Abandonada:




Aislada en un mundo difícil de controlar, habitado por personas que poco quieren dar pero que quieren beneficiarse de todo lo que pueden de los demás, un mundo donde vale la pena estar callado y conducida hacia un destino que nada tenía que ver con el que yo quería para mí, un futuro que la sociedad consiguió para mí, aquel que estaba claro que llegaría pero que tenía miedo de aparecer.

Sentada en una pequeña encimera cerca de la ventana de mi habitación, miraba a los niños que jugaban cerca del orfanato, eran tan pequeños e inocentes que les gustaba todo lo que veían, todo lo que tocaban y tenían derecho a estar mimados, eran queridos por sus padres, tenían una vida plena. Así que, me pregunté varias veces por qué yo no podía tenerlo, cuál era verdaderamente mi problema, ¿era porque no era muy sociable?, ¿era porque no tenía amigos o porque nadie quería tener ningún tipo de relación conmigo? Seguía mirando fijamente hacia aquel jardín precioso que rodeaba el orfanato donde me encontraba, aquel que me había acogido cuando mis padres me abandonaron. Llevaba viviendo allí desde que recordaba, pero era un lugar donde no le gustaría a nadie poner un pie, ya que, había mucha gente que quería ver cómo fracasabas o cómo cada vez que venían futuros familiares de algún joven, te miraban pero perdían el interés consiguiendo otro el puesto que tu realmente querías, el puesto de conocer cómo era ser el hijo de alguien.

La puerta de mi habitación interrumpió mis pensamientos, ya que, llamaban de forma muy sonora y repetida, así que, tuve que levantarme y acercarme. Abrí poco a poco la puerta y una joven pelirroja con ojos verdosos y un cuerpo esbelto y perfecto, estaba justo enfrente de mí junto con sus dos amigas gemelas de cabellos dorados y ojos azules, eran unas de las chicas más populares, no sabía qué estaban haciendo en la puerta de una de las personas más poco sociables y conocidas del orfanato.

- Qué - les dije con desgana, cada vez que venían a hablar de algo me hacían perder el tiempo -.

- Veníamos a decirte que va a haber una fiesta en honor a todas las alumnas más antiguas de este orfanato, las cuales, estás tú - me dijo la chica pelirroja, con ese insoportable pitido en su voz y esa mirada de complejo de superioridad, era insufrible -.

- ¿Y? - le pregunté. Yo era una de las alumnas del orfanato más antigua, pero no tenía ni idea de por qué venían a invitarme cuando yo era una don nadie -.

- La Coordinadora de Tiempo Libre y Fiestas quiere que asistas, nos ha dicho que te lo dijéramos - respondió con voz pasota, era obvio que no le creaba ningún interés el que yo asistiera - ¿Vas a venir?

- Lo pensaré... - seguidamente, le cerré la puerta en las narices y me tiré en la cama mirando al techo, era otra pérdida de tiempo asistir a un evento como ese -.

Durante el resto del día, estuve en la biblioteca, era uno de los mejores lugares de aquel orfanato lleno de gente aprovechada, de envidiosos y de mala gente, o te espabilabas o te comían. Mientras leía uno de los ejemplares de uno de los libros más sangrientos y de terror que había conocido llamado: "Sangrando Lágrimas de Mis Ojos", se acercó uno de los chicos más guapos del orfanato, la verdad, no sé qué hacía él allí, podía ser adoptado por cualquiera. Se sentó justo enfrente de mí y me miró con aquellos ojos castaños y penetrantes, tirándose su pelo negro hacia atrás con aquellas manos que parecían suaves y cuidadas y su cuerpo esbelto y algo musculoso, gracias a todas las horas que dedicaba a ir al gimnasio.

- ¿Vas a ir a la fiesta de los alumnos más antiguos? - me quité los auriculares y le miré con despreocupación y algo de aburrimiento, no soportaba a aquella gente pija que después de tratarte como una basura durante años, empezaba a hablarte bien cuando les apetecía-.

- Es una pérdida de tiempo - le respondí, haciendo la acción de volver a ponerme los auriculares, pero su mano derecha frenó la mía y me la dejó encima de la mesa - Vale, ¿qué quieres? - le pregunté algo más cabreada, era increíble que no me dejaran terminar uno de mis libros favoritos -.

- Si vas a ir a la fiesta, podrías ir conmigo, si te apetece - me dijo sonriendo, mostrando aquellos dientes blanquecinos y alargando sus carnosos labios -.

- ¿Disculpa? - le pregunté algo extrañada, todo aquello me parecía de telenovela - ¿Me ha pedido uno de los tíos más populares de aquí que vaya al baile con él? Perdona, pero esto es de locos - visto que todo aquello no tenía absolutamente ningún sentido, cogí mis cosas y el libro y me fui a mi habitación sin despedirme de aquel joven -.

Si analizaba la situación, todo el mundo estaba siendo demasiado agradable conmigo, parecía que no quisieran aislarme pero, ¿por qué? si lo habían hecho desde que había llegado allí, aquello era técnicamente imposible que estuviera pasando y me estaba agobiando de verdad. Llegué a mi habitación y, al abrir la puerta, estaba esperándome la psicóloga con la que tenía dos citas semanalmente para ver cómo progresaba en mi estancia en el orfanato, lo cual, siempre se simplificaba en que era un completo desastre pero, parecía que ella estaba empeñada en que veía progresos en mí.

- ¿Qué está haciendo usted aquí? - le pregunté asombrada, ya que, desde el tiempo que había estado en aquel lugar, nunca había hablado tanto. Dejé las cosas encima del escritorio de madera que estaba justo enfrente de la pared y me apoyé en la encimera cerca de la ventana, necesitaba que me diera el aire, aquello era demasiado - Habíamos quedado la semana que viene, que yo sepa.

- Sí, claro pero venía a decirte que estaría bien que asistieras a la fiesta de alumnos antiguos, es un evento que sería muy bueno para ti - ya estábamos otra vez, parecía que todos estuvieran obsesionados con aquel evento - Va a ser un momento en el que te socializarás con nuevos y antiguos alumnos y eso puede ser una gran experiencia, Selly. 

- O aquí persiste una gran obsesión con ese evento o es que me estoy volviendo completamente majara - respondí moviendo los brazos de un lado a otro mostrándole que no había forma de que fuera a aquel lugar, odiaba las fiestas - Ese tipo de cosas no son para mí, no soy alguien que encaje en ese tipo de eventos y, desde luego, no soy alguien sociable ni alguien que pueda llegar a soportar a una sola persona en este mundo; creo que lo pone bien claro en el informe psicológico que escribió el otro día sobre mí.

- Bueno, no quería decírtelo hasta después del evento pero, ésto es bueno para ti porque es la salida triunfal que no puede tener todo el mundo aquí, ¿sabes?

- Explíquese, no he entendido ni una sola palabra - le dije con extrañeza -.

- Tú siempre con esos buenos modales, ¿verdad? - me respondió sarcásticamente para llamarme la atención pero, otra vez, ni me sentí aludida - Ese evento es una despedida para los alumnos más antiguos, os vais del orfanato.

- ¿Y eso por qué? - aquello era algo tan inesperado que sería incapaz de creérmelo en años -Eso es imposible.

- No lo es. Los antiguos alumnos ya tenéis edad para vivir solos, para tener una independencia; os hemos educado para eso, para que podáis seguir con vuestras vidas ahí fuera, para que consigáis sentiros como en casa también - aquella alegría que despedía era algo normal en ella pero, aquella ilusión era de verdad, parecía que todo aquello estaba ocurriendo a ciencia cierta - Yo pedí que os lo concedieran, por eso es tan importante que asistáis al evento junto con las parejas que vayáis a bailar, ya que, os vamos a entregar un diploma en reconocimiento y en recordatorio a todo el tiempo que habéis pasado aquí.

- ¿Y no me lo puede dar en privado? ¿Tiene que ser en un evento limpiándole el culo a esos pijos? - le grité - Puede dármelo de igual manera y podré salir sin que nadie se entere, ya que, aquí no he pintado nunca nada.

- Si vas al evento, tendrás el diploma.

- Así que, ¿es un chantaje? - me reí durante un rato para que se diera cuenta que me burlaba de ellos y más tarde le dije algo que quería decirle desde que ingresé allí - Así es como funcionáis, ¿verdad? O haces esto o te castigo, o haces lo otro, o no tienes lo que querías, o vienes al evento o no tienes diploma; ¿quién os habéis creído que sois? ¡Somos personas no borregos a los que podéis manejar y manipular como se os antoje!.

- Te pongas como te pongas, Selly, tienes que asistir. El rector lo ha ordenado, no puedo hacer más, necesito que vayas, no me gustaría verte encerrada en el "antro oscuro" en vez de haber estado apunto de estar fuera, en el mundo donde te corresponde, has estado aquí dentro demasiado - se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla, seguido de un fuerte abrazo - Desde que viniste con seis años que he querido lo mejor para ti, he tratado de ayudarte y ahora también lo he hecho, así que, por favor... El sábado por la noche ven con el vestido que he dejado en tu armario y sal de aquí de una vez - me dijo sinceramente y con lágrimas en los ojos -.

No pude responder a aquello, bajé la cabeza mirándome los pies en señal de abatimiento. Parecía que tenía que ser un payaso más de feria con aquel elegante vestido y aquel pelo arreglado, limpio y brillante como todos los sin vergüenzas de aquel lugar. Pero tuve que hacerlo, así que, ese sábado nerviosa por aquel acontecimiento, me puse aquel vestido azul cián, me arreglé el cabello en un moño detrás de la cabeza, me pusé la muñequera en el brazo izquierdo y me miré al espejo: Mis ojos azules estaban bañados en lágrimas y el rímel se me había corrido un poco pero tampoco importaba tanto, ya que, no creía en aquello en absoluto y menos, en los formalismos; mis labios finos pintados con lápiz de labios rojo hacían resaltar mis dientes completamente blancos y bien cuidados, mis mejillas llevaban colorete y la mirada era de completa decepción, aquello era ir en contra de mis principios. Interrumpió mis pensamientos mi acompañante Adam, el chico más popular del instituto, accedí a que él me acompañara, ya que, fue el único que me lo pidió y el que me llevaría hasta el lugar de entrega de diplomas.

