Invisible:





No pensé que ésto fuera realmente importante, no pensé que ser alguien que no le gusta llamar la atención, se convertiría en una pesadilla de la que no podría despertar. Siempre he sido alguien normal, aunque nunca me hayan apreciado de tal manera, siempre he tenido mis más y mis menos con la familia y con los pocos amigos que tengo, aunque siempre me haya gustado quedarme al otro lado de la calle, observando a las personas pasar, sus acciones, sus miradas de envidia, soslayo, interés, quizá de sentirse inútiles, de felicidad... de varias cosas en realidad; siempre me ha gustado ver en la distancia aquello que jamás voy a tener, algo que siempre he querido mantener alejado: las relaciones humanas. Este tipo de cosas me relajan, sobre todo verlo en terceros, pero me pone ansioso cuando las miradas se dirigen a mí, cuando tengo la total atención de cuántos me rodean, es algo que me agobia tanto que preferiría correr antes que quedarme incómodamente en una conversación que, con toda seguridad, no quisiera mantener con esas personas.

Me fui a casa después de almorzar en la terraza de uno de mis bares favoritos, era tan rústico que lo hacía especial, y uno de los encargados era uno de mis mejores y fieles confidentes, era alguien muy íntimo con el que solía compartir muchas de mis inquietudes y era alguien muy interesante, digno de conocer, alguien al que fui incapaz de dar la espalda; éste, siempre me reservaba la mesa más apartada del resto y la que tenía mejores vistas a la calle, para que pudiera observar, como un halcón. Abrí la puerta y allí estaba, todo mi trabajo encima de la mesa, había escrito tantas hojas que era incapaz de tener la idea de dónde meterlas; además, últimamente, había perdido la inspiración y no tenía ni idea de lo que escribir, tenía ideas pero se disipaban en el aire, intentaba expresar mis sentimientos pero no estaba siendo nada fácil transcribirlos con unas palabras apoteósicas, era realmente complicado, y más si estabas echo un lío y tenías una sensación muy rara en todo tu cuerpo, como si sintiera que fuera a morir mañana mismo; los escalofríos recorrían mi espalda, mi cuerpo temblaba en ciertas ocasiones, me sentía inquieto, mi corazón palpitaba con una rapidez que no había sentido nunca y empezaba a sentirme aterrado, quizá fuese algo que hice que me dejó helado... quizá. 

Mi criada Eulalia, se acercó para recibirme. Me quitó el abrigo, cogió mi bufanda y lo colgó en el perchero detrás de la puerta de entrada. La miré fijamente, esperando que dijera algo, normalmente solía darme la bienvenida, aunque algo incómoda, ya que, suelo ser algo bruto e impaciente con las personas, no me gusta que me hablen ni que ronden por mi alrededor como moscas que rondan por excrementos de perro.

- Bienvenido a su casa, señor - me dijo, mirando hacia abajo, como si saludarme hubiese sido el peor error de su vida - ¿Desea usted tomar una taza de té o café?

- No, gracias. Quiero estar en mi despacho sin que nadie me moleste, tengo mucho que hacer - le dije, seriamente. Quería reflexionar sobre el libro que tenía entre manos, quería captar todas mis ideas e ir expandiéndolas hasta conseguir que me saliera la historia que llevaba tanto tiempo queriendo transmitir -.

- Eso no va a ser posible, señor. La señora Vanderbiken está esperándolo en la sala de estar, me ha comentado que el asunto que quiere tratar con usted es de total urgencia, se trata de su hija Clara - me dijo casi con voz susurrante. Sabía que odiaba que me llevasen la contraria y tenía miedo de lo que mis gritos pudiesen hacer a sus oídos, pero había disfrutado de un gustoso almuerzo y de un día espléndido y no iba a estropearlo la estirada de mi ex mujer -.

- De acuerdo, Eulalia. Dígale a mi ex mujer que voy allí de inmediato - prefería lidiar con ésto cuánto antes, quería quitármela de encima y poder dedicarme de lleno a mi novela -.

Terminé de ojear las cartas que habían llegado a mi despacho, aquellas que le había dicho a Eulalia que no tocara por nada del mundo, no eran de su incumbencia. Muchas de ellas, eran de personas fanáticas de mis novelas de terror, de desenfreno y de fantasía, otras eran de mi hija Clara que me hablaba desde el lugar en el que se encontrara (viajaba mucho con su madre, debido a que era periodista y le hacían recorrer varios países en busca de noticias sustanciosas para su dichoso programa basura de cotillas e inútiles jefes), y las últimas, eran de mis humildes padres, que hacía tiempo vivían en Suecia, su ciudad natal y tan solo querían saludarme. Las guardé en el cajón del escritorio para responderlas más tarde y me dirigí al salón de estar donde se encontraba la arpía de mi ex mujer, alguien a la que te gustaría arrancar la lengua para que dejara de hablar de estupideces sin importancia.

Nuestro matrimonio fue muy bien al principio, siempre ha sido una mujer muy fuerte y siempre me apoyó en cualquiera que fuera mi problema, pero era demasiado sociable, mandona, confiada, estirada, cotorra... me tenía harto, siempre tenía que hablar de todos nuestros vecinos y después les hacía buena cara, muchas veces me despreciaba delante de muchos de los amigos con los que solíamos ir y con los que ahora no tengo ningún tipo de contacto...; al final, todo se transformó en divorcio, no la soportaba más y le puse los papeles encima de la mesa para que los firmara, pero me pidió muchísimo dinero, quedándose con los dos mercedes que teníamos y con nuestra hija, lo cual, lo peleé pero no hubo nada más que decir, el juez lo apoyó. Así que, ahora la tenía enfrente de mí, observándome con esos ojos azules de arpía desquiciada, ese vestido rosa chillón, como si fuera disfrazada como un payaso, ya que, hacía juego con el fuerte colorete que se había aplicado en sus tersas mejillas; llevaba un sombrero enorme del mismo color y su cabello rubio y liso sobresalía por el mismo hasta llegar a la parte donde se encontraban los riñones; hasta su aspecto siempre me pareció demasiado para una mujer joven y con sueños que cumplir, con metas y con un marido que solo le quiso dar todo lo que ella quería, que quiso cuidar de su familia... de aquella que ella arruinó por su egoísmo y falta de decencia. Estaba sentada en el sofá, cerca de la televisión esperando que yo me sentara delante de ella, no quería tener que levantarse, se le podían caer las piernas a cachos... dios, no sé cómo me pude casar con esa mujer... ¿quizá por el sexo salvaje? No sé...

- ¿A qué has venido, Desiree? - le pregunté, emitiendo un pequeño suspiro para que no notara lo cansado que me encontraba de vérmela siempre con esa prepotencia que sobresalía de todos los poros de su piel y esos ojos de remilgada estirada -.

- Para decirte que te voy a dejar a la cría unos meses, me voy con Peter a recorrer mundo - respondió con aquella voz tan penetrantemente insoportable. Peter era el nuevo amor al que iba a sacar la sangre como una sanguijuela ansiosa por tener algo sustancioso que comer, era el tipo con dinero que había elegido para heredar todo lo que tuviera, por eso venía tan bien vestida y con esa prepotencia inigualable -.

- Podrías habérmelo dicho por teléfono - le respondí secamente, me importaba bastante poco dónde quisiera o no quisiera irse de viaje. Lo único que quería era venir a aquí para fanfarronear, como de costumbre -.

- Quería que vieras en qué mujer me he convertido después de nuestro divorcio- sonrió de oreja a oreja, intentando que me molestara que estuviese con un hombre tres veces más rico que yo, más joven y más imbécil; el problema para ella es que no me importaba lo más mínimo su vida o a quién hubiera elegido para hacerle la vida imposible - Voy a casarme con Peter en París - terminó con aire soñador, con aquella voz tan chillona e inquietante de Barbie que solía hacer cuando estábamos juntos; una voz increíblemente repulsiva -.

- Pues pobre de él - le espeté sin importarme lo más mínimo lo que sintiera, si pensaba que iba a hacerme el mínimo daño, estaba muy equivocada - ¿En qué mujer te has convertido? En la misma arpía amargada y sin corazón que eras cuando te casaste conmigo, por favor, sé sincera contigo misma, al menos - me levanté para invitarla a largarse de mi casa - Tan solo necesito que me digas qué día vendrá Clara y a qué hora, llámame cuando vengas a recogerla y ahora, lárgate de mi casa, Eulalia te acompañará a la puerta.

Sin decir ni una palabra más, debido a la increíble humillación que acababa de pasar por parte de su no tan rico ex marido, me dio una tarjeta con todos los datos que le había pedido para que Clara pudiera tener una buena estancia en mi casa. No había tenido mucha relación con mi hija ni con ninguna otra persona en realidad, pero en algún sitio debía quedarse... Clara era una niña de ocho años muy despierta, siempre andaba correteando por el lugar que estuviera, no paraba de moverse y siempre quería jugar, menos conmigo, sabía que yo no tenía tiempo para ello, así que, contrataré a la niñera que más le gustó hará un par de años para que juegue con ella y yo pueda dedicarme a mi novela tranquilamente.

