Un hombre que creía estar perdido:




Jackson era un hombre de unos cuarenta y seis años de edad, pelo negro con bastantes canas, sus ojos eran marrones combinados con unos tonos verdosos, los cuales, inspiraban tristeza al mirarlos, su boca era fina, su semblante siempre lo mantenía serio con su piel algo arrugada, había adelgazado unos quilos a causa de lo triste y solitario que se sentía últimamente en ese mundo que todos decían que era mágico en los libros que solía leerle a sus hijas cuando tenían seis años. Su vida no era fácil desde hacía unos meses, ya que, su mujer le había dicho que quería el divorcio porque sentía que su matrimonio no llegaba a ninguna parte y que no era feliz con él, lo cual, le dejó desconcertado porque desde que se casaron que ella no dejaba de suspirarle al oído lo feliz que estaba con él y con sus dos hijas gemelas de veinte años. Agatha y Cristine siempre habían sido dos muchachas muy ordenadas y responsables, tanto que no podía creer que las hubiera criado él mismo, aunque ni siquiera creía haber tenido una mujer, una casa, un coche y un trabajo, el cual, dejó al darse cuenta de que no les dedicaba el suficiente tiempo a sus hijas y que crecían sin él percatarse y sin estar presente en los momentos importantes. 

Jackson estuvo trabajando para el Departamento de Policía de Nueva York. En aquellos momentos estuvo completamente centrado, resolviendo casos interesantísimos, otros complicados y otros que se podían resolver en un abrir y cerrar de ojos. Aquella rutina y aquella forma de aportar un servicio público a la sociedad le satisfacía, le llenaba de una forma que ninguna otra cosa podía llenarle, sentía que había nacido para ello, había nacido para ayudar a la sociedad, a aquellos que no podían defenderse, a aquellos que necesitaban su ayuda. Todo aquello era realmente gratificante pero, en cuanto se dio cuenta, sus hijas tenían diez años y Jackson apenas salía en las fotos familiares; se había dado cuenta de que no había aparecido ni en los cumpleaños de sus hijas ni en los de su mujer, ni siquiera sabía cuántos años llevaba con ella, empezó a ser un desastre. Empezó a ver a su família a quilómetros de distancia, los empezó a ver como rompecabezas que tenía que ensamblar para llegar al enigma, los llegó a ver como desconocidos a los que daba de comer y ayudaba porque era su responsabilidad y no quería que se murieran de hambre; no sabía cómo pudo llegar a ser una persona tan fría, cruel, calculadora y completamente objetiva y sin sentimientos con aquellas personas que siempre había tenido cariño y había querido tantísimo.

Cuando se retiró de aquel trabajo hacía diez años atrás, Jackson empezó a dedicarse a escribir novelas de terror, le entusiasmaban y le gustaba poner los pelos de punta a aquellos que le leían. Le llenaba muchísimo escribir, aunque no tanto como trabajar en la policía, pero estaba más cerca de su família. Esto no iba a durar mucho, porque su mujer estaba preparando las maletas para irse de aquella casa situada a las afueras del centro y sus hijas estaban pensando en marcharse también, parecía que no encontraban sentido a quedarse allí con un hombre que no había estado pendiente de ellas, tan solo de investigar casos lo más profunda y correctamente posible. Pensándolo bien, era justo.

Margaret se acercó a Jackson que estaba sentado en la mesa del salón mirando por la ventana con los ojos caídos y semblante serio, no había ni pizca de alegría en ninguna parte de su cara:

- Tengo que irme - le dijo su futura ex mujer. Jackson se levantó para estar un poco más cerca de ella, si iba a ser el final, quería sentirla - Te llamaré cuando llegue al piso.

- Muy bien - le respondió, aunque realmente ni se dió cuenta porque le aterraba qué era lo que iba a salir de su boca - Ten cuidado - añadió dándole un beso en la frente -.

- Lo tendré, no te preocupes - ella no esperaba esa señal de afecto, su mirada era de completo agradecimiento, aunque ya fuera tarde para ser afectuoso - Agatha y Cristine vendrán a verte a menudo, así que, tranquilo. Seguirás teniendo contacto con ellas aunque tu y yo no... - se le quebró la voz y Jackson bajó la cabeza -.

- Siento mucho no haber estado pendiente de vosotras, de verdad que lo siento - le respondió, sabía exactamente por qué se marchaban - Sé que no he sido un buen padre ni un buen marido pero, os quiero muchísimo igualmente, aunque esté pasando todo esto, yo...

- Lo sabemos - respondió Margaret con los ojos llenos de lágrimas, así que, trató de cambiar de tema para no tener que arrepentirse de todo lo que estaba haciendo - Te he dejado los papeles del divorcio encima de la mesa de la cocina, necesito que los firmes. Cuando venga Agatha la semana que viene se los das para poder dárselos a mi abogado y poder empezar con el proceso de divorcio.

- Sí, claro. Los firmaré, no te preocupes - le respondió con voz trémula-.

Nada más salió su família de su casa, sintió que se le cayó el mundo encima de una vez, sintió que no podría recuperarlas y que todo aquello se lo merecía por no haber estado más atento. Le dolió muchísimo ver a la mujer de la que se enamoró veinte años atrás, llorando de aquella manera y llevándose a las dos razones de su existencia, sus dos hijas.
Se dirigió a la cocina apesadumbrado, con un fuerte dolor de cabeza y se sentó en frente de los papeles del divorcio, leyó la primera página y su cabeza cayó encima de la mesa, incapaz de seguir con aquello. ¿Cómo podía estar pasando?

Unos días más tarde, le llamó una antigua amiga suya. Shanon era una mujer muy bella e imponente, con unos ojos azules e intensos, unos labios carnosos, esbelta y con una piel perfecta. Además, era psicóloga, la más recomendada en toda Nueva York.

- Hola Jackson - le saludó con la voz algo baja - Me he enterado de que estás en proceso de divorcio, ¿estás bien?

- No, no estoy bien. Me paso el día dando vueltas por la casa, me siento solitario, culpable y no sé qué hacer exactamente. Lo he perdido... todo - la última frase le estremeció. Lo había pensado varias veces, pero dicho en voz alta, daba miedo -.

- Bueno, te sugiero que pases por mi consulta. Me gustaría ayudarte.

- ¿Por qué quieres ayudarme? - era una mujer con mucho trabajo, no sabía por qué se interesaba tanto después de no verse desde hacía tres años, después de haber tratado a su hija Cristine de una crisis traumática - Han pasado varios años sin...

- Tan sólo quiero ayudar a un amigo, no creo que eso sea ningún problema - dijo con voz tajante, no podía creer que le hiciera esa pregunta después de toda la amistad que compartían desde la universidad - Pásate mañana a las nueve por mi consulta, hablaremos de lo que te ocurre y de cómo te sientes, ¿de acuerdo?

- Vale, muy bien. Nos vemos mañana - colgó -.

Aquella llamada le pareció extraña pero pudieron más sus ansias por recuperarse de todo aquel dolor que sentía por dentro, que determinar aquel afán de Shanon por ayudarle con sus problemas sentimentales. 

A la mañana siguiente, se vistió algo elegante, ya que, la consulta de aquella psicóloga era muy moderna y sofisticada, no podía ir de cualquier manera. Se sentía algo ofuscado, no sabía cómo reaccionaría al recordar los momentos ocurridos días atrás, no sabía qué decir o... Se quedó perplejo al volver a ver a su antigua amiga, se hacía más mayor pero parecía que cada vez estaba más bella. Recordaba la consulta tal cual a como estaba tres años atrás, al llevar a Cristine; sufría una crisis traumática después de que la secuestraran unos traficantes para que sus padres dieran dinero que pedían por la vuelta de su hija en vida. La verdad es que a Shanon le costó muchísimo conseguir que Cristine volviera a hablar otra vez después de aquello, le costó que volviera a confiar en alguien, le costó que volviera a tener sentimientos cercanos por alguien.

- Bienvenido otra vez, Jackson - le saludó Shanon con su elegante vestido violeta, largo e imponente, el cual, marcaba sus curvas y hacía que sus pechos se vieran más voluptuosos - Puedes pasar dentro.

Jackson entró en aquella habitación con paredes completamente blancas, con una camilla para que los pacientes pudieran acostarse y pudieran contar sus experiencias estando cómodos. Shanon le pidió que se acostara, sentándose ella en una butaca cercana a aquella camilla donde Jackson se acostó.

- ¿Estás cómodo? - le preguntó por cortesía. La respuesta afirmativa se la esperaba porque fue directa al grano - ¿Cómo te sientes en este momento, Jackson?

- Solo, ofuscado, frustrado, triste, abandonado... arrepentido - la última palabra la dijo con más énfasis - Sé que vas a preguntarme por qué, así que, te voy a ahorrar saliva: Me siento solo porque mi mujer y mis dos hijas se han ido de mi casa y ahora mismo, está desierta, voy dando tumbos por toda la casa encontrando un sentido para seguir allí; me siento ofuscado porque realmente, no sabía qué decirte a lo largo de esta terapia o como quieras llamarlo, ya que, no tengo palabras para expresar lo desolado que me siento; frustrado porque sé que he fracasado y no sé cómo arreglarlo, pero muy en el fondo también sé que no se puede arreglar; abandonado porque me han dejado en aquella casa tan grande, hablando para mí mismo y con un silencio que no soporto; y arrepentido porque realmente, reconozco que no lo he hecho bien con mi família, ellas se merecían que estuviera pendiente y que estuviera presente en sus vidas y no... no...

Las lágrimas salieron a borbotones de los ojos de Jackson, pero la mano de Shanon sobre su pecho expandiendo una luz blanca cegadora a su alrededor, fue lo que más le sobresaltó. No sabía qué estaba pasando y, menos aún cuando se despertó en una pequeña ciudad llena de casas de madera y cerca de un bosque frondoso. Miró a su alrededor y se preguntó qué era lo que estaba haciendo allí, pero un hombre alto, con cabellos dorados y largos, ojos verdes profundos, con una amable sonrisa y portando un palo de metal del mismo color que su cabello y con un haz de luz en la punta; vestía con una túnica larga y de color azul zafiro, le quedaba completamente holgada al cuerpo. Jackson se quedó boquiabierto, mirándolo de arriba a abajo.

- ¿Quién es usted? - fue capaz de preguntarle a aquel extraño -.

- Soy Alfides, el Guía de los Perdidos - dijo con completa convicción. Se notaba que creía firmemente en algo que estaba a punto de cambiar la vida de ambos - Voy a ayudarte a encauzar tu vida y, a partir de ahí, elegirás si quieres seguirla o quieres una oportunidad para cambiarla.

- Estaba en la consulta de la señorita Shanon, no sé cómo he terminado en este lugar - le respondió mirando a su alrededor ensimismado -.

- Este sitio es el lugar a donde van las personas que realmente se sienten perdidas en su vida, en general. A este lugar le suelen llamar: El Espacio de los Perdidos. Simplemente, tratamos de ayudarte con tu problema y guiarte hacia algo mejor, siempre dejándote reescribir lo que ha pasado o lo que te ha llevado a este momento - le respondió a su primera pregunta de forma muy convincente, se notaba que no era la primera vez que lo decía - Has llegado a este lugar, mediante la señorita Shanon. Ella es un ser que tiene el don de transportar a las personas aquí, lo consigue cuando ve a la persona realmente afligida y de verdad cree que necesita nuestra ayuda.

- Eres una sola persona, ¿cómo es que hablas en plural?

- Porque somos más aquí. Yo soy el Guía de los Perdidos, el que intenta que la persona vea las cosas que son importantes en su vida y deje de sentirse perdida, que se valore y se quiera a sí mismo. Tanicles, es una mujer que te ayuda a elegir si quieres volver a tu vida habiendo superado lo que te ha ocurrido o reescribiendo tu pasado y volviéndolo a empezar. Y, por último, Tesla es la mujer que lleva a cabo la acción que eliges y te devuelve al lugar donde procedes - le explicó despacio para que pudiera procesar mejor la información - Sé que son muchas cosas, pero debemos empezar, no podemos perder ni un minuto más con explicaciones - añadió tajantemente, cogiéndolo del brazo y haciendo que lo siguiera hacia el frondoso bosque -.

Durante el trayecto, hablaron de lo difícil que era superar las cosas que a alguien le pasaban en la vida, de los momentos oscuros en los que te puedes encontrar, en los remordimientos que puedes tener por no haber hecho lo que debías o por haber hecho cosas distintas de las que querías. Jackson se abrió completamente a Alfides, ya que, hacía tiempo que no conversaba de aquella manera con nadie; empezó hablándole de su trabajo, de cómo le apasionaba investigar crímenes y de lo mucho que le había llenado haber estado con sus compañeros resolviendo enigmas, de cómo conoció a su mujer, de qué fue lo que le enamoró de ella, del nacimiento de sus dos niñas y de cómo perdió aquellos momentos importantes, de la muerte de sus padres y su hermano menor, el cual, le mataron las drogas... Alfides se sentó en una roca, cerca de la cascada más hermosa que Jackson hubiera visto jamás y le respondió con bondad y sabiduría:

- Eres una persona fuerte y te has enfrentado a cosas que piensas que tu família no entendería, pero ni siquiera te has planteado hablar con ellas y comentarles lo que realmente te preocupa. Siempre has aguantado la responsabilidad de todo, lo has llevado todo encima de tus hombros mucho tiempo, pensando que así, le quitabas una carga a tu família, pero no te has dado cuenta de que ellos también quieren ayudarte, de que quieren ser parte de tu vida y ayudarte a resolver los problemas. Los dejaste de lado por tu trabajo, está bien, es algo que te apasiona, ellos deberían entenderlo si lo hablaras de forma directa y sensata. Te sientes tan triste, perdido y frustrado porque después de dejar el trabajo de tus sueños, crees que no tienes una trayectoria, pero sí la tienes, cuidar de ellos; no es un trabajo, no es una responsabilidad, es una entrega a aquello que amas, a aquello en lo que crees y quieres. Ellos eres tú y tú eres ellos.

Jackson se quedó perplejo después de oír aquellas palabras. Era tan relajante estar en aquel lugar, hablar tranquilamente de aquello que le preocupaba, de sentir que las cosas ocurrían por algo, que realmente había una salido, que había una elección importante que hacer. Alfides no había terminado.

- No quiero que pienses todavía en tu elección, va a ser difícil porque te vas a tener que preguntar si quieres estar con toda tu família desde el principio dejando tu trabajo en segundo plano, reescribiendo el pasado y volviendo a forjar un futuro, o empezar tu solo porque crees que es lo que mereces y quieres empezar de cero. Va a ser complicado, pero quiero preguntarte algo: ¿qué es lo más importante para tí ahora mismo?

- Mi família, claro - respondió al instante, no tenía dudas -.

- Quiero que lo pienses antes de responder, ese trabajo te ha cambiado mucho. Llegaste a pensar en tu família como desconocidos y que los tenías allí por pena, así que, piénsalo bien, antes de responder a la pregunta - le replicó el joven con cara angelical. Después le tuvo que explicar cómo era que sabía todo aquello sin siquiera habérselo dicho Jackson - Leo tu mente, leo tu corazón y me lo estás diciendo todo en ambas direcciones.

- Mi trabajo fue el centro de mi universo, llegué a conseguir mi objetivo, aquello que deseaba ser en mi vida, aquellas cosas que quería en mi vida. Estaba realmente apasionado con ello, ensimismado... Mi família era un segundo plano pero, me dí cuenta en el momento en el que vi los ojos de mi mujer llenos de lágrimas antes de irse de casa, estaba tan decepcionada y tan... triste.

- Entonces, en este momento consideras que tu família es lo más importante para tí, ¿cierto?

- Exacto - afirmó con total convicción Jackson. Tan solo quería que... -.

- Tan solo deseas que tu família vuelva a casa. Has hecho tu elección, lo deseabas antes de venir aquí, lo sabías... ¿verdad?

- Quiero volver, quiero reescribirlo. Quiero volver a cuando conocí a Margaret y volver a reescribir el futuro que siempre quisimos para los dos y para nuestros hijos, en este momento, no quiero nada más, esto es lo más importante y necesito que me concedas esto, quiero que todo este lugar permanezca en mi memoria para poder hacer las cosas mejor, para poder saber todo lo que hice mal y cómo me habéis abierto los ojos - Alfides se quedó anonadado mirando fijamente a Jackson, nadie había tenido tan clara su elección desde el momento de llegar a aquel lugar, así que, el joven también decidió lo que debían hacer -.

- Vamos a ir a ver a Tesla, ella te devolverá a la Tierra en tus veintiséis años de edad, en el momento en que conociste a Margaret y empezaste una vida con ella. ¿Te parece bien?

Jackson dudaba de que aquello pudiera ser, pero intentó creer en ello lo más profundamente posible para lograr volver a la Tierra y volver a tener a su família a su lado, a veces pensaba que pedía demasiado. Tesla era una mujer bellísima: pelo castaño, ojos del mismo color, labios carnosos y un vestido dorado y brillante que irradiaba toda la habitación en la que se encontraban. Era algo oscura, daba un poco de miedo pero, solo estaba ella, sentada en un sillón con los ojos cerrados y meditando, aunque se levantó nada más hoyó los pasos de ambos hacia ella.

- ¿Deseas reescribir el pasado hacia un futuro mejor o seguir con la vida que tienes? - le preguntó a Jackson con voz suave y tranquila - Es una elección difícil pero espero que la tengas clara.

- Sí, deseo reescribir mi pasado. Quiero ir al pasado, justo cuando tenía veintiséis años, justo en el momento en que conocí a Margaret, mi mujer - ella le acarició la mejilla y sonrió -.

- Bien, cierra los ojos.

Una luz blanca cegadora le cegó, como hizo la luz de Shanon y, cuando abrió los ojos, estaba justo enfrente de Margaret y con toda una juventud por delante. Aquella sonrisa tan dulce, aquel pelo liso y de color anaranjado, aquellos ojos grises intensos que siempre le miraban con ternura, y su cuerpo delgado y angelical que iría descubriendo más adelante. Aquella joven de veintiséis años que ignoraba cuál sería su futuro con Jackson pero, que él sí sabía cómo iba a ser e iba a mejorarlo, cuántos hijos iban a tener y si eran niños o niñas, iba a saber todas sus vidas e iba a hacer que fueran las mejores, quería que estuvieran siempre unidos y siempre juntos, primero la família y luego el trabajo.

El Espacio de los Perdidos le había hecho ver cuánto necesitaba a sus seres queridos y cuánto le necesitaban ellos a él, aprendió que no debía cargar con toda la responsabilidad sino repartirla y comunicar todo aquello que le preocupara, debía cuidarlas, quería que estuvieran siempre a su lado, quería envejecer con Margaret y ver a sus hijas crecer. Aquel había sido el mayor regalo que podría haber recibido de alguien tan especial como Shanon y Alfides, a los que jamás olvidaría, les daría la vida si pudiera.

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