Vida Pasada:
Al cerrar los ojos, todo volvía a empezar. Aquella joven con el cabello pelirrojo y algo deshecho, con ojos verdosos, mirada penetrante, perdida, sola y desprovista de cualquier noción del tiempo había aparecido en mi mente otra vez, sus ropas estaban algo rotas, parecía que siempre llevara las mismas, vivía en la calle e iba puesta de algún tipo de droga desde hacía algunas horas, aunque todavía no tenía idea de qué. Caminaba por la calle con los pies descalzos, desorientada, ni siquiera sabía dónde estaba, tan solo esperaba encontrar un lugar donde refugiarse, hacía frío e iba con una camiseta negra de tirantes y unos vaqueros rotos que tampoco la cubrían demasiado. Temblaba, quizá porque llevaba unas horas dormida en medio de todo aquel apogeo a su alrededor, personas que pasaban por su lado pero que ni siquiera se paraban a ver cómo estaba o qué le ocurría. Su visión estaba borrosa, tanto que...
Me incorporé de inmediato. Estaba sudando, me dolía todo el cuerpo. El cabello pelirrojo de la joven, fue sustituido por uno de un color negro intenso, sus ojos verdosos por unos de color azul oscuro, labios finos con una sonrisa que muchos anhelaban ver y un cuerpo esbelto vestido con un pijama blanco con líneas grises. A la joven del sueño la habían atropellado, lo peor era que, cada vez que despertaba de ese sueño constante, sentía como una especie de "déjà vu". Eran las tres de la mañana y ya no sabía qué hacer, tenía miedo de volverme a dormir por si la joven pelirroja volvía a mis sueños como el incesante viento que entraba por la ventana que olvidé cerrar antes de irme a la cama. Me levanté poco a poco y la cerré, estaba claro que no iba a dormir más, así que, empecé a preguntarme por qué cada noche tenía el mismo sueño, por qué me relataba cada día la vida de esa joven desprovista de cualquier cuidado y siempre yendo detrás de un chute, costase lo que costase, una persona que no murió por eso, sino por un coche que la atropelló debido a su despiste. Era curioso...
Durante el día, no pude concentrarme, estaba en la oficina trabajando y se me caía la cabeza, a veces incluso, me quedaba dormitando pero conseguía volver en sí. Llevaba demasiados días sin dormir, incluso había perdido la cuenta y no pensaba que pudiera conseguirlo, la vida de esa joven era tremendamente tétrica y no podía salir de ella como fuera, cada noche aparecía en mi mente sin permiso aparente. Salí del trabajo a la hora de comer, seguía exhausta, así que, decidí echarme una cabezadita después de esa hamburguesa con queso de la que se denotaba una textura seca y poco consistente, era como comerme un chicle pero era suficiente para una comida rápida. Cada vez que iba a cerrar los ojos, era literalmente una odisea, tenía miedo y no sabía qué me esperaba al otro lado de ese sueño tan vívido y que atraía tanto dolor hacia mi persona cuando despertaba. El sopor me fue embaucando y no pude evitarlo, me quedé dormida.
Había una casa muy vieja, con las paredes sucias y muy dejada. Varios drogadictos entraban allí, incluido ella, esa joven que estaba despreciando tanto su vida con aquella sustancia que con tanta ansia quería conseguir. Pude vislumbrar su sonrisa cuando la jeringuilla se clavó en su piel y ese líquido entró en su organismo, cerró los ojos en señal de placer, lo estaba sintiendo por cada poro de su ser, estaba teniendo la mayor sensación que jamás había tenido y era lo único que parecía complacerla, no había confianza en ella, ya no era una persona amistosa, no le importaba nada a parte de esa sustancia que entraba en sus venas cada vez que la necesitaba.
Sus ojos borrosos, vislumbraron a un joven algo más mayor que ella, acercándose poco a poco. No estaba asustada, seguía en ese momento perfecto que no quería dejar apartado, estaba centrada en esa increíble sensación que la embaucaba. Moreno, con ojos castaños, mirada penetrante y voz pausada, se puso de cuclillas y la miró fijamente, parecía que le afectaba profundamente ver así a una persona y tan solo trataba de ayudar, quizá tuvo una experiencia difícil con las drogas, algún familiar, amigo o, incluso, él mismo.
