Objetivo:




Mi pequeña casa en la playa simboliza el cariño que le tengo a la calma, el mar azul hace que te sientas relajado antes de hacer cada trabajo, antes de mirar los ojos de alguien y ver cómo su vida se va apagando. Mi pelo negro recogido en una coleta ahora está ondeando al viento, ya que, en la terraza en la que me encuentro el aire suele dar con más fuerza; mis ojos azules ven la profundidad del mar y la oscuridad que cada persona puede enterrar en sí misma; mis labios gruesos son capaces de pronunciar palabras inimaginables y provocar un dolor tal como una afilada cuchilla que penetra en el corazón; mi esbelto cuerpo se encuentra adornado con mi traje de trabajo, es decir, llevo una camisa negra y suave debajo de la chaqueta de cuero, llevando también unos pantalones ceñidos y negros que combinan hasta con mi pelo. Sigo pensando mientras le doy pequeños sorbos a mi café recién hecho cómo he llegado hasta aquí, hasta hacer lo que hago y que es irritante tener que esperar a que llame un posible cliente para hacer el trabajo y que te pague sustanciosamente por ello.

Supongo que os estaréis preguntando en qué trabajo y por qué tanto misterio. Pues veréis, soy una mujer que asesina por dinero y que no tiene absolutamente ningún remordimiento, tengo mis reglas, mi forma de no dejar huellas, mis formas de pago, mis reuniones siempre cuando yo diga y donde yo diga, no dejo que nadie me interrumpa y tengo una forma especial de que lo que hago no me afecte. Es sencillo, antes de pensar quién es esa persona a la que voy a quitarle la vida, ignoro el hecho de saberlo, simplemente le vigilo, veo cuál es su rutina y cuando veo que es el momento perfecto, lo mato, siempre utilizando la distancia emocional, no soporto tener que ensuciarme mi precioso cuero o mis delicadas manos, me gusta hacer el trabajo bien, por eso siempre cuentan conmigo y siempre me llaman a mí antes que a otro. Tengo muchísimos encargos últimamente, anoche tuve que matar a un banquero de cuarenta años, no sé el motivo pero el motín era agradable a la vista.

Mi teléfono de trabajo irrumpió en mis pensamientos con ese ensordecedor tono de llamada, debería cambiarlo porque se está volviendo insoportable. Acepté la llamada y escuché una voz pausada, grave pero algo relajada, era la de un hombre que no había oído anteriormente, dependiendo de lo que me ofreciera le aceptaría o no el trabajo.

- ¿Usted es Naomi? - por supuesto que no, imbécil. Mi nombre real es Katia pero nadie lo sabe en ésta ciudad por mi total seguridad, no podía arriesgarme -.

- Sí, soy yo - le respondí con aquella voz totalmente neutra que solía utilizar cuando hablaba por aquel teléfono, siempre sonaba tan profesional que hasta yo me sorprendía -.

- Necesito que haga algo por mí, ¿podríamos quedar en algún lugar? - sí, ésta era la forma en la que me solían hablar mis clientes a petición mía, ya que, la policía podría escuchar la llamada o tener algún dispositivo en el culo de algún cliente sin saberlo, así era más seguro -.

- Por supuesto. En Merillian's ésta noche a las once - colgué, ya no había más que hablar. Parezco algo mandona, lo sé, pero necesito mirar por mi seguridad y dejar de ser amable, ya que, éste trabajo no lo es ni a distancia -.

El lugar que había elegido era un pub algo alejado del centro, tenía una salida por la parte de atrás por si me encontraba en algún tiroteo de improviso o si me pillaban con las manos en la masa, a parte de que sirven unos cócteles de miedo. Miré mi reloj, todavía quedaban un par de horas para arreglarme y salir, podría estar allí en una hora; ahora la rutina era quedar cada noche con algún pardillo que me encomendaba un trabajo, dormir hasta las doce o la una del mediodía y pasarme la tarde nadando, leyendo o vigilando a algún objetivo, era increíble cómo había cambiado mi vida.

Cuando terminé de arreglarme con aquel traje de trabajo que tanto adoraba y me recogía el pelo para que el que tuviera delante me viera con total nitidez mi adorable cara, el timbre de la puerta me interrumpió, esperaba que no fuera mi hermana Alice otra vez, se estaba volviendo demasiado pesada últimamente. Al abrir la puerta vi su rostro mirándome fijamente, parecía enfadada, seguro que la había dejado plantada en algún lugar, ¿había quedado con ella?

