Adiós a la Inocencia:




Cuando abrí los ojos había justo una niña de doce años enfrente de mí apuntándome con un arma. Al principio, pensé que estaría jugando y quería darme un susto, sería la hija del que me había secuestrado y quería hacerme una broma, mientras yo seguía atado a aquella silla de manos y pies, completamente mojado por todas aquellas veces que había sido torturado sin poder abrir los ojos y con aquella respiración continua y algo desesperada que suspiraba en mi oído. Todo lo que pensaba era mentira, esa joven que ahora parecía completamente adulta a mis ojos, era la causante de todo el dolor que había pasado durante horas, era la causante de desgarrar cada centímetro de mi cuerpo y de cada chillido que salía disparado de mi boca; la verdad, no tenía ni la menor idea de cómo una niña con esa edad podía hacer sufrir tanto a alguien, pero la respuesta vino a mí rápidamente: ella debió de pasar por algo parecido o debió de sufrir mucho en el pasado, por lo que, devolvía la misma moneda a otro que supone que ha hecho el mal.

Su respiración entrecortada y la forma en la que le temblaba la mano con la que me apuntaba, me daba a entender que ésta era la primera vez que hacía algo semejante y le causaba verdadero terror el hecho de que yo pudiera soltarme de una forma u otra, ya que, le superaba en estatura, fuerza, resistencia y podría dejarla en el suelo de un solo puñetazo, parecía algo delgada pero bastante resistente. Me dediqué a observarla detenidamente, esos cabellos castaños, esos ojos tímidos del mismo color, esos labios finos que pedían a gritos que alguien la sacara de aquella situación, ese cuerpo esbelto y resistente cubierto con unos vaqueros y una sudadera negra; su aspecto no era el de alguien que quisiera venganza o hacer daño por placer, era extraño que tuviera alguien de ese perfil mirándome fijamente y dudando de si dispararme o no. Más tarde, miré a mi alrededor y me fui dando cuenta del lugar en el que me encontraba y cómo una joven con esa complexión física algo carente de fuerza podría haberme llevado hasta aquella casa mugrienta, deshabitada y alejada de la carretera, ya que, no se oía ningún coche alrededor. Para algo me ha servido ser un policía retirado, a parte de haber visto a gente asesinada, torturada, violada y otras cosas que prefiero no recordar; todo ésto me estaba causando verdadera intriga, quería saber más de aquella pequeña niña que tendría que estar ya en la cama en vez de amenazando a un tipo que tenía contactos importantes en el Gobierno, aunque estuviera retirado.

- Antes de que le hagas daño a alguien con eso, me gustaría saber quién eres - le dije con voz pausada para que no se asustara y apretara el gatillo sin querer. Que fuera algo atrevido no quería decir que quisiera estar muerto -.

- ¿No me recuerdas? - preguntó con aquella voz suave, pero decidida - Era de esperar - su desprecio me dio a entender que le llevó un tiempo encontrarme y que la rabia que podría albergar dentro se iba haciendo cada vez más grande conforme pasaba el tiempo; esa rabia era alimentada por las ganas de vengarse -.

- Me resultas familiar, pero concretamente no sé de qué - rememoré un tiempo atrás, pero no había nada de aquella joven, quizá fue algo que se me debió pasar, pero todavía no encontraba la situación de la que ella me hablaba -.

- ¿Recuerdas a aquel feto que iba dentro de una mujer de pelo castaño, ojos negros y sonrisa seductora? Una mujer llamada Jessica - aquello me estaba pillando totalmente por sorpresa, decidí no contestar para no herir sus sentimientos, ya que, no recordaba nada de lo que estaba diciendo - Fue la segunda mujer con la que estuviste como unos seis meses. Cuando supiste que estaba embarazada preferiste huir como una cebra huye de un león, es patético.

