Despedida:
Me desperté de inmediato, totalmente sudado y sin poder respirar. Había
tenido una pesadilla de lo más vívida y todavía tenía el corazón en un puño, me
sentía incómodo y ni con ganas de levantarme, pero estaba sediento, así que, no
tuve opción. Hacía tiempo que vivía solo, así que, no era de extrañar que la
cocina estuviera en total penumbra, mi hijo se había ido de aquí enfadado,
tampoco fue mi intención al decirle que había cosas más importantes en la vida que
una mujer, esa con la que él se fue a Tailandia y no he recibido ninguna
llamada desde que salió por la puerta.
Al abrir la nevera, mi indecisión pasó a ser la protagonista de mi
madrugada, eran las tres y prefería tomarme una buena cerveza fresquita a una
botella de agua que no tenía sustancia para olvidar algo más que palabras. Mi
ex mujer se fue de casa, no pudo soportar el hecho de que me acostara con su
mejor amiga, alguien despampanante y que apareció en la puerta de mi casa con
tan solo una gabardina y sin nada debajo, totalmente decidida a darme el polvo
de mi vida. Caí en la trampa, hacía tiempo que no mantenía relaciones con mi
mujer y ni siquiera lo pensé, mejor dicho, pensó mi otra mente, la de “hombre
sin otra cosa mejor que hacer que traicionar a su mujer”. Me tiré en el sofá,
encendí la tele y me quedé enfrascado en unos productos absurdos que
publicitaban, ni siquiera entendía de qué hablaban y no me interesaba lo más
mínimo, pero era la única voz que me acompañaba en aquella casa solitaria y
abandonada.
Oí unos pasos justo detrás de mí, totalmente decididos a acompañarme en
aquella noche deprimente. Hice como que no oí nada, pero los ruidos cada vez
fueron más intensos, más tarde, algo arrastrándose; dios, estaba empezando la
paranoia. Me hizo levantarme del sofá un golpe seco al otro lado de la casa,
mis ojos estaban abiertos de par en par, no había estado tan asustado en mi
vida. Me fui acercando poco a poco al lugar donde venían esos golpes sordos y
me quedé con los ojos clavados en…
-
¿Darren? –
mi hijo estaba escarbando entre la ropa que había dejado en su cuarto unos años
atrás - ¿Qué estás buscando?
-
Dejé aquí
unos juguetes de cuando era niño, quería recuperarlos pero en casa de mamá no
los he podido conseguir, así que, en el único sitio en el que pueden estar es
aquí – me miró con indiferencia, como si no pasara absolutamente nada, como si
la discusión que tuvimos se hubiese desvanecido, empezando a hablarnos como si
fuésemos personas otra vez, como si fuésemos adultos -.
-
¿Para qué
quieres esos juguetes? – le pregunté sorprendido, lo que no me esperaba era su
respuesta -.
- Voy a ser
padre, es un niño – era obvio que hacía meses que su novia estaba embarazada y
me he enterado en este mismo instante, justo cuando no tenía opción para
ocultármelo -.
-
¿Y me lo
dices ahora? – intentaba no alterarme, era complicado. No quería que se fuera
igual de enfadado que la última vez, no quería perderle por completo –
Deberías…
-
Lo sé, lo
siento – agachó la cabeza, algo decepcionado. Me acerqué a él al ver la
tristeza en sus enormes ojos verdosos – Por todo, de verdad.
Me quedé sin palabras, así que, tan solo le abracé. La esperanza volvió
a mí como una ráfaga de aire fresco, como si todos mis problemas pudieran
desvanecerse sin más, como si estar solo dejaría de ser un problema. A partir
de ese momento, empecé a pasar mucho más tiempo con Darren, aplazó su vuelta a
Tailandia por reencontrar los buenos momentos conmigo, por volver a sentirme
como padre y olvidando todo lo ocurrido entre nosotros. Me parecía extraño que
estuviese acercándose el parto y que él no volviera, que se quedara en el sitio
donde todo lo que había odiado florecía por momentos.
Una mañana soleada, estaba inspirado, así que, salí a la calle a tomar
el aire y escuchar música mientras éste acariciaba mis mejillas, hacía un
día espléndido. En este tipo de días, te sueles encontrar a personas que hace
tiempo no habías visto o que vas a conocer de un momento a otro, en este caso,
me topé con la mujer de Darren. ¿Qué hacía en Los Ángeles? ¿Vivían en Tailandia
o me había mentido? Se le veía la tristeza en el rostro, tenía los ojos caídos
y parecía que hubiera estado llorando durante un tiempo considerable, estaba
claro que algo iba mal, realmente mal.
-
Es la mujer
de Darren, ¿verdad? – le pregunté, al ver que no tenía iniciativa de saludarme
por su cuenta -.
-
Sí, bueno…
- ¿se habían divorciado y mi hijo tenía miedo de contármelo? Pero parecía ser
algo mucho peor – Ahora soy viuda.
-
¿Cómo? –
fue como si me dieran una patada en la cara, ahora sí estaba francamente
confuso y nervioso, no entendía qué ocurría -.
-
¿No lo
sabe? – su extrañeza dejó mucho que desear, era obvio que no sabía nada del
tema. Dejé que prosiguiera con su relato – Hace unos meses murió en un
accidente de coche volviendo del trabajo.
Se me hizo un nudo en el estómago, empecé a hiperventilar y pensaba que
me iba a dar algo, sinceramente. Si mi hijo estaba muerto, ¿cómo podía estar en
mi casa? Me despedí