Terror en la casa abandonada:





La mujer estaba postrada en el suelo aterrorizada, temblando, mirando fijamente hacia arriba. 
Su ropa estaba enmarañada y sucia, señal de que la habían arrastrado por el suelo hasta llegar a aquella casa vieja donde en ese mismo momento se encontraba, sus manos estaban bañadas de sangre ya seca y le dolía bastante la cabeza, pero no sabía cómo había llegado allí ni cómo estaba en aquel momento preciso, sólo quería gritar pero parecía que no pudieran salirle las palabras de la boca, era como si estuviera completamente muda, aquello era aterrador.

No podía pensar en otra cosa que en lo que tenía justo en frente. Tenía família pero eso, a él no le importaba. Su mirada estaba fija en ella con una cara de desprecio que ella no había visto nunca en ningún ser humano y racional, tenía los ojos salidos de sus órbitas, como si aquello le proporcionara éxtasis y un placer que no podía sostener su mirada normalmente. La mujer veía su camiseta blanca, pantalones tejanos y deportivas negras gracias al delantal transparente que llevaba el hombre bañado en sangre, incluso su cara. Se imaginaba que podría deberse a que aquel hombre se dedicaba a matar a gente y viendo su semblante se imaginó que, hasta incluso, le encantaba y disfrutaba con ello como un niño disfruta de sus juguetes.

Aquella casa parecía apartada de la ciudad, se oían gritos en las habitaciones contiguas a donde estaba con aquel hombre que disfrutaba de aquel momento. No quería imaginarse la cantidad de cosas horribles que podría estar haciéndoles a otras personas, pero suponía que aquello podría ser su forma de llamar la atención al mundo o de disfrutar de su realidad. Nadie acudía allí, por ello supuso que aquella casa que casi se caía a pedazos pudiera estar abandonada, no oía ni los coches pasar, así que, tampoco estaba cerca de ninguna carretera. Ella miraba a su alrededor para ver si había alguien más que la pudiera ayudar o algún objeto punzante que pudiera utilizar para defenderse pero, aquel hombre postrado frente a ella había jugado bien sus cartas porque no había ni un solo objeto en aquella habitación, solamente una camilla con un alfiler en la punta, parecía que sirviera para...

No pudo seguir analizando aquella habitación, ni aquella casa ni a aquel hombre misterioso, porque el el hombre desconocido había cargado la pistola y se disponia a dispararle. En el inmediato segundo siguiente, tenía un agujero en el centro de la cabeza y había caído hacia atrás, con los brazos abiertos y las piernas hacia un lado. El hombre bajó el arma, suspiró aliviado de haber saciado sus ganas incontrolables de asesinar; las personas no eran nada para él, no eran vidas, eran objetos sin sentido, juegos incongruentes, algo que en su vida llegaría a entender. No sabía qué era el amor, ni lo había conocido nunca, no sabía qué era la amistad porque nadie se había esforzado en conocerle de verdad, no sabia qué eran los sentimientos porque nunca los tuvo. 

Salió de aquella pequeña habitación, se fue a la de al lado, abrió la puerta y había una mujer morena, con ojos marrones y repleta de cortes por todo el cuerpo, se estaba desangrando por completo. La maquina que la rodeaba tenía muchos objetos punzantes y la cortaban poco a poco, de más profundidad a menos, pero se acercó a la máquina, apretó el botón de máxima potencia, se sentó en la silla que había en frente de la camilla y esperó a que todo su cuerpo reventara y dejara un sinfín de trozos de órganos por toda la habitación.


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