Todo cobró sentido. Jessica fue una mujer con la que estuve durante unos meses como bien dijo ésta joven, supe que estaba embarazada pero ella me dijo que no tenía por qué responsabilizarme de aquella niña si no quería; sé que mi decisión fue cobarde, pero era joven e inexperto y no quería que mi familia fuera salpicada por ello, así que, prefería mantenerlo todo en secreto, ni siquiera mi mujer y mis dos hijas lo saben. Me equivoqué, ésto sí que era una venganza y puedo recordar que, después de beberme el vaso de agua antes de acostarme me desmayé; ésta joven entró como una ninja en mi casa y consiguió meter algún tipo de solución en mi vaso de agua mientras yo estaba en la ducha, así es como consiguió que me desplomara y así poder traerme aquí, pero debió de utilizar a alguien para traernos hasta aquí, ya que, dudo que tenga carnet de conducir.

- Recuerdo a tu madre, ahora la recuerdo - le dije para ver si podía tranquilizarla y hacer que confiara en mí, pero parecía que llevaba el mal dentro desde hacía algunos años, algo debió pasarle y por eso me echa la culpa a mí de todo - ¿Qué te ocurrió?

- ¿Por qué preguntas eso? - hizo una mueca con sus labios mostrándome su desprecio hacia mí, como no la conocía demasiado no me importaba mucho, solo quería salir de allí con vida y lo antes posible -.

- No creo que me estés apuntando con un arma porque no hubiera participado en tu educación - le dije obviando lo obvio - Así que, he pensado que debió pasarte algo después para que ahora estemos en ésta situación, ¿no crees?

- Se nota que eras policía - no sabía de dónde había sacado la información, pero seguía con esa cara de pocos amigos de la que parecía presumir - Y sí que me pasó algo, ya que, fui vendida y violada por montones de hombres, pasada de unos a otros. Me drogaban para que no supiera exactamente dónde estaba, me apuntaban con un arma cada vez que quería abrir la boca, me amenazaban con matarme cada vez que les negaba que me tocaran y, por si fuera poco, tenía que robar para ellos - sus ojos estaban empañados debido a las lágrimas. Agaché la cabeza, no sabía qué decir después de escuchar todo aquello -.

- ¿Y tu madre? - le pregunté extrañado. ¿Cómo podía ser que hubiera sido vendida si tenía a su madre para protegerla? Seguía algo perdido -.

- Mi madre fue la que me vendió, era drogadicta y ya no sabía de dónde sacar el dinero. Vendió hasta el coche del que disponíamos para transportarnos de una ciudad a otra, le embargaron la casa, ya que, todo el dinero que tenía se lo gastaba en drogas, y llegamos a vivir bajo un puente durante unos años. Un día, no supo qué más hacer porque ya no le quedaban ni mantas para resguardarnos de ese frío que nos helaba en invierno debido a que lo había vendido para comprarse más y más veneno, por lo que, encontró a unos tipos que hacía mil que no habían tocado a una mujer, estaban cachondos y le dijeron que le darían un buen suministro de droga a cambio de que les diera a esa niña de nueve años que tenía entre sus brazos, ella accedió complacida, sabía que iba a tener aquello que quería por partida doble. Un par de años después, supe que murió de una sobredosis - sus lágrimas rozaban sus mejillas sin parar, no podía controlar aquel llanto y la pistola cayó al suelo, no podía sostenerla, parecía que se encontraba débil debido a todo aquel dolor que permaneció dentro de ella tanto tiempo - ¿Ahora lo entiendes?

- Siento mucho todo lo que te ha ocurrido, pero sigo sin entender qué pinto yo en ésta silla y en éste lugar infernal - le respondí mirando a mi alrededor para que se diera cuenta de que todo aquello no tenía sentido, pero acabaría teniéndolo en un ratito, igual que la obertura de mis ojos y el remordimiento que iba a sentir muy adentro de mí -.

- Cuando escapé de aquella gente por fin, fui a una mujer que conocía desde hacía algún tiempo y la que me dijeron que era una asistenta social muy buena y le dije que quería conocer a mi padre, que no quería ir a un orfanato, así que, al ver lo grave que me encontraba me llevó a su casa hasta que encontró tu expediente, no me dijo dónde lo encontró. Me dijo tu nombre y que intentaría contactar contigo lo más rápido posible durante toda aquella mañana para ver si podía concertar una cita, pero llegó a casa por la noche y me dijo que no quisiste saber nada del tema, no querías saber nada de mí y que le colgaste de forma algo violenta - ésto sí lo recuerdo, aunque vagamente. Me había casado con mi mujer y acababa de nacer la segunda niña, estábamos muy ilusionados y no quería que ella se decepcionara o pensara algo que no debía de mí, tuve miedo y eso es lo que me consumió y lo que hizo que le dijera que no a ésta joven que también era mi hija - Ésta mujer me dio tu dirección y durante éstos últimos tres meses he estado siguiéndote. He visto cómo es tu vida, cómo estás con tu mujer y cómo disfrutan tus hijas de ti, yo también quería eso, ¿sabes? Tan solo disfrutar de mi padre y que me diera un lugar seguro en el que vivir, que me diera comida y cobijo, pero no estabas por la labor.

Ahora entendía por qué había acabado en aquella silla y no sabía cuál iba a ser su reacción final, si coger la pistola y apretar el gatillo o dejarme libre debido al dolor que le estaba causando contarme todo aquello. Seguía respirando fuertemente, como si le faltara el aire, seguía indecisa y dolida a la vez; realmente entendía el motivo de su sufrimiento y si hubiera sabido por lo que había pasado quizá podría haberla mantenido económicamente, al menos, procurando que mi mujer no se enterara de ésto, no quería que ni ella ni sus padres o mis hijas tuviesen un disgusto. Todo era muy complicado y no sabía qué responder a todo ésto, así que, intenté tranquilizarla diciéndole que ahora podía tener a su padre cerca para lo que quisiera, que sentía mucho todo por lo que había pasado y que lamentaba ser una de las personas que habían estropeado su vida, pero yo también tenía la mía y no podía dejar que todo ello dejara de existir por arte de magia.

Volví a levantar la cabeza y la vi apuntándome con el arma otra vez, ahora sin lágrimas en los ojos e intentando controlar sus emociones, sabía lo que debía hacer conmigo, por supuesto. Ésto no iba a ser algo bueno para ella, no podía siquiera atreverme a pensar en qué lo era porque no la conocía y no tenía mucho derecho después de abandonarla a ella y a su madre y haber sido el motor que hizo que su madre se enganchara a las drogas y la vendiera a unos tipos para comprar más, había sido un capullo, lo reconozco. Como dije era complicado y tenía que ser algo práctico para evitar un desastre.

- ¿Sabes a caso hacia dónde va a ir tu vida si aprietas ese gatillo? - le pregunté sintiéndome el tío más importante del lugar, pero estando aterrado realmente -.

- Hacia la libertad - respondió sonando su voz claramente, como si tuviera la total certeza de ello - Si te quito de en medio, al igual que a tu familia, quizá pueda respirar en paz, pueda seguir adelante y apartar a todas aquellas personas que me habéis causado tanto dolor, no puedo seguir necesitando a gente que no quiere saber nada de mí. Tengo que avanzar.

- ¿En la cárcel? Si me tocas solo un pelo, sobretodo si me matas, vas a tener a todas las fuerzas del orden detrás de ti, ya que, como parece que sabes muy bien, he sido policía y me tienen un gran aprecio. Quizá no te caiga solamente cadena perpetua, sino que, te va a tocar sentarte en la silla eléctrica viendo tu final pasar y sabiendo que podrías haber reconducido tu vida en otra dirección y no teniéndome aquí atado como a un criminal - de repente, vi una pequeña vacilación en su rostro, pero seguía queriendo controlarla -.