- ¿Quién...? - empezó a preguntarle la joven, justo antes de quedarse dormida -.
- Venga, te llevaré a casa - susurró, cogiéndola en brazos y llevándosela consigo -.
El trayecto a esa decorada y bien amueblada casa a las afueras de la ciudad, fue tranquila, dado que todavía no se había despertado, seguía durmiendo plácidamente con la teoría de que ese era el único momento en el que no se sentía desdichada. Al llegar, la dejó en el sofá y la tapó con una manta, preparó una compresa bastante mojada para ponérsela encima de la cabeza y quitarle el sudor de la frente. Tenía un semblante apagado, le hacía daño profundamente el que ella estuviera así, ya lo había pasado antes y le costó superarlo, no iba a permitir que volviera a ocurrirle a nadie más y se estaba asegurando de ello.
Pasó la noche en el sillón de al lado, observándola de vez en cuando para comprobar que seguía durmiendo y pasando la merla de la mejor manera posible que era aquella, como él bien sabía. Por la mañana, empezó a preparar el desayuno, rico en vitaminas, añadiendo un café al menú para que se despejara.
- ¿Dónde...? ¿Quién eres tú? - le preguntó con extrañeza, levantándose de un salto pero comprobando que el mareo que la embaucó la noche anterior, todavía permanecía allí -.
- Soy Nail. Te saqué de aquel lugar tan tenebroso al que decidiste ir a meterte un chute - sus ojos le miraban con desconfianza, no se explicaba por qué había hecho aquello, ya no quedaban personas amables en el mundo, al menos, que ella supiera - ¿Cómo te llamas tú?
- Lybeth - susurró, mirando la comida que había justo delante - ¿Se va a comer alguien ésto? Estoy...
- Es para ti, yo ya he desayunado - le dijo, con una media sonrisa, quería que se sintiera cómoda -.
Durante unas horas, todo fue bien. La llamada Lybeth y Nail se compenetraron muy bien desde el principio, pero ella empezó a notar la necesidad de salir a por más droga, aquello la hacía sentir viva, la sustentaba y le decía que fuese a por más. Nail la persuadió varias veces y decidió meterla en la bañera con varios vapores para que eliminara todas las toxinas. Lybeth se dejó hacer, aunque no sin pelear, rechistar y patalear, pero no sabía cómo volver a la ciudad y Nail era la única persona que tenía de su lado, que la estaba cuidando como nunca antes lo habían hecho, empezó a pensar que se merecía su confianza, aunque se sentía rara al volver a la normalidad, antes procuraba estar puesta todo el tiempo.
Unos meses después, cada vez se unían más sin darse cuenta. Nail estaba dispuesto a acarrear con todos los gastos, quería que ella se pusiera bien, que recuperara su vida. Una noche, ella le esperaba ansiosa a que llegara del trabajo, había aprendido a preparar spaguetti con almendras y quería que lo probara, realmente era un momento a celebrar, todas las comidas que había intentado que fueran comibles, se habían ido al fondo del váter, esperaba que ésta vez se hubiera superado a sí misma. Durante la cena rieron, se crearon su propio mundo personal en aquella casa apartada, a Lybeth parecía que le pasaba una pregunta por la cabeza desde hacía algún tiempo y necesitaba una respuesta.
- ¿Por qué has hecho todo ésto por mí? - su pregunta hizo que el semblante sonriente de Nail se volviese serio -.
- Ya te dije por qué, no me gusta ver a alguien así y menos siendo tan joven - parecía no querer recordar el pasado, su cara mostraba algo de tristeza en el fondo -.
- Quiero saber la verdad, no la respuesta estándar - no le gustaba ser condescendiente y, mucho menos, con su salvador, pero necesitaba saberlo -.
- Mi hermana pequeña pasó por lo mismo, intenté sacarla de ese mundo pero no lo conseguí y murió - sus ojos estaban húmedos, el resto de la noche no dijo una palabra más, parecía que Lybeth había tocado un tema sensible -.