- Por cómo me miras, veo que se te ha olvidado - me dijo seriamente y pronunciando cada palabra como si de un martillo en la cabeza se tratase, así es como maté al famoso periodista de las once de la CNN. Mi sonrisa volvió a aparecer para adornar mi cara y para no parecer que me iba a hacer un trabajo profesional - Sí, definitivamente se te ha olvidado.

- Eso parece. Puedes pasar, pero he de salir en diez minutos, tengo trabajo que hacer - le dije, dejándole la puerta abierta y yendo hacia el salón a apagar la televisión - Venga, habla de una vez - era lenta hasta para eso, completamente irritante -.

- Habíamos quedado en el Gardens con unos amigos para cenar porque es mi cumpleaños, ¿recuerdas? - sí, era verdad y se me había pasado por completo, ésto me iba a costar parte de mi vida o un sacrificio futuro - ¡¿Cómo has podido?! ¡Siempre me haces lo mismo, estoy cansada de que siempre estés trabajando y que no te acuerdes nunca de la única familia que te queda! ¡Soy yo! ¡¿Entiendes?!

- Vaya, emm... lo siento - le respondí algo más cortada. La verdad, siempre olvidaba el cumpleaños de mi hermana pequeña y no solía ir a sus fiestas porque estaba demasiado ocupada con mi trabajo y ocupándome de mi seguridad. Mirando su cara otra vez delante de mí, me di cuenta de que verdaderamente me odiaba por ello y que estaba cansadísima de mí, ya no me daría más oportunidades, así que, era un buen momento para huir con la excusa de siempre, aquella que siempre esperaba pero que ahora era totalmente necesaria, ya que, tenía que llegar antes que mi cliente - Tengo que irme, podemos dejarlo para otro momento.

- ¡Sí, como siempre! No te preocupes, porque ya no tengo absolutamente ningunas ganas de formar más parte de tu vida porque parece que tampoco te importe lo más mínimo. Cuando necesito tu ayuda ni siquiera apareces, cuando necesito hablar con alguien me interrumpes diciéndome que no puedes venir porque tienes trabajo y lo peor es que aún no sé de qué narices trabajas porque ¡nunca hablas conmigo! - sí, definitivamente estaba enfadadísima y se iba a enfadar mucho más cuando la dejara plantada por enésima vez - Además, ¿qué es tan importante? ¿Y de dónde sacas tanto dinero para comprarte éste pedazo de casa justo enfrente de la playa? No tengo ni idea de tu vida, Katia.

- Como te he dicho, tengo que irme - me fui hacia la puerta y la cerré tras de mí. Sabía que se quedaría en mi casa hasta que yo volviera para seguir recriminándome vete tú a saber qué. La verdad, me estaba hartando de querer estar las veinticuatro horas conmigo y de que me atosigue tanto. Además, tenía que centrarme en mi cliente, no podía estar perdiendo el tiempo con las quejas de mi hermana -.

Con las prisas, me dejé el arma debajo de la colcha de mi cama y tendría que ir al pequeño sótano que tenía en el centro, donde tenía todos mis juguetes. Una vez allí, abrí la puerta de par en par para encontrarme con mis armas favoritas, pero ahora solo necesitaba una nueve milímetros, tan solo por protección; en mi trabajo pagan muy bien, pero sigue siendo peligroso y necesito armas, nadie va a protegerme más que yo misma y soy la única que sabe hacerlo. Salí de allí y me dirigí al Merillian's, llegaba un cuarto de hora antes, casi perfecto gracias a la estúpida de mi hermana pero menos mal que el cliente todavía no había llegado. Me senté en la mesa que más cerca estaba de la salida trasera por si tenía que escapar, pedí un martini y esperé hasta que ese tío tan sexy cruzase la puerta de entrada. Realmente, me impresionó su forma de caminar, se parecía a la de Blade, a la de un tipo enfadado que se iba a cargar a medio pub, alguien invencible con poderes para joder a muchos. Su cabello negro era algo largo, sus ojos castaños ojeaban a su alrededor para encontrarme hasta que lo hizo y se sentó justo en frente de mí, sus labios finos dejaban entrever sus dientes algo sucios pero con cierto encanto y aquella sonrisa pícara que utilizaba cuando veía a alguien como yo; su cuerpo era bastante fornido y llevaba una simple camiseta oscura, unos vaqueros y una chaqueta de cuero algo larga, parecía un auténtico matón.

