Bajo el agua:




Desde hacía bastante tiempo vivía a las afueras de la ciudad, en una casita de madera cerca de un lago precioso, en el que corría el agua más cristalina que había visto jamás. Me había trasladado allí porque quería huir de todo, después de lo que pasó en aquella ciudad, que ahora estaba tan alejada de todo mi mundo, aquella mujer de tez blanquecina, con cabellos dorados, ojos verdes e intensos y labios carnosos que, al posar los míos sobre los de ella, era capaz de sentir su tremenda suavidad. Al pensar en ello, se deslizaron un par de lágrimas de mis ojos marrones siempre empañados y acuosos, no podía soportar lo que ocurrió, no podía seguir adelante, sentía cómo mi alma se iba perdiendo en un montón de fuego y hacía que las cenizas cayeran.

Todo ocurrió en una ciudad pequeña, en la que pensábamos que sería genial para que nuestros hijos crecieran, en un lugar donde nos conociéramos todos. Pero, no estábamos más equivocados, ya que, les conocíamos pero no pensamos que uno de ellos era el hombre más atroz que podía existir en este mundo, un hombre llamado Steve Bellas; pensamos que su tez pálida era a causa de lo poco que comía, su pelo era negro y largo, sus ojos negros buscaban siempre la mirada de Alice, la mujer a la que siempre amé, sus labios eran finos y con expresión confusa, como si fuera alguien al que no querían y necesitara ayuda de algún tipo pero, que no sabía cómo pedirlo; siempre vestía de negro, era el color que más le gustaba, pero nunca llegó a decirnos por qué. Steve estaba obsesionado con Alice, era una mujer preciosa y era muy comprensiva con todo el mundo, le encantaba ayudar, era tan dulce que era capaz de hacer que te quedarás mirándola durante horas, era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida, así que, ese lunático esperó a que le pidiera que se casara conmigo para llevársela a navegar a la playa y acabar ahogándola, ya que, él se le declaró y ella le dijo que sólo eran amigos y nada más, que era a mí a quién amaba; eso le costó la vida, y casi me cuesta la mía.

Durante un par de años, estuve buscando la razón de mi existir, la razón por la que seguía en este malvado y loco planeta sin ella, por qué seguía vivo, ¿qué era lo que me hacía respirar, si yo sentía que no podía? En aquella ciudad no encontré nada de lo que estaba buscando, así que, me retiré de la vida en la ciudad para vivir en el campo oyendo el roce de las hojas, el cantar de los pájaros, el sonido del agua... era tan relajante, era algo que necesitaba, aunque aquel lago me recordaba a ella, me recordaba a cuando la vi flotando en el agua aquella noche que fui a buscarla al ver que no volvía a casa. La vi flotando sin vida en un mar infinito, suponiendo que había muerto sufriendo muchísimo, no sería agradable morir ahogada; tenía marcas en el cuello, parecía que la hubieran cogido de ahí para dejar que se moviera, tenía un montón de cortes por el cuerpo, sus ojos verdes estaban abiertos e inyectados en sangre y cogía fuertemente el collar dorado que le regalé cuando cumplimos quince años de estar juntos, aquel collar en el que estaba nuestra foto, en la que estábamos sonriendo y felices de estar donde estábamos.

Me acerqué al agua cristalina del lago, la miraba todo el tiempo esperando que ella volviera para estar conmigo, que volviera a ser ella, a ser la mujer con la que quería casarme, aquella que cada mañana me susurraba cuánto me amaba y todas las cosas que le gustaría hacer conmigo, era una chica increíble, tan creativa, tan... algo se movía en el agua, así que dejé de pensar en aquello y miré más fijamente a ver qué era, allí no solían haber peces, así que, era extraño que se moviera el agua. Me miraban unos intensos ojos verdes desde dentro del agua, su pelo rubio casi salía a la superficie, llevaba un vestido color magenta que la cubría entera debajo del agua y sus piernas estaban desnudas. Sus brazos salieron del agua y cogieron los míos para arrastrarme al agua con ella; cuando caí dentro del agua me quedé con lo ojos completamente abiertos, casi sin poder parpadear, era Alice, la mujer que siempre había esperado, la mujer por la que casi doy la vida. Me miraba con aquellos ojos grandes y embriagadores, me dedicaba una sonrisa perfecta con aquellos dientes perfectamente blancos, no tenía heridas en su piel y aquel vestido era tan bonito que no sabía cómo no se le había ocurrido ponérselo cuando estábamos juntos. Nadé un poco hacia ella y le cogía la cara con ambas manos, incapaz de creerme aquel acontecimiento, le acaricié la mejilla y poco a poco acerqué mis labios a los suyos, para volver a sentir su delicado beso, aquellos que había echado tanto de menos, aquellos que me daba cada mañana; ella me correspondía con tanta pasión que me sentía en una nube, pero no me importaba si aquello era un sueño o no, era algo que quería, que había esperado, era algo que podía resquebrajarse y hacerme más daño, pero lo tenía justo delante y quería disfrutar de aquel momento.