Cuando Desiree se fue de mi mansión cerca de uno de los bosques más frondosos que había tenido el placer de pisar, lleno de tranquilidad, de calma y de pura inspiración para la escritura, volví a mi despacho para ordenar mis ideas, para mirar por la ventana y respirar por fin aliviado de que ya no había nadie más que me inquietara durante el resto del día, ya que, no tenía ninguna otra cita que pudiera preocuparme. Era difícil ser escritor, vender tus libros y no relacionarte con tus fans o con aquellos que creen que lo saben todo sobre ti y tus novelas cuando realmente no saben absolutamente nada, era difícil no agradecer que tu familia o amigos te den la enhorabuena por el "best seller" que has sacado recientemente o por todo aquello que has conseguido, pero todo ello, sigue repeliéndome, me acabo metiendo en mi despacho cómodamente, rezando para que no vayan a venir visitas o vaya a tener que relacionarme con alguien que no quiero o con alguien que no conozco, es cómodo pero creo que me irá consumiendo poco a poco más adelante, ¿o lo voy sintiendo ya?

La inspiración fluyó de mí tan fuertemente que me quedé gratamente sorprendido, así que, me enrolé en la novela que tenía entre manos, la cual, tenía una mezcla entre terror y fantasía, algo que gustaba e impactaba a mis lectores, según comentaban en las redes sociales. Cuando me di cuenta, todas las ideas que había plasmado en papel, empezaron a tomar forma, me estaba gustando todo lo que estaba saliendo de mi interior, pero algo hizo que parara de tocar el teclado del ordenador, algo que me dejó completamente perplejo, algo que no puedo explicar con palabras. Mis manos, posadas sobre el teclado del ordenador se estaban volviendo transparentes y casi ni podía tocar el teclado, ni siquiera sentía el tacto... esa "transparencia" empezó a coger forma en mis brazos y en el resto de mi cuerpo tan rápidamente que no pude pararlo y, evidentemente, ya no podía gritar, porque ni mi voz llegaba a oídos de mi criada Eulalia. 

Sentía un verdadero pánico, pensé que todo ello estaba pasando por alguna razón, extraña o no, quizá sería por algo que llegué a sentir a lo largo de mi vida, sería por algo que dije o... quizá por la soledad que necesito como si fuera agua, que es la que siempre me ha dado vida y fuerzas para dejar a las personas atrás sin pensar si quiera en si les hago daño o no, ya que, simplemente pienso que no me convienen. Me di cuenta de que quizá, tenía razón, que mis pensamientos en ese mismo momento tenían todo el sentido; yo mismo había creado esta grave situación en la que ahora mismo era un ser invisible, en la que nadie me oía aunque gritara, en la que me hacía sentir descolocado y, a la vez, desconsolado. Las cosas que tocaba también desaparecían y algunas otras de mi escritorio como fotos en las que salía con mi hija, solamente desaparecía yo... estaba desapareciendo del mundo. Pero los peores momentos no fueron éstos, los peores fueron los que vinieron más tarde cuando mi hija vino a casa para pasar allí unos meses debido al compromiso de su madre con ese tal Peter. Me gustaba tenerla allí, pero a veces, era un estorbo; sé que es algo muy duro decirlo e incluso oírlo, pero no puedo evitar decir que mi hija siempre ha retrasado mi trabajo, no he podido concentrarme y mi inspiración se ha ido hacia otro lado sin yo quererlo y no hay nada peor que una hoja en blanco y sin ideas elaboradas que transmitir a tu público.

La niñera de Clara había llegado tan solo unas horas antes de que la niña apareciera por la puerta tan encantadora y saltarina como siempre. Eulalia le dio la bienvenida con los brazos abiertos y Rebecca la niñera también, el único que no aparecía era el bruto Clive, su padre. Me puse delante de ella, aunque invisible, y le gritaba que me escuchara, que estaba justo delante de ella, pero no había manera de que me oyera. ¿Era ésto lo que me merecía por haber sido tan mal padre?

- Venga Clara, ve a jugar al jardín trasero, ahora mismo voy yo - le dijo Rebecca, dándole un dulce beso en la mejilla a la pequeña con los mofletes enrojecidos por tanta atención -.

- Voy a dejar su ropa en la habitación, señorita Rebecca. ¿Necesitan algo de mí? - preguntó la tan educada criada, la cual, era más ruda de lo que aparentaba ser -.