- Tenías un trabajo para mí - le dije confirmando si era cierto o estábamos allí tan solo para tomar cócteles -.

- Sí, quiero que mate a éste hombre - me pasó una foto del tipo y se me calló el alma a los pies, si es que alguna vez había tenido una. Era el prometido de mi hermana, era aquel chico que conocí en la fiesta de compromiso que dio en su casa y en la que solo estuve un par de horas, ya que, tenía trabajo - Te doy dos cientos mil por adelantado y los otros ocho cientos mil cuando termine el trabajo, ¿está bien?

- Me parece bien - respondí, era un buen precio. Pero no sabía cómo podría hacer ésto siendo que mi hermana se quedaría sin nadie - Quiero saber por qué quiere que le mate.

- Tiene fama de no hacer preguntas, eso ha sido lo que ha hecho que la llamara - me dijo tajantemente. Pensaba que con aquel tonito iba a darme miedo pero no estaba más equivocado -.

- También tengo fama de hacer lo que yo diga, cuando yo diga y como yo diga, ¿tiene algún problema? - le repliqué, a él qué narices le importaba -.

- ¿Por qué quiere saberlo? - preguntó, pero supongo que sabría que no le iba a responder a la pregunta, así que, decidió callarse -.

- O me lo dice o no hago el trabajo. Tengo suficiente dinero y no necesitaría su limosna, así que, usted verá. Sería un acto muy idiota por su parte no decírmelo cuando realmente es usted el interesado en que mate al tipo - por el brillo que vi en sus ojos, pude concluir que había convencido a aquella sensualidad de hombre que estaba sentado delante de mí. Como en mis normas cita: "Se puede mirar pero no tocar, a no ser, que quieras meterte en líos mucho mayores de los que ya tienes" -.

- De acuerdo. Éste hombre es abogado y necesito que lo cambien, mi jefe está perdiendo su caso por culpa de Leonard Custer. Necesitamos a alguien de los nuestros para sacar a mi jefe de prisión, por lo que, ese tipo tiene que ser eliminado - podía hacer el trabajo pero tenía cierto riesgo - Vive aquí, por lo que, no tendrá que viajar.

Llegué a casa a toda prisa, respirando fuertemente y sin control alguno. No podía creer que de todas las personas del mundo a las que tenía que hacer desgraciadas, tuviera que ser Alice. Por una parte, pensaba que era dinero y que podía desprenderme perfectamente del apego emocional, pero por otra parte, estaba el enigma de herir a mi hermana; podréis pensar que, como estoy harta de ella y de sus estupideces, puedo tener la sangre fría de matar a su prometido, que da la casualidad de que es un buen tío y no ha hecho nada malo. Por éste tipo de cosas no podía involucrarme emocionalmente y prefería no saber quién era, todo se complicaba de ésta manera y acababa sin saber qué hacer, ya lo hice una vez quedándome destrozada y no sé si podré hacerlo otra y dejar echa polvo a otra persona como lo estuve yo y más si es mi hermana. Debía pensarlo detenidamente, pero mientras, tenía que lidiar con aquella Alice enfadada que me esperaba despierta en el sofá viendo la televisión con los brazos cruzados, como una niña a la que no le han dado su piruleta y que quiere protestar hasta que se la den. De pequeña era igualita que ahora, solo que más insoportable y un poco más bajita.

- ¿Sigues aquí? - le pregunté dejando el abrigo de cuero colgado en la entrada, era el que siempre llevaba puesto encima -.

- Teníamos que terminar la conversación - me respondió tajantemente - Te has ido sin ni siquiera darme una explicación de por qué no has venido a mi cumpleaños, quizá tenías algo importante que hacer y puedes salvarte de ésta.

- No tengo por qué darte explicaciones, estoy cansada - le repliqué, yendo a mi habitación y cambiándome mi ropa de trabajo por el pijama más cómodo y calentito del mundo -.

- ¿Por qué... tienes un arma? - no esperaba que me siguiera hasta mi cuarto, estaba estropeándolo todo y no me gustaba para nada que todo estuviera complicándose tanto. Ella seguía mirando fijamente la nueve milímetros que había traído de mi pequeño sótano al que había ido anteriormente -.