Sus labios se acercaban cada vez más hasta completar la unión entre ellos, sus mañanas empezaban a ser diferentes, incluso empezaron a dormir juntos. Lybeth volvía a tener algo por lo que vivir, algo para conseguir encontrarse a sí misma, para poder compartir aquello que había enterrado en las profundidades de su ser. Hasta que esa vez que cruzó la calle, fue la definitiva, fue el momento culminante en el que descubrieron que aún con la distancia de la muerte, podrían seguir juntos y volver a encontrarse. El coche la atropelló y uno de los médicos del hospital llamó a Nail para informarle de que su pareja había muerto en aquellas fatídicas circunstancias; en ese momento, su alma le prometió que la encontraría en otra vida, que la buscaría allá donde estuviera, que volvería a ser partícipe de su vida y volvería a tenerla entre sus brazos aunque tuviera que mover cielo y tierra para ello.
Desperté poco a poco de aquella pequeña siesta que pareció de horas de duración pero en la que, realmente, pasé media hora durmiendo. No quise darle más importancia de la que tenía a aquel sueño, era otro de los muchos que tenía en el momento en el que cerraba los ojos, eran curiosos, extraños, a veces con tintes inspiradores... pero no empecé a creer lo que ese joven dijo en el sueño hasta que no tuve la prueba delante de mis narices aquella misma noche en la taberna a la que fui para tomarme una cerveza y relajarme.El joven de ojos castaños y pelo negro entró por la puerta, buscando a alguien, por supuesto, encontró a quién estaba buscando porque no se había cansado de buscarla en todos los rincones del mundo, parecía que lo había sentido al verme. Sentí una punzada en el estómago y algo magnético entre nosotros, como algo que pedía que nos acercáramos, pero no hizo falta, él se acercó a la mesa donde me encontraba y se sentó justo en frente de mí sin siquiera pedir permiso.
- Y tu nombre es... - su mirada me resultaba tan familiar que no podía creerme lo que estaba a punto de ocurrir en unos minutos -.
- Kate - le sonreí, curiosa por aquel encuentro tan furtivo - ¿Tú eres...?
- Gail - nos dimos la mano, sintiendo en ese momento una sensación de pura conexión entre nosotros, desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron cuando entró en la taberna - Sigues siendo igual de guapa que en nuestra vida pasada, Lybeth.
- ¿Me has llamado...? - le pregunté, bastante alarmada y sin entender nada de lo que estaba pasando, ¿tenía los mismos sueños que yo? -.
- Te he llamado Lybeth, sí - me contestó, confiando en sí mismo - Sé que tienes sueños de cuando estuvimos juntos, Kate, tengo los mismos sueños pero desde mi punto de vista, claro. Lybeth y Nail, ¿verdad?
- Eeeh... no sé lo que está pasando, pero francamente, me estoy asustando - cogió mis manos entre las suyas sin decir nada más -.
Empecé a comprender lo que estaba pasando cuando noté esa paz que me estaba transmitiendo a través de sus manos, dándome cuenta de que nuestra conexión venía de mucho tiempo atrás, de una vida pasada. Ambos cerramos los ojos y nos vimos mutuamente, los abrimos y susurramos nuestros nombres, como si nuestras almas se hubieran encontrado por fin y estuviesen orgullosas de ello, llenas de júbilo.
- Nail... - susurré, anonadada -.
- Lybeth - nos levantamos de la mesa y nuestro beso apasionado afloró todos los sentimientos que tuvimos en la vida pasada y todo el agradecimiento que sentía por haberme alejado de la droga y de aquella vida tan tétrica y desesperante -.
Y, a partir de este momento, ya no volví a soñar con Nail y Lybeth, sino que se transformaron en sueños entre Gail y yo, muchos de los que se cumplieron más adelante. Suspiré pensando que las almas pueden hacer milagros y encontrarse...
Sus ojos borrosos, vislumbraron a un joven algo más mayor que ella, acercándose poco a poco. No estaba asustada, seguía en ese momento perfecto que no quería dejar apartado, estaba centrada en esa increíble sensación que la embaucaba. Moreno, con ojos castaños, mirada penetrante y voz pausada, se puso de cuclillas y la miró fijamente, parecía que le afectaba profundamente ver así a una persona y tan solo trataba de ayudar, quizá tuvo una experiencia difícil con las drogas, algún familiar, amigo o, incluso, él mismo.