- Quiero preguntarle algo, Eulalia - añadió Rebecca con tono susurrante e inquieto cuando la niña se hubo ido al jardín de atrás para jugar en los columpios que construí para ella hacía ya unos años - ¿Sabe donde está el señor Clive Morgen?

- No tengo ni idea, seguramente habrá salido. Es un hombre muy callado, nunca dice a dónde va, simplemente se va - le respondió encogiéndose de hombros, mientras yo estaba allí plantado mirándolas como un estúpido - Puede llamarle, si quiere.

- Gracias, Eulalia - Rebecca se marchó sin más dilación para jugar con Clara en el jardín -.

Estuve varias horas intentando volver a mi estado natural, es decir, a mi estado de humano. Creía que todo aquello había ocurrido por mi gran aislamiento de la sociedad, por no haber criado a mi hija como es debido y que prefiero contestar rudamente a las personas que amablemente, seguramente nadie me ha llegado a querer del todo, ya que, ni siquiera les dejo conocerme. Pero nada cambió, seguí en ese estado durante semanas, observando a mi hija jugar y viendo cómo todos los recuerdos que tenían que ver conmigo en las personas que conocía o amaba desaparecían y empezaban a no saber quién soy; muchos fans leales de mis novelas, se olvidaron completamente de quién era yo y mis libros fueron desapareciendo conforme pasaban los días y las semanas, empecé a pensar que no había ningún tipo de salvación para mí, quizá era ésto todo lo que merecía.

Al cumplirse un mes de mi estado invisible, empecé a aceptar que ya no volvería a escribir, a abrazar a mi hija incómodamente, a volver a mandarle algo a mi criada porque ni siquiera me escucharía aunque le gritara, no volvería a discutir con mi ex mujer... algo bueno tenía que salir de todo ésto, ¿no? Pero algo sí tenía, habían pasado muchas cosas a ser invisibles como algunos bolígrafos y varias hojas de papel, así que, seguía con la mayor afición que había tenido nunca: escribir. Seguía observando a las personas, podía ver más cerca a mi hija crecer y podía ver en qué líos se metía mi gran amigo el del bar, el que me hacía esas reservas en mesas apartadas de la gente, esa gran persona. Al fin y al cabo, acabé apartado, después de haberme creído tanto que era invisible en un mundo de egoístas, interesados, egocéntricos, perezosos, inútiles y bocazas, después de todo eso, me había vuelto definitivamente invisible, tal y como me trataban, tal y como yo me veía en el mundo. Me arrepentía de no poder hablar más con mi hija o insultar un poco más a mi mujer o no volver a tener esas agradables conversaciones con mi fiel confidente; sí, quizá de todo eso me arrepiento, pero estoy más cómodo que nunca, sin molestias, gritos, incomodidades... estoy solo en un mundo demasiado loco para mí.




Comentarios

  1. Hola Laura ! me ha encantado tu blog, me gusta la manera en la que escribes, la manera que transmites emociones en letras.. :) seguire pasandome por tu blog cuando actualizes.. :)

    te envio un abrazo. y te dejo tambien el link de mi blog, para que pases a leer un rato.. ;)

    saludos!

    http://paulinabrcs.blogspot.mx/

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    1. Muchas gracias, Paulina. Te agradezco tu comentario y que hayas visitado y comentes mi blog; mi objetivo es transmitir emociones, me gusta que el lector sienta lo mismo que el protagonista.

      Me pasaré por tu blog sin duda, ¡gracias y un saludo!

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  2. Extraordinario! Disfrute leer.

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    1. Me alegro de que te haya gustado, muchas gracias por pasarte por mi blog.

      ¡Saludos!

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  3. No cabe duda de que su estado final era una consecuencia de todo lo que vino sembrando anteriormente, unido a ese deseo que tenía de no ser molestado por la gente y de ser casi "invisible" incluso para su propia hija.

    Se aislaba tanto por los libros que al final nunca se dio cuenta de que no todo es eso, puedes ser famoso o ser millonario, pero si no disfrutas de la vida, ¿qué sentido tiene ser una máquina de escribir humana con patas y cabeza? Al menos él no estaba muy a disgusto con su transformación jaja.

    ¡Buen desarrollo del personaje y su cambio, un saludo!

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    1. Veo que has captado la idea. Este personaje como tu bien dices, ha ido recogiendo aquello que sembraba pero también era por su forma de ser, muy retraído y siempre pensando en sus libros, no le gustaban las personas y tan solo quería observar. Al final, creo que aceptó su estado, sí.

      Gracias por tu comentario, me alegro de que te haya gustado :)

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