- No es nada, Alice. Déjalo, es solo por protección - le dije empujándola fuera de la habitación para poder guardar el arma en lugar seguro antes de que ella hiciera más fuerza para entrar en ella - ¡Alice, fuera de mi casa!

No quise llegar a ésto con ella, pero no podía permitir que supiera la verdad y mucho menos que viniera a interrumpir mis momentos de tranquilidad. Alice era alguien muy nerviosa, tensa y sabía lo que quería a ratos, no solía ser alguien seguro y nadie que fuera lo suficientemente fuerte como para soportar la muerte de un ser querido como podía ser su prometido. Una vez, mi objetivo también fue mi futuro marido, pero en aquella época no pude negarme, porque era mi vida o la suya, un mafioso ruso estaba apuntándome con un arma mientras mi mano temblaba al apretar el gatillo y terminar con la vida de aquel ser tan amado que había aparecido en mi vida; ésto hizo que dejara de apegarme emocionalmente y empezara a trabajar por mi cuenta, tenía que protegerme a mí misma de aquella gente, pero lo haría a mi modo y de forma profesional, no dejaría que nadie me apuntara con un arma nunca más, lo haría con un pago por adelantado primero y el siguiente pago cuando terminara el trabajo. Ahora saben que las normas las dicto yo y no ellos, pero ésto no deja de ser un problema con la muerte de Leonard, debía hablar con mi contacto otra vez, aquel sexy y corpulento hombre que se acercaba con mirada instigadora mientras me desnudaba con ella.

A la mañana siguiente, me vi en la obligación de llamar a mi cliente para quedar nuevamente en el mismo lugar donde nos vimos la noche anterior, ésto ya parecía una cita más que un objetivo al que matar por dinero. Nunca había padecido de insomnio en éste trabajo excepto anoche, no podía creer que ésto me estuviera sucediendo a mí, no podía creer que estuviera dudando por eliminar a alguien, estaban inmiscuyéndose mis emociones en mis obligaciones, necesitaba nadar durante unas horas y despejar mi mente. 

El mar estaba totalmente en calma, las pequeñas olas daban en mi cara conforme yo seguía nadando hacia ella, era como si desnudaran mi cuerpo con aquella suavidad tan propia de ella. Me hacían pensar en todo lo que pasamos Alice y yo y no fue algo a ignorar, nos mantuvimos juntas incluso cuando nuestros padres murieron, fueron asesinados por unos tipos a los que maté hace mucho tiempo; fueron a robar a nuestra casa, pero mi padre se puso entre ellos y mi madre para protegerla, ésto le sirvió para que les metieran un balazo en la sien a los dos. Estuve hasta las dos del mediodía en el mar, intentando aclarar las ideas y pareció que mi mente estaba algo más tranquila, menos tensa para poder comer y echarme una siesta de tres pares de cojones, necesitaba dormir para poder hacer frente al tipo que tenía que volver a ver esa misma noche.

El traje de trabajo y la pistola fueron ajustados en el mismo lugar que siempre, dirigiéndome al Merillian's, el pub de los buenos cócteles. El martini estaba tan delicioso como el hombre que venía a verme con sus andares sensuales, algo molesto por volver a verme, no podía estar igual de molesta que él por verle.

- Pensé que todo estaba claro - dijo al sentarse delante de mí -.

- Conozco al tipo y no puedo dejar a alguien que conozco desamparada de esa manera, está a punto de casarse - le dije de forma contundente, pero también con algo de pánico, tenía que ser inteligente para que no fuera yo la que sufriera las consecuencias de la total negación hacia hacer lo que me pedía - Puedo ayudar a que se aparte del caso de tu jefe sin hacer que sea un objetivo, no haría falta eliminarle.

- ¿Disculpe? Usted es la mejor para éste trabajo según me han dicho, y por lo que estoy viendo quiere retirarse de aquello que anoche aceptó - di un sorbo a mi bebida, mientras él me miraba fijamente esperando una respuesta contundente que fuera a la vez un buen motivo para dejarlo pasar y decírselo a su jefe, al fin y al cabo, todos éramos perritos falderos de alguien - Quedamos en eliminarle, no en dejarle vivo. Mi jefe insistió mucho en la palabra "muerto", por eso la llamé.