El salón del orfanato estaba adornado con todo tipo de luces, con todos los nuevos estudiantes mirándome fijamente y cuchicheando y saludando a Adam con la mano. Los profesores, coordinadores y el rector se sentaron el la mesa principal para hacer un pequeño discurso, en el cual decían que, iban a nombrar a los mejores antiguos alumnos que habían estado allí con ellos. Mientras estaba sentada, esperaba escuchar mi nombre, pero después de muchos aplausos, lo oí,  por supuesto, pero de manera que no esperaba:

- Y ahora, vamos a recibir a la vergüenza de nuestra familia, a aquella que ha profanado nuestro compromiso a hacer que todo vaya mejor en este lugar y la que tiene un perfil psicológico problemático y algo difuso, ya que, podemos tener el peligro de estar ante una futura psicópata, al igual que el hombre que la trajo aquí, el hombre más buscado de Estados Unidos; recibamos a Selly Norgampton - algunos reían, otros me miraban fijamente con los ojos salidos de sus órbitas y otros parecían ignorar aquellas palabras, suponiendo todo aquello como algo normal -.

No voy a negar que se me cayó el mundo abajo, un mundo que ya hacía años que se me había caído encima de los pies. Aquello, sencillamente había sido una trampa; realmente aquello no era un reconocimiento, aquello era que me daban el diploma para que saliera de allí, ya que, mi informe psicológico había ido cada vez a peor, parecía que tenía una profunda renuncia a la sociedad, a mi entorno y que cada vez controlaba menos mis impulsos de empezar una pelea violenta con alguien. Todo ello, fue reflejado en el discurso de un hombre que era un corrupto y un violador de niñas, un hombre que movía cielo y tierra para hacer que todo se hiciera como él quería, hacía que todo estuviera en orden sin importar lo más mínimo lo que pensaban los demás, alguien que me acababa de humillar delante de todo el orfanato y alguien que no sabía con quien se estaba enfrentando.

Disimuladamente, cogí el cuchillo afilado que había encima de la mesa donde me encontraba, ya que, esperaban que después de decirme todo aquello yo iba a callarme o simplemente no hacer nada y cenar tranquilamente después de un baile lleno de risas y aplausos; estaban muy equivocados. Fui acercándome poco a poco a la mesa donde iban entregando los diplomas mientras la gente cuchicheaba a mi alrededor y, cuando llegué al estrado les dediqué unas palabras que a nadie más se le podrían haber ocurrido:

- Tendré un informe psicológico de pena pero soy alguien que ha estado encerrada en un lugar donde no hay democracia, no hay igualdad ni seguridad, soy alguien que hace tiempo que no ha visto la luz del sol rozándole las mejillas ni ha sabido jamás cómo es ser hija de alguien. Nadie ha sido capaz de dar confianza suficiente a alguien como yo y ha sido mejor considerarme como una basura o una plaga, antes que tratarme como una persona, solo por ser quién soy y gustarme lo que me gusta. Me da vergüenza haber pertenecido a esta panda de corruptos, inútiles y violadores como ese que habéis tenido como rector, ese que ha violado a tantas de nosotras pero que ninguna ha dicho nada, excepto yo - dije con contundencia, aunque sabía que nadie iba a apoyarme. Las lágrimas corrían por mis mejillas pero quería decir lo último y terminar con aquello antes de que el rector me interrumpiera - Yo soy la que voy a decir que he sido violada por este hombre, chantajeada para que no hablara y tratada como una basura por el resto de vosotros.

En ese momento, se levantó el rector, la coordinadora y varios de los profesores para evitar que yo dijera una sola palabra más, querían acallar la verdad que salía de mi boca, aquella verdad que algunos era incapaces de oír. Al ver al hombre que me violó repetidamente cuando recién llegué a aquel orfanato, le clavé el cuchillo que había cogido de la mesa cercana a mí y penetró en su cuello. Seguidamente, calló al suelo con un tumulto de gente a su alrededor, lo cual, aproveché para salir de aquel lugar lleno de gente atrapada y de aquella secta llena de envidia y odio.

Lo que vino después fue indescriptible, ya que, al matar una vez, sentías el ansia de matar otra y otra y otra, era algo incontrolable y, a la vez, tan intenso. Llenaba el vacío de aquellos que me habían abandonado cuando tenía seis años, llenaba el amor que no me habían dado en mi vida, tenía aquello junto con todo el odio y el rencor que me enseñó el estar en aquel orfanato; pero, sobretodo, me enseñaron qué era la traición. Por ello, cada mes debía hacer aquello que me llamaba, aquello que era incapaz de saciarse solo, aquello que hacía que mi vida tuviera sentido y aquello que me había llegado, un destino de tonos grises que no quería vivir pero, que era algo que me llamaba y que necesitaba hacer. Necesitaba matar...

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