Salí del agua empapado, ya que, no podía respirar mucho más. Ella salió de allí también, sonriendo y cogiéndome la mano con fuerza. Me sentí como la primera vez que nos conocimos, la primera vez que intenté que se fijara en mí regalándole una hermosa rosa roja y la primera vez que la besé. No podía dejar de mirarla:

- Veo que estás impresionado - me dijo Alice con dulzura, seguía sonriendo -.

- Bastante impresionado, diría yo - seguía con los ojos abiertos, incapaz de creer que la estaba tocando - No puedes estar aquí de verdad, vi cómo te... cómo te... - no pude terminar la frase, no podía pronunciar las palabras que todos los psiquiatras querían conseguir que yo pronunciara, había sido difícil y no esperaba conseguir decirlo alguna vez. Las lágrimas corrieron por mis mejillas, pero ella con sus manos las apartó y me besó en la mejilla -.

- Ya estoy aquí, tranquilo - al fin me abrazó, era lo que había necesitado después de tres años - Tranquilo... estoy aquí.

- ¿Cómo es que estás aquí? - le pregunté extrañado, después de dejar de abrazarnos pero, siguiendo estando muy juntos el uno al otro - Esto no puede ser...

- Tú has creído en mí y aquí estoy, el mar me ha traído hasta ti, hasta este preciso momento, quería encontrarte - me respondió, aunque sabía que yo no le veía ningún sentido, así que, empezó a hablar de otra cosa - ¿Cómo es que has venido a vivir aquí? Antes no te gustaba el campo - añadió Alice, mirando la casita algo sorprendida -.

- Bueno, tuve que hacerlo. No podía seguir viviendo en aquella casa donde tú ya no estabas, me estaba volviendo loco, así que, pensé que te habría gustado vivir cerca del agua y en el bosque, siendo libre y oyendo a los pajarillos cantar cada mañana - le respondí mirando hacia abajo y con lágrimas en los ojos - No podía estar allí, eras lo único que tenía y te disolviste en un montón de cenizas. Recuerdo que te tiré al mar, porque pensé que era el sitio donde pertenecías, te gustaba tanto... el mar eras tú.

Estuvimos besándonos durante un rato, era tan cálido y relajado que no podía dejar de buscar su lengua, no podía dejar de acariciarle el rostro, de sentir su piel contra la mía y de entrelazar nuestras manos. Hacía tanto tiempo que no estaba con ella de aquella manera tan tierna que terminamos haciendo el amor cerca del lago, mojados como estábamos, pero no nos importó en absoluto aquello; quería sentirla, tocar toda su suave piel, mirar sus intensos ojos verdes y acariciar sus labios con mi lengua, era increíble volver a sentirme así, había sido tanto tiempo... anhelaba aquello. Hubo una pasión tan fuerte que acabamos abrazados y desnudos mirando hacia arriba, con el sol dándonos en todo el cuerpo con aquel calor intenso. Ella me miró y dijo:

- Justo como nos sentíamos antes, ¿verdad? 

- Sí, era justo así. Justo como estamos ahora, juntos y... - al girar mi cara hacia donde ella estaba acostada, vi cómo desaparecía y me extrañé - ¿Alice? 

De repente, al despertarme vi a un montón de médicos a mi alrededor mirándome fijamente, era bastante agobiante. 

- Eric Mason, ¿cómo se encuentra? - me preguntó el médico que estaba más cerca de mi cara. Y, al ver mi cara de completa extrañeza, me explicó lo que estaba ocurriendo - Usted está en un hospital, no se preocupe.

- Estaba con Alice, ¿dónde está? - le dije realmente asustado, no podía creer que hubiera desaparecido después de unos momentos tan perfectos -.

- ¿Quién es Alice? - me preguntó el médico algo confuso - Ha estado inconsciente un par de meses, es normal que se sienta incómodo y confuso. Habrá tenido un sueño muy real, a veces, suele pasar pero, no se preocupe, está de nuevo con nosotros - se pensó que me alegraba, pero no era así en absoluto -.

Durante las horas que prosiguieron, vinieron a visitarme varios familiares, entre ellos mi hermana pequeña. Tenía veinticuatro años, tenía una tez blanquecina, unos ojos marrones grandes y muy expresivos, el pelo castaño y liso que le llegaba casi hasta la cintura, unos labios finos y vestía con unos pantalones tejanos y una blusa de color azul oscuro. Ella siempre había sido totalmente sincera conmigo, por ello, le había pedido a mis padres que salieran de la habitación del hospital para poder hablar con ella de forma más suelta.