- Alguien que conozco podría resultar herida y es alguien muy cercana, sé que no podría soportar ese golpe y sería algo muy doloroso, no quiero que pase por ésto - cuando terminé la frase, ya tenía una pistola exactamente igual que la mía justo en mi cabeza, me estaba apuntando con ella sin ningún tipo de pavor ni movimiento en su cara, era un tipo decidido -.

- Me importa una mierda quiénes puedan ser los daños colaterales, o le mata o la mato a usted - aquello fue algo que sabía que iba a volver a ocurrir. Si le disparaba, saldrían todas sus tropas hacia mí las próximas semanas y no tendría lugar en la tierra donde esconderme, encontrarían la conexión con mi hermana y la matarían junto a su prometido, estaríamos todos muertos, así que, tuve que decidir -.

- De acuerdo, mataré a Leonard Custer. Pero subo el precio a los cien mil dólares, tengo que considerar que la persona que conozco pueda descubrirme, tengo que cubrir todos los vacíos que puedan presentarse para poder tener mi seguridad cubierta - él asintió con la cabeza y guardó su arma, eran lo suficientemente poderosos como para destrozar todo lo que me quedaba en éste mundo, así que, prefería dejar a mi hermana desgraciada que perderla para siempre, como perdimos a nuestros padres -.

Esa misma noche empecé a pensar en cómo haría que lo que le pasara a Leonard fuera un accidente, se me ocurrió al instante. Haría que todo pareciera un robo y que él simplemente estaba en medio, no podía hacerlo a distancia, así que, ejecutaría el trabajo utilizando una pistola con silenciador para que los otros miembros del edificio no se escandalizaran ni llamaran a la policía, cuando menos me lo esperara ya estaría fuera, podría salir por la ventana que hay en el baño para llegar al callejón que hay detrás del edificio. Mi hermana Alice seguiría trabajando a las ocho de la noche, por lo que, me presentaría en el piso a las siete y media, justo cuando él ya ha llegado de trabajar hace media hora y se sienta a ver la televisión un rato hasta que llega la hora de hacer la cena.

La noche siguiente, cuando tuve el momento oportuno me aventuré a hacer el trabajo, a pensar que era uno como cualquier otro y que tan solo era entrar, matarlo y salir del lugar lo más rápido posible. Cuando conseguí acceder al piso y tuve a Leonard delante de mí con aquellos ojos castaños y algo grandes mirándome fijamente, dándose cuenta de que algo ocurría, pero no podía decírselo. Estuve a punto de salir de allí huyendo pero la imagen de Alice siendo herida me hizo reaccionar y apretar el gatillo, dándole la bala justo en el corazón y cayendo redondo en el suelo; quité todo lo que pudiera llevar hasta mí, es decir, cualquier indicio de que yo era hermana de Alice y que yo conocía a su prometido, tanto fotos, cartas, como cualquier nota en la que apareciera mi nombre escrito, lo quité absolutamente todo y revolví el piso para que pareciera un robo y que éste joven al que había disparado simplemente hubiera sido otra víctima más de dos tipos que solo querían llevarse dinero. Salí por la ventana de atrás al callejón después de haber tomado las fotos para mi cliente, dirigiéndome a la casa en la playa para recoger mis bolsas de huida y para tirar todo lo que tenía en aquel lugar, era una lástima que tuviera que dejarlo, me encantaba ese sitio.

Quizá comprenderéis por qué tuve que irme de Nueva York, no podía ver cómo Alice se iba a consumir a sí misma por culpa de mi trabajo, otra vez la iba a dejar tirada pero era la única forma de protegerla de todo este mundo. Debía irme a algún lugar donde nadie me conociera ni pudiera adivinar nada sobre mí y que no pudiera sacar información de ningún lado ni poder llegar hasta Alice poniéndola en peligro. La casa que escogí en Arizona era preciosa, grande, espaciosa, era un apartamento situado en el centro, no era tan bueno como estar cerca de la playa, pero serviría. Como me esperaba, Alice no dejaba de llamarme al teléfono personal, así que, tuve que destruirlo y comprar otro de usar y tirar con un número diferente, no quería que se inmiscuyera más en mi vida, quería que la suya gozara de normalidad y quería establecerme en lo que a mi trabajo se refiere. Envié las fotos del trabajo que realicé con Leonard a mi contacto por correo, realmente había hecho un gran trabajo limpiando su piso y había tenido muy buena puntería, justo en el corazón, donde acabaría doliéndole tanto a mi hermana.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Reflejo: