Grito:




No sé cuándo las cosas empezaron a ser distintas, cuándo nos distanciamos hasta casi ni conocernos o cuándo fue la última vez que hablamos, todo empezó a dar vueltas a mi alrededor sin un fin fijado. Las nubes oscurecían mi mente con una constante falta de entendimiento, con constantes preguntas y sin ningún tipo de respuesta, empezaron los gritos y las amenazas y parece que ya nada era como yo había pensado, ya no había nada que se pudiera hacer, tan solo era lo que querías tú contra lo que yo quería.

Dos mundos enfrentados en un campo de minas que intentan interactuar por todos los medios pero sin conseguirlo, uno de los dos debería desear mantener una conversación intensa y seria antes de poner por delante la opción de gritar, deberíamos pensar antes de juzgar y mantener tanto las distancias.

Personas incomunicadas en cada habitación, las cuales, no pueden salir, totalmente atrapadas y sin un fin común, ya que, cuando intentan hablar se ponen a gritar. Gritos por todas partes, viven en mi alrededor como pájaros que intentan que les prestes atención sin dejar de volar, sin dejarte en paz hasta que no te los quitas de encima de un solo zarpazo. Gritos que te acechan como pinchazos en tus costillas, como curiosas espadas que atraviesan tu estómago y te dejan desangrándote durante días sin oportunidad de curarte, como intensas fuerzas que quieren que caigas en un mar de lágrimas y te ahogues para que dejes de hablar, de defenderte, e incluso, de luchar.

Todo es mucho más complicado de lo que pensaba, con todo el sacrificio, la falsedad, la ignorancia, la falta de entendimiento y comprensión en un lugar plagado de prepotentes y farsantes a los que solo les interesa el dinero y el poder, que les veas en la cima más alta y les admires por ello, quieren ser dioses pero para mí, no son más que paja tirada a la basura. La locura se encierra en mi mente para no ser vista, los gritos acaban apagándose e intentando que vuelvan a su cauce, intentando enterrarlos en lo más profundo de mi ser, pero no sé cuánto tiempo más podrán soportar estar encerrados, incapaces de respirar, de emitir una sola palabra de negación, de contrariedad, de defensión... ¿por qué quieren acallarte? ¿Por qué nunca quieren que digas una palabra de lo que no estás de acuerdo? ¿por qué siempre debes reprimirte tú y no los demás? Desde hace tiempo, todo son por qués sin ninguna respuesta aparente, aparecen sin ningún miramiento o situación permanente, sin existir motivo alguno para ese silencio tan sofocante que me ahoga.

Este silencio empieza a pulular sin importarle qué pensamos, dándole igual cualquier cosa que queramos decir o expresar, le da igual mantenerse distante y apartado totalmente de las palabras, parece que le gusta ser el principal protagonista en una casa ahogada por la falsedad, un lugar donde se tiran las cosas en cara, donde te piden explicaciones por todo aquello que haces o quieres hacer y una casa donde la única opción es ir donde te lleva la corriente, acatando las normas, manteniéndote callado, intentando encerrar tus pensamientos y dejar de lado tus sentimientos, hacer cada día las mismas cosas estúpidas y tan solo dejarte llevar como las olas lo hacen con el mar. Acabamos siendo productos de nuestro silencio, cabalgando encima de él, el que nos persigue e intenta captarnos con sus olores a pasotismo y decepción, a venganza y pena, quizá a regocijo y negación. Nos atrapa y no nos deja salir, nos grita en nuestros oídos sin tener si quiera voz para hacerlo, pero sigue de pie, esperándonos, abriéndose paso entre nuestra locura para terminar comiendo de nuestra alma.

La luz intenta abrirse paso entre la oscuridad, pero acaba agotada de ir contra la corriente, contra esa fuerte oscuridad que permanece en nuestro interior y se esfuerza por permanecer ahí aunque nos opongamos. Con todas sus fuerzas intenta traspasar fronteras, nubes repletas de lágrimas, charcos de sangre, lluvias de pura ira e intenta pedir permiso para pasar ante las grandes puertas de la decepción sin obtener respuesta alguna. Esa luz, esa chispa... son hermosas, quizá de colores vistosos e increíbles, de aquellos que ni nosotros podemos imaginar, de aquellos que intentan mostrarnos el camino pero que no somos capaces de verlos, tan solo quieren mostrar que pueden más que la oscuridad, más que nuestro propio pasado y que pueden llegar a la meta en nuestro futuro, tan solo tenemos que empujar un poco más para poder ayudarlas, ¿podremos o tan solo es una mera ilusión formada por nuestra inocente mente resquebrajada y hecha añicos?

Todo acaba fluyendo hacia un corazón demasiado roto como para reaccionar ante un mundo de este calibre, con ese pasotismo y desasosiego, con esa rabia y criminalidad, con esa sensación de angustia y depresión, con esas ganas increíbles de explotar. Ese calor empieza a brotar hasta llegar a nuestros ojos, donde es capaz de verse el terror por aquello que se observa, aquello tan criminal que no puedes ni enfrentarte a ello, sube hasta tus orejas para que oigas cosas que ni siquiera tú deberías oír, acaba pasando por todo tu cuerpo hasta producirte intensos escalofríos que calificas como estremecedores o quizá, como terroríficos. Las personas cruzan por tu lado sin percibirlo, pensando que están a salvo en un mundo que ellos mismos destruyen sin siquiera pensarlo, no les interesa, tan solo huelen el consumo y la textura del dinero en sus finas y delicadas manos, tan solo respiran ropa de marca y productos absurdos de primera calidad; la oscuridad se cierne sobre ellos pero ni siquiera se dan cuenta, prefieren vivir en un mundo de unicornios y flores de diversos colores totalmente ajenos al presente que tienen ante sus ojos, pobres ignorantes...

Vociferan y gritan tan alto que llega hasta el mismísimo infierno, y pregunto yo: ¿es necesario gritar para hablar tranquilamente con las personas que tienes a tu alrededor? ¿tanto protagonismo necesitas en tu triste y decepcionante vida? Supongo que las cosas no son blanco o negro, no son como tú las piensas, no fluyen como el agua en un río lleno de patos, es obvio que a nadie le importa, así que, vale la pena dejar de pensarlo. Cosas que nos desgastan, que hacen que tu vida termine rozando con la de otro, momentos exasperantes en los que no sabes qué decir para defenderte, situaciones en las que no te dejan hablar porque prefieren gritar, les parece más humano y lógico... Las cosas importantes escapan de nuestras manos, no interesan, no están día a día porque prefieren pensar en otras cosas que no vienen a cuento, las cosas importantes acaban como arena al viento, como simples pensamientos que han venido a nuestra mente por placer o por nostalgia y tal como han venido se van, sin ningún tipo de explicación, ¿eso creéis? Permanecen porque preferís no hacerles caso y permanecer impasibles, ignorantes a toda señal de humanidad, a toda señal de gratitud o a señales de entendimiento. 

Todo oscurece, desaparece ante nuestros ojos poco a poco sin ni siquiera darnos cuenta, permaneciendo los gritos a nuestro alrededor, los problemas y las incomodidades, las situaciones tensas y sin sentido, momentos en los que preferirías cambiar de planeta porque éste te está volviendo francamente loca de atar. Existe algo que se llama "hablar", "comunicar" y "ser una persona", no debería existir el grito, el ser desagradable o estúpido, el no escuchar lo que otro va a decir, el no ponerte en los zapatos del otro, en no ver lo que el otro lleva encima de su espalda, esa enorme mochila que pesa más de una tonelada de un pasado difícil y de un futuro incierto. Ni siquiera pensar en la cercanía de la muerte es suficiente para hacernos reflexionar, ¿verdad? Ni siquiera el pensar que esa persona que sale de la puerta podríamos no volver a verla nunca más  o que las cosas sean distintas al tomar una u otra decisión, ¿tampoco es suficiente? No, parece que no, es más cómodo pensar en uno mismo y vociferar como nadie, para que te oigan hasta los vecinos del quinto y así demostrar que eres más hombre que el resto del mundo.

Interminables voces en mi cabeza, de pensamientos ahogados, de palabras reprimidas y sentimientos apenados, creen que nada debería ser tan oscuro, tan alejado de nuestra persona, tan inhumano y degradante, tan falto de alegría o cariño, demostrando rabia, ira y decepción hacia la otra persona, demostrando que no esperas nada de ella, mostrando que el mundo es mucho más triste de lo que yo misma creía. Podemos ser otras personas, podemos ser unos hipócritas y comportarnos de maneras diferentes, pero si no sabemos quiénes queremos ser en realidad, tan solo seremos paja, corazones rotos y sin ningún tipo de finalidad, preguntándonos qué hicimos mal o qué se nos pasó por alto aquel invierno del dos mil dieciséis, preguntándonos si debimos gritar a aquellas personas que se fueron por el hecho de no sentirse respetadas, queridas o valoradas, estaría bien preguntarse algo así antes de cagarla, estaría muy bien... ¿verdad?
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