- No entiendo qué ha pasado, estoy confundido - le dije, después de contarle todo lo que pasó en el lago y en la casita dónde solía vivir y todo lo que pasó con Alice - Estaba con ella, pero de repente, todo se desvaneció y estaba aquí.

- Eric, todo lo que crees que ha ocurrido con Alice... - bajó la mirada intentando aguantar las lágrimas, estaba realmente afectada por mi situación, podía verlo en sus ojos - No ha ocurrido nada de eso. Has estado inconsciente durante dos meses, eso que crees que te ha ocurrido ha sido un sueño, pero no ha ocurrido. Alice murió hace tres años, no pudiste soportarlo y, hace dos meses te tiraste por el puente al que solías ir con ella, al puente donde le pediste que se casara contigo - me contó con las lágrimas corriendo por sus mejillas - Sobreviviste, pero veo que donde estabas era mejor que esto.

- Arlene... - le abrí los brazos para que me abrazara. Fue cálido pero lleno de dolor y tremenda pena por su parte, me había echado mucho de menos y había sufrido mucho por mi estado, ya que, desde siempre habíamos estado muy unidos - Lo siento mucho, no podía continuar viviendo esta... esta mentira.

- Tienes que vivir, tienes que hacerlo por nosotros, ¡por mí! - me gritó aun con lágrimas en los ojos, pero esta vez estaba enfadada - Cuando me dijeron que estabas en el hospital y que estabas en coma... no tienes ni idea de cómo me sentí.

- De verdad que lo entiendo - le respondí con total serenidad, aunque me sentía mal por haber sido tan egoísta, pero no pude evitarlo - Pero no podía vivir sin ella, no puedo. Era lo que movía mi mundo, era mi sentido de vida. Desde que la conocí había sido lo mejor que me había pasado, la cosa más bonita que había tenido en mis brazos, como una piedra preciosa que quería cuidar y que no pude cuidar, porque le fallé, ¿entiendes? - le dije, ahora más cabizbajo que antes, ya que, cada vez que la recordaba me hundía dentro de mis sentimientos y mis recuerdos y me ahogaba - Necesito estar con ella, necesito volver allí, volver a la casa en el bosque.

- ¡Estás vivo, Eric! - me gritó - ¡Ella no está, no puedes pretender que esté! ¡Ha sido un sueño! Te necesito aquí, a mi lado - aquello me dio de lleno en el corazón, ya que, me empezó a fallar y noté que me desmayaba, otra vez -.

Volví a abrir los ojos en el bosque, cerca del lago. Me levanté rápidamente del suelo y miré a mi alrededor buscando a Alice, me aferraba a aquel lugar para no tener que volver, no quería volver. Cuando pensé que realmente se había ido, la vi en el lago dándose un baño desnuda, así que, con una sonrisa me acerqué y entré en el agua a su lado; ella me sonrió, pero esta vez con lágrimas en los ojos.

- ¿Qué ocurre? - le pregunté acariciándole la mejilla -.

- No puedes quedarte conmigo, no puedo dejar que mueras... es muy egoísta por mi parte - me respondió más disgustada que nunca - Debes irte con tu família, tengo que dejar que te vayas... tienes que ser feliz y encontrar a otra persona que...

No dejé que siguiera su frase, la empecé a besar con todo el cariño del que fui capaz de transmitirle y nos fundimos uno con el otro, su piel contra mi piel. Aquello no se podría deshacer tan fácilmente, ni siquiera mi família, ni siquiera mi hermana; aunque estuviera enfadada conmigo, siempre había sabido lo que sentía por Alice, desde el momento en que la vi, seguro que entendería mi elección.

Así que, mi decisión fue morir en la tierra y seguir con Alice "viviendo" en aquella casita cerca del lago donde nos bañábamos cada día. No envejecíamos y llegamos a tener tres hijos, que fueron lo mejor que pudo darme la muerte.

Al fin y al cabo, bajo el agua ocurrió todo dándome lo peor que podría haber ocurrido, la muerte de la mujer que más amé en este mundo, y en el agua volvió un principio con Alice otra vez, después de un final, que fue mi muerte en la tierra. Esperaba que Arlene lo comprendiera, esperaba que fuera fuerte e hiciera todo lo que realmente quería hacer, lo que realmente ella sentía hacer, pero siempre alejada del mar, del agua y de todo lo que me llevó a mi a matarme a mí mismo por amor a la persona más bella de este universo, a la persona que hizo que mi muerte fuera un regalo.

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