Las Incesantes Olas:

Podía ver cómo susurraban las olas, cómo ese color azul intenso me hacía cuestionarme quién era, mientras me sentaba en la arena poco a poco, cansada de echarle de menos, mientras el aire fresco chocaba contra mi piel seca. No pude evitar recordar cómo su mirada penetraba a través de mí, cómo sonreíamos en cada cena y cómo sus manos se deslizaron hacia las más absolutas sombras.

Todavía recuerdo mi constante negación, no quería imaginar un mundo donde sus carcajadas no formaran parte de mis días. No podía soportar ver su lado de la cama vacío, de hecho, me era más cómodo dormir en el sofá, casi totalmente encorvada y sin esperanza de conciliar el sueño. Siempre esperando que volviera a entrar por la puerta, suspirando aliviada tras comprender que todo había formado parte de una broma pesada del Universo pero, seguía mirando al vacío, viendo delante de mí la más cruda realidad.

Absorta entre mis pensamientos, mientras notaba el agua humedeciendo mis pies en la orilla, tan solo podía esmerarme en dejar los ansiolíticos, esos que me adormecían y no me dejaban ver nada a mi alrededor, ni siquiera lo cercano. Había algo dentro de mí que me hacía volver a ellos, entre ansiedades descontroladas y recuerdos que necesitaba que fuesen mi presente antes de volverme loca. Los veía en su bote, tratando de resistirme a ellos pero sin demasiado éxito, me había enganchado sin darme la menor cuenta. 

El sonido de las olas era lo único que me calmaba, que llenaba mi mente de quietud, era el único momento donde podía volver a verle sin necesidad de que estuviera presente. Sabía que no podía volver atrás, tampoco traerle de las horribles garras de la muerte pero, al menos, tenía mi memoria muy activa y presente, podía seguir viéndole caminando entre recuerdos...