- ¿Quién...? - empezó a preguntarle la joven, justo antes de quedarse dormida -.
- Venga, te llevaré a casa - susurró, cogiéndola en brazos y llevándosela consigo -.
El trayecto a esa decorada y bien amueblada casa a las afueras de la ciudad, fue tranquila, dado que todavía no se había despertado, seguía durmiendo plácidamente con la teoría de que ese era el único momento en el que no se sentía desdichada. Al llegar, la dejó en el sofá y la tapó con una manta, preparó una compresa bastante mojada para ponérsela encima de la cabeza y quitarle el sudor de la frente. Tenía un semblante apagado, le hacía daño profundamente el que ella estuviera así, ya lo había pasado antes y le costó superarlo, no iba a permitir que volviera a ocurrirle a nadie más y se estaba asegurando de ello.
Pasó la noche en el sillón de al lado, observándola de vez en cuando para comprobar que seguía durmiendo y pasando la merla de la mejor manera posible que era aquella, como él bien sabía. Por la mañana, empezó a preparar el desayuno, rico en vitaminas, añadiendo un café al menú para que se despejara.
- ¿Dónde...? ¿Quién eres tú? - le preguntó con extrañeza, levantándose de un salto pero comprobando que el mareo que la embaucó la noche anterior, todavía permanecía allí -.
- Soy Nail. Te saqué de aquel lugar tan tenebroso al que decidiste ir a meterte un chute - sus ojos le miraban con desconfianza, no se explicaba por qué había hecho aquello, ya no quedaban personas amables en el mundo, al menos, que ella supiera - ¿Cómo te llamas tú?
- Lybeth - susurró, mirando la comida que había justo delante - ¿Se va a comer alguien ésto? Estoy...
- Es para ti, yo ya he desayunado - le dijo, con una media sonrisa, quería que se sintiera cómoda -.
Durante unas horas, todo fue bien. La llamada Lybeth y Nail se compenetraron muy bien desde el principio, pero ella empezó a notar la necesidad de salir a por más droga, aquello la hacía sentir viva, la sustentaba y le decía que fuese a por más. Nail la persuadió varias veces y decidió meterla en la bañera con varios vapores para que eliminara todas las toxinas. Lybeth se dejó hacer, aunque no sin pelear, rechistar y patalear, pero no sabía cómo volver a la ciudad y Nail era la única persona que tenía de su lado, que la estaba cuidando como nunca antes lo habían hecho, empezó a pensar que se merecía su confianza, aunque se sentía rara al volver a la normalidad, antes procuraba estar puesta todo el tiempo.
Unos meses después, cada vez se unían más sin darse cuenta. Nail estaba dispuesto a acarrear con todos los gastos, quería que ella se pusiera bien, que recuperara su vida. Una noche, ella le esperaba ansiosa a que llegara del trabajo, había aprendido a preparar spaguetti con almendras y quería que lo probara, realmente era un momento a celebrar, todas las comidas que había intentado que fueran comibles, se habían ido al fondo del váter, esperaba que ésta vez se hubiera superado a sí misma. Durante la cena rieron, se crearon su propio mundo personal en aquella casa apartada, a Lybeth parecía que le pasaba una pregunta por la cabeza desde hacía algún tiempo y necesitaba una respuesta.
- ¿Por qué has hecho todo ésto por mí? - su pregunta hizo que el semblante sonriente de Nail se volviese serio -.
- Ya te dije por qué, no me gusta ver a alguien así y menos siendo tan joven - parecía no querer recordar el pasado, su cara mostraba algo de tristeza en el fondo -.
- Quiero saber la verdad, no la respuesta estándar - no le gustaba ser condescendiente y, mucho menos, con su salvador, pero necesitaba saberlo -.
- Mi hermana pequeña pasó por lo mismo, intenté sacarla de ese mundo pero no lo conseguí y murió - sus ojos estaban húmedos, el resto de la noche no dijo una palabra más, parecía que Lybeth había tocado un tema sensible -.
Sus labios se acercaban cada vez más hasta completar la unión entre ellos, sus mañanas empezaban a ser diferentes, incluso empezaron a dormir juntos. Lybeth volvía a tener algo por lo que vivir, algo para conseguir encontrarse a sí misma, para poder compartir aquello que había enterrado en las profundidades de su ser. Hasta que esa vez que cruzó la calle, fue la definitiva, fue el momento culminante en el que descubrieron que aún con la distancia de la muerte, podrían seguir juntos y volver a encontrarse. El coche la atropelló y uno de los médicos del hospital llamó a Nail para informarle de que su pareja había muerto en aquellas fatídicas circunstancias; en ese momento, su alma le prometió que la encontraría en otra vida, que la buscaría allá donde estuviera, que volvería a ser partícipe de su vida y volvería a tenerla entre sus brazos aunque tuviera que mover cielo y tierra para ello.
Desperté poco a poco de aquella pequeña siesta que pareció de horas de duración pero en la que, realmente, pasé media hora durmiendo. No quise darle más importancia de la que tenía a aquel sueño, era otro de los muchos que tenía en el momento en el que cerraba los ojos, eran curiosos, extraños, a veces con tintes inspiradores... pero no empecé a creer lo que ese joven dijo en el sueño hasta que no tuve la prueba delante de mis narices aquella misma noche en la taberna a la que fui para tomarme una cerveza y relajarme.El joven de ojos castaños y pelo negro entró por la puerta, buscando a alguien, por supuesto, encontró a quién estaba buscando porque no se había cansado de buscarla en todos los rincones del mundo, parecía que lo había sentido al verme. Sentí una punzada en el estómago y algo magnético entre nosotros, como algo que pedía que nos acercáramos, pero no hizo falta, él se acercó a la mesa donde me encontraba y se sentó justo en frente de mí sin siquiera pedir permiso.
- Y tu nombre es... - su mirada me resultaba tan familiar que no podía creerme lo que estaba a punto de ocurrir en unos minutos -.
- Kate - le sonreí, curiosa por aquel encuentro tan furtivo - ¿Tú eres...?
- Gail - nos dimos la mano, sintiendo en ese momento una sensación de pura conexión entre nosotros, desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron cuando entró en la taberna - Sigues siendo igual de guapa que en nuestra vida pasada, Lybeth.
- ¿Me has llamado...? - le pregunté, bastante alarmada y sin entender nada de lo que estaba pasando, ¿tenía los mismos sueños que yo? -.
- Te he llamado Lybeth, sí - me contestó, confiando en sí mismo - Sé que tienes sueños de cuando estuvimos juntos, Kate, tengo los mismos sueños pero desde mi punto de vista, claro. Lybeth y Nail, ¿verdad?
- Eeeh... no sé lo que está pasando, pero francamente, me estoy asustando - cogió mis manos entre las suyas sin decir nada más -.
Empecé a comprender lo que estaba pasando cuando noté esa paz que me estaba transmitiendo a través de sus manos, dándome cuenta de que nuestra conexión venía de mucho tiempo atrás, de una vida pasada. Ambos cerramos los ojos y nos vimos mutuamente, los abrimos y susurramos nuestros nombres, como si nuestras almas se hubieran encontrado por fin y estuviesen orgullosas de ello, llenas de júbilo.
- Nail... - susurré, anonadada -.
- Lybeth - nos levantamos de la mesa y nuestro beso apasionado afloró todos los sentimientos que tuvimos en la vida pasada y todo el agradecimiento que sentía por haberme alejado de la droga y de aquella vida tan tétrica y desesperante -.
Y, a partir de este momento, ya no volví a soñar con Nail y Lybeth, sino que se transformaron en sueños entre Gail y yo, muchos de los que se cumplieron más adelante. Suspiré pensando que las almas pueden hacer milagros y encontrarse...
Menuda historia. Vidas pasadas que se vuelven a encontrar. Genial, un amor a tracés del tiempo.
ResponderEliminarPrecioso.
Un besillo.
Me alegro de que te haya gustado, María. Este tipo de amor no muere sino que te persigue a través del tiempo.
EliminarUn beso y un abrazo.