- ¿Crees que no puedo salir de aquí? ¿Que no tengo a gente que me ha ayudado a poner fin a ésta lucha? Me ha costado mucho llegar hasta aquí para dejar pasar ésta valiosa oportunidad, tengo que hacerlo - su mano volvió a temblar, preparó el arma para disparar y el pánico corrió por mis venas, tenía que controlarlo. La cara de mis hijas cruzó mi mente y no podía permitir que se quedaran sin padre -.

- Abandonarte con tu madre fue lo más difícil que hice en mi vida, aunque creas que no. Era joven y algo inexperto, aún no había disfrutado de la vida y de verdad que quería vivirla todo lo que pudiera. Mis padres son intensamente frágiles y no quería quebrar sus vidas por completo causándoles más problemas con una niña y con una boda con una mujer a la que había conocido hacía poco, todo hubiera sido un desastre. En esos momentos, no hubiera sido un buen padre y no voy a mentirte, me cuesta serlo con mis hijas pero ahora es otro momento en mi vida en la que...

Definitivamente, había disparado. La bala cruzó la parte frontal de mi cerebro, aquella joven tenía buena puntería, quizá lo tuviera en la sangre... Mi vida había pasado tan rápido ante mis ojos que no sabía exactamente cómo explicar todo lo que habría perdido en tan solo un segundo; un día estás abrazado a tu familia, riendo, comprando en un supermercado, leyendo, solucionando un problema... y, de pronto, te ves a ti mismo muerto en una silla completamente atado a manos de una niña que quería vengarse en un lugar remoto, mugriento y completamente desolado. Jamás hubiera permitido que nadie hubiera muerto en aquel lugar, me hubiera dado vergüenza, sería una completa deshonra y menos un antiguo policía que había trabajado tan duro para llegar donde había llegado para ahora dejar a su familia sola, en la total desolación.

Durante todo aquel tiempo que me mantuvo cautivo, nunca le pregunté su nombre, parecía que no importaba, no parecía importante. Cuando alguien se convierte en invisible y en un ser al que a nadie le importa, es el momento en el que empieza a interiorizarlo y a creerlo muy dentro de sí mismo, llega un momento en el que acaba borrándose del mundo entero dándole igual absolutamente todo. No pensaba que fuera capaz de usar esa pistola, supuse que con la edad que tenía no sabía usarla, pero sí sabía que no debí defraudarla cuando aquella asistenta social llamó para comentarme su problema, debí haberme desvivido por ir a buscarla y haberle dado aquel abrazo que tanto necesitaba en aquel momento después de todo lo que le ocurrió. Ahora, mi familia se quedaría sola y ésta joven saldría de allí tan rápido como pudiera, sin contar por qué lo hizo o por qué llegó a aquel extremo, mis hijas crecerían sin saber por qué su padre fue asesinado o por qué las abandonó de aquella manera cuando solo estaban floreciendo como las flores silvestres, jamás sabrían quién había cometido ese crimen.

Nunca más podría acercarme a ellas y decirles que disfrutaran de la vida, de cada día, de cada momento, que todos ellos eran especiales. No podría decirles que las personas siempre están alejadas de uno mismo porque siempre debes creer en aquello en lo que crees y no en lo que quieren ellos que creas; que no sean aquello que no quieran ser... Supongo que todo se termina aquí, en la oscuridad. Supongo que toda la vida ha sido como una ilusión, como un espejismo que he visto pasar delante de mí una sola vez. Supongo que las personas que han pasado por mi vida me recordarán como quién realmente fui pero también seré "el policía que fue asesinado". Supongo que los malos seguirán siendo malos y que esa niña de doce años que decidió apretar el gatillo se irá lejos, pero sabrá que la venganza no la ha hecho sentir mejor, ni siquiera la dejará respirar; mi muerte hará que cada mañana se despierte de un salto al recordar el disparo, el momento en el que mis ojos se cerraron y en el que mi último suspiro indicó que ya estaba muerto, eso jamás lo olvidará. Nunca se olvida la primera muerte, nunca se recupera de la venganza, ni las cicatrices terminan de cerrarse...


Comentarios

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Entre las Sombras: