía una necesidad enorme de pasar más tiempo conmigo y me daba todos los caprichos con gusto, sin excepciones y sin poner mala cara, siempre estaba de muy buen humor. Sus besos sabían a la deliciosa miel, su tacto empezaba a ser cada vez más sensual y cariñoso, su mirada más enternecedora y admirable, cada vez aumentaba nuestro amor; era curioso lo que podía hacer una criatura tan pequeña a una pareja que hacía unos tres años que vivía en un maravilloso estudio y que intentaba convivir de la mejor manera posible. Teníamos la edad adecuada para dar el paso, ambos teníamos un trabajo que nos proporcionaba ingresos suficientes para sobrellevar las cargas familiares, habíamos creado un cálido hogar para compartir con la pequeña que iba a llegar dentro de unos meses, aquella preciosidad que se movía dentro de mí, que me decía lo ansiosa que estaba por salir y vernos, ansiosa de ver el mundo que le esperaba.

Toda nuestra ilusión cayó en lo más profundo, terminó con aquello que llevábamos esperando durante tanto tiempo, hizo que abriéramos los ojos y dejáramos de soñar, hizo que nos sintiéramos desdichados, decepcionados y totalmente desolados. Fui a una de mis revisiones semanales después de siete maravillosos meses de embarazo, vi que mi ginecólogo estaba totalmente sorprendido por lo que había ocurrido; con siete meses mi médico se dio cuenta de que mi pequeña sufría una especie de malformación en algunas partes de su cuerpo y que empezaron a formarse desde hacía una semana y ahora no se podía hacer nada para subsanarlo.

- Lo siento mucho, señora Flerwell. Ustedes deciden ahora si quieren seguir con este embarazo o quieren abortar - éstas palabras me resultaban insignificantes, ya que, en mi cabeza estaban ocurriendo mil cosas, mi corazón lloraba de dolor y todas las partes de mi cuerpo estaban paralizadas, no sabía qué decir, seguía mirándole estupefacta - Puede pensarlo durante este fin de semana, si lo prefieren, no es necesario que respondan a la pregunta ahora mismo.

- Sí, podemos pensarlo - le respondió Jason, totalmente firme, sin derrumbarse. Siempre salía en mi ayuda cuando notaba que yo me paralizaba o no sabía qué decir, sabía que necesitaba un tiempo para aceptar algo así después de haber deseado aquello durante tanto tiempo, era algo que me parecía tan imposible... ¿por qué a nosotros? - El lunes tendremos una respuesta para usted, no se preocupe. Denos la cita y venimos lo más rápido posible.

- Muy bien, vengan el lunes a las siete de la tarde y vemos qué podemos hacer. No se preocupen, les apoyaré en aquello que decidan - nos dijo en tono tranquilizador, sabiendo que aquellas palabras tan solo volaban a mi alrededor sin ningún tipo de importancia, ya que, un hijo deseado no podía tan solo desaparecer sin ningún tipo de miramiento o sentimiento de dolor, era técnicamente imposible -.

El trayecto en coche hasta nuestro pequeño estudio fue tan silencioso que hasta ahogaba, pero ni siquiera podía abrir la boca, no podía ni respirar, aquello me había pillado totalmente por sorpresa, era una desagradable noticia. Jason siempre llevaba mejor los baches y siempre fue mi fuerza, siempre era quién me ayudaba a seguir adelante pero notaba que ésto era mucho más grande que yo misma y no sabía si podría soportarlo. Ni siquiera estaba pensando en las posibilidades de la vida o la muerte de mi pequeña, tan solo pensaba en que todo aquello que construimos para formar una familia había desaparecido, que todo se había desvanecido a mi alrededor y había dejado de tener importancia y que el resto del mundo se había vuelto invisible para mí, o tan solo quería que las últimas horas desaparecieran de esta vida tan complicada.

Jason me sirvió una tila caliente, siempre sabía lo que yo necesitaba. Se sentó a mi lado en el sofá y me rodeó con los brazos sin pronunciar palabra, tan solo me daba todo su calor para que sintiera que estaba conmigo y que no me abandonaría a pesar de las circunstancias. Sabía que él también había sentido la noticia, pero lo digería de otra manera, era un joven más fuerte, más hecho para vivir en un mundo de locos y hecho para soportar cualquier cosa, siempre pensé que estaba hecho de acero. Empecé a llorar descontroladamente cuando su abrazo fue más intenso, ya que, no solo pensaba en mí, me sentía realmente culpable por haber hecho que Jason también perdiera aquello tan valioso que llevaba el ADN de ambos.

- Debemos abordar ésto con tranquilidad, por favor, tenemos que pensarlo - me dijo con tono tranquilizador, dándome un suave y cariñoso beso en la mejilla - Ésta decisión es difícil, pero tenemos que decidirlo.

- No puedo... no puedo decidir la vida de la personita que vive en mi interior, ¿cómo podría simplemente pensar en matarla? - le pregunté desesperada, incapaz de seguir preguntando sin más -.

- Tenemos que pensar, al menos, qué hacer... - a veces, me sorprendía la calma que podía tener en situaciones desagradables o que incluían una gran dosis de estrés. Él simplemente me apoyaba y no necesitaba que le dijera nada más, no necesitaba que lo calmara porque él mismo ya guardaba la calma, era increíble - Podemos hablarlo cuando quieras, no hay prisa, ¿vale?

La verdad, ¿en qué momento debería elegir sobre la vida de mi hija? No tenía ni idea de qué pensar o dónde buscar algo que pudiera cambiar este momento tan duro por el que tenía que pasar. La decisión se cernía principalmente en si debía abortar debido a la avanzada malformación que presentaba en varias partes del cuerpo de la niña o quedárnosla e intentar que esté lo más cómoda posible; sinceramente, no me gustaban ninguna de las dos opciones, yo prefería volver al pasado y pensar que mi hija estaba totalmente sana y que no presentaba ningún tipo de malformación en su físico, pero todo ello parecía ser una ilusión, algo que tan solo aparecía en mi mente pero se desvanecía en pocos minutos, no era real.

Me tumbé en el sofá sin decir una palabra más, poniendo ambas manos sobre mi enorme barriga, protegiendo a mi pequeña de cualquier mal que pudieran causarle o incluso yo pudiera causarle debido a cualquiera de las dos decisiones que tomara. Intenté cerrar los ojos durante un rato, pero no podía dejar de pensar en ello, iba a ser madre e iban a arrebatármelo, tenía que pensar en algo que estaba cantado, se sabía qué era lo que se tenía que hacer, ya que, su dolencia estaba demasiado extendida. Mi cabeza iba a toda velocidad, reventaba barreras e intentaba entrar en aquellos lugares recónditos en los que pudiera ser que hubiera fallado o se me hubiera pasado algo, mi mente funcionaba tan rápido que parecía que en cualquier momento fuera a salirme humo de las orejas incontroladamente. Estuve con los ojos abiertos el resto de la tarde y durante toda la noche sin dejar de pensar lo mismo una y otra vez, sin abrir la boca ni un solo momento pensando en todas aquellas personas y cosas en las que iba a afectar mi decisión, entre ellas, mi madre; ésta, siempre había querido tener a una pequeña mujercita en la familia a parte de mí, me dijo que le hacía muchísima ilusión, ya que, el resto de nuestros familiares habían sido hombres y que no iría mal compartir casa con una niña.

- No puedes dormir, ¿verdad? - me preguntó Jason sobre las tres de la madrugada, al tiempo que giraba todo su cuerpo hacia mí. Yo negué con la cabeza y, como siempre, intentó tranquilizarme - Tienes que relajarte. Es un golpe muy duro para los dos y creo que debemos pensar en la mejor decisión tanto para ella como para nosotros, es complicado pero debe hacerse.

- Tú ya has pensado algo - afirmé, debido a aquel brillo que logré ver en sus ojos gracias a la luz que provenía de la calle y entraba por la ventana de nuestra habitación - Dime.

- Verás, Rachel. Sé cuánta ilusión le hemos puesto a todo ésto, de verdad que lo sé, pero creo que debido a todas las malformaciones que presenta la niña, deberíamos elegir la primera opción, la de abortar. Piensa que, en cierto modo, sería algo bueno para ella, ya que, no sufriría con todo lo que le está pasando en su cuerpo y nosotros podríamos seguir intentándolo como siempre lo hemos hecho - empecé a llorar como nunca antes lo había hecho, no sé si fue por el hecho de que a mí también se me pasó por la cabeza como un par de veces o tan solo porque no quería perderla - Lo siento mucho, creo que sería lo mejor.

- Tranquilo, a mí también se me ha pasado por la cabeza. Pero no creo que debamos quitarla de en medio tan solo por su físico, ¿no? - le pregunté algo más positiva, intentando convencerle de lo contrario pero, por lo visto, sin éxito alguno, ya que, ese plan tenía agujeros por todas partes -.

- No lo digo por su físico, lo digo por el sufrimiento que le va a ocasionar todo eso y, colateralmente a nosotros, ya que, somos los que debemos cuidarla y nos veremos en una situación increíble de impotencia viendo como los demás cuchichean y hablan de ella, le van a hacer mucho daño y no me gustaría que algo tan bonito que hemos creado acabe de esa manera - respondió con toda aquella sinceridad que albergaba en su interior. Lo peor es que sabía que tenía razón, pero tenía miedo de que fuera la errónea -.

- Tengo miedo, no quiero que muera. Ésto es demasiado... - le dije llorando a lágrima viva, no tenía ni idea de cómo íbamos a pasar por ello - Habías querido tanto ésto que no sé si después tú...

- Yo seguiré aquí, a tu lado. No voy a dejarte porque haya ocurrido esta desafortunada situación, me encanta estar contigo aunque no estuvieras embarazada, sabes ya cuánto te quiero, no vayas a pensar que algo tan grande como lo que siento por ti va a cambiar - seguido de estas palabras tan bonitas, me abrazó tan fuerte que pensaba que iba a ahogarme pero sabía que necesitaba que yo sintiera que estaría siempre conmigo, aunque tuviéramos que tomar esta difícil decisión -.

Traté de dormir un poco con las manos de Jason rodeando mi enorme cuerpo y cogiendo a nuestra pequeña con la mano, dándole el suficiente calor como para que también durmiera calentita. Jason había decidido y creo que no dudaba en absoluto, tan solo quedaba mi decisión, yo era la que podía hacer que se ejecutara o no el plan, el momento final, el momento donde todo terminaría para siempre, un momento que decidiría si mi hija moría o vivía. Nunca fue fácil para mí, ni siquiera cuando estuve verdaderamente decidida de qué camino tomar, de a dónde dirigirme y hacia dónde quería que fuese mi vida y quizá mi futuro matrimonio con el hombre que amaba.

Reflexioné duramente durante todo el fin de semana, viendo todas las posibilidades que se me planteaban y todo aquello que tenía sobre la mesa, con los pros y los contras, con los riesgos y los posibles momentos felices que podríamos tener, tan solo quería pensar que todo volvería a ser como antes y que nuestras vidas avanzarían, que Jason siempre estaría conmigo y que mi familia, al fin y al cabo, me ayudaría a pasar por este bache, pero no pude estar más equivocada. Decidimos el aborto como la opción principal y sería dentro de un par de días, tal como el ginecólogo nos recomendó, tenía que tomarme una serie de pastillas y parirla como si hubieran pasado los nueve meses. Ésto realmente fue lo más sencillo, ya que, tan solo eran unas pastillas que removían un poco lo que viene a ser el momento del parto, pero lo que vino después me causó ciertos momentos traumáticos, de duda y de confusión, momentos tristes y desesperantes en los que empecé a culparme por querer matar a aquella niña que vivía en mi vientre.

Os voy a ahorrar todos los métodos médicos que tuvieron que hacer para que pudiera parir a aquella niña tan deseada pero que no podía vivir con aquellas malformaciones en este mundo cruel y frío en el que sería señalada, no viviría como una persona normal y en el que tendría ciertas dificultades con la mayoría de las cosas. Todo pasó muy rápido, de hecho en unas dieciocho horas o algo así, ya había dejado de sentir los movimientos de mi hija en mi interior, no había podido verla, ni acariciarle aquella fina y preciosa cara, ni siquiera pude conocerla... ¿era ésto realmente lo correcto? Me lo he preguntado tantas veces que he llegado a perder la cuenta, incluso mi madre se lo plantea y hace tiempo que no me habla por haberle quitado la mejor oportunidad de tener a una preciosa nieta en sus brazos, como una persona egoísta y falta de sentido común, ni siquiera vio la situación en toda su plenitud o todo aquello por lo que Jason y yo estábamos pasando.

- No se preocupe, ahora tendrá algunos dolores y demás pero es totalmente normal. Respire hondo y, cuando se dé cuenta, estará embarazada otra vez y será como si ésto jamás hubiera ocurrido - me dijo el médico, supuestamente dándome ánimos, con aquella sonrisa incómoda y aquellos modales de no saber qué decir en un momento tan delicado. Además, me parecía repugnante que dijera que me olvidaría de mi pequeña tan fácilmente, como si nunca hubiera existido -.

- Creo que usted no tiene ni la menor idea de lo que significaba esa niña para mí, ¿verdad? - le pregunté a la defensiva, no soportaba aquellas afirmaciones estúpidas y con una carga bastante alta de falta de respeto, y mucho menos un hombre que no tenía ni idea de cómo me estaba sintiendo después de haber sacrificado a mi hija -.

- Deberíamos irnos - comentó Jason al ver aquel ambiente de tensión que se olía en el ambiente fruto mismo de mi anterior comentario hacia el médico fanfarrón -.

Como he dicho anteriormente, todo ocurrió muy rápido y las personas de mi alrededor incluidas mi familia y amigos, empezaron a distanciarse, ya que, no veían el aborto como una opción sana, como algo que se hiciera para proteger a una futura niña parcialmente sana, personas que pensaban que aquella decisión se había tomado por gusto, que no me había costado nada separarme de ella después de haberla sentido en mi vientre durante siete meses. A parte de ésto, mi madre dejó de llamarme para que notara que estaba en total desacuerdo con mi decisión de matar a un ser vivo que se está desarrollando tan solo por puro egoísmo, según ella, e hizo que ambos notáramos su ausencia en las comidas de los domingos.

Jason era el único que permaneció a mi lado, dándome la mano, abrazándome, pasando todo el tiempo posible conmigo y calmándome con aquellas dulces palabras que salían de su preciosa boca. Jamás había sentido que mis ojos verdosos se volviesen brillantes al mirar los suyos con aquel toque canela, nunca había sentido que mis labios gruesos pudiesen conectar tanto con los suyos con sabor a fresas y finos como un alambre, no había imaginado que mi pelo se sentiría tan mágico al ser acariciado por unas manos tan finas y bien cuidadas como eran las suyas, nunca pensé que mi cuerpo sería tan amado como lo fue con aquel calor que desprendía el suyo. Teníamos una conexión casi inimaginable, de hecho, desde que supimos lo del embarazo cada vez nos uníamos más y no podíamos separarnos, era como una fuerza que hacía que permaneciéramos juntos y que nos amáramos como la primera vez que nuestros ojos se toparon y brillaron de felicidad. 

Fue muy duro aceptar que mi pequeña Daira (como queríamos llamarla) ya se había ido, sintiéndome vacía por no sentir nada de lo que sentía cuando ella estaba, cuando reaccionaba a los sonidos, a la música e incluso, a la voz de su padre. Se fue sin poder decir adiós, sin siquiera respirar, sin decir ni una sola palabra, ni tan siquiera poder darle un beso de despedida... Tuvimos que cerrar la habitación que habíamos preparado para ella, cerrar aquella luz que se había encendido en nuestros corazones desde el momento en que supimos la noticia, teníamos que pasar página aunque las lágrimas rozaran mis mejillas cada vez que recordaba aquel momento en que me dijeron que había un problema con la niña, pensamos que lo mejor que pudimos hacer fue darle aquellos siete maravillosos meses sintiéndose querida, amada y atendida, aunque todo se hubiera ido al garete sin previo aviso y con todo, también perdí a toda aquella gente que conocía, que quería y que eran mi familia.

Los días pasaron, las lágrimas y el agobio continuo en los que me sentaba en el cuarto de la niña que ahora estaba en ningún lugar y me ponía tan mal como pudiese, como si sentirme culpable fuera mi castigo. Con todo ésto he aprendido que la vida te puede estampar varias sorpresas en plena cara, que te deja desgastado, triste y a punto de acabar hundido en lo más profundo, es capaz de hacer que toques fondo sin previo aviso... he aprendido que todo no es tan fácil como parece, que un día puedes ser la más feliz del mundo y al día siguiente, la más desdichada. He podido ver que las personas que te apoyan siempre es para las buenas noticias y que se van cuando las cosas se ponen feas porque no les interesa demostrándote que no se merecen tu amistad o tu cariño, he aprendido que todo lo que tienes te lo pueden quitar y que las cosas pueden cambiar radicalmente sin esperar nada. Sigo echándola de manos, sigue siendo una parte de mí aunque ya no esté, sigo aceptando aquella decisión difícil que tuvimos que tomar e intento que las cosas vuelvan a su cauce, pensando que quizá lo que hice no estuvo mal porque realmente la estaba protegiendo de un mal que no podríamos evitar, quizá hicimos bien para que se fuera sin dolor alguno, aunque nosotros quedáramos desamparados saliendo de aquel hospital, con las manos vacías después de varios gritos de dolor y de incontrolables contracciones, después de creer que aquello que creamos juntos había sido algo maravilloso aunque no pudiésemos verlo y que seguiríamos unidos aunque nuestras familias y amigos ya no nos aceptaran.

La verdad, para mí era suficiente con eso, con estar con la persona más importante de mi vida y poder seguir adelante con ella. Fue increíble que por un momento pensara que se alejaría de mí debido a esta difícil situación pero ahora veo que fui una estúpida por pensar algo semejante, quizá debí saber que Jason era mucho más especial de lo que yo imaginaba, con aquella sonrisa ancestral y aquellos ojos acaramelados llenos de compasión y amor allí donde iba. Tengo claro que jamás olvidaremos a Daira, que jamás olvidaré lo que sentía mientras estaba dentro de mí, que nunca dejaré de creer en aquello que formamos juntos, de que no olvidaré que Jason estuvo siempre a mi lado y que esta pequeña fue la que nos unió cada vez más hasta formar un increíble lazo inquebrantable que podía superar cualquier cosa y que podía llegar hasta el mismo cielo si quería, todo se lo debíamos a ella.


Follow my blog with Bloglovin

Comentarios

  1. Uf, este texto despierta muchas emociones. Muy bien escrito!! Te felicito por este trabajo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. Esas emociones son precisamente las que quería crear en los lectores.

      Un saludo y gracias por pasarte por mi blog :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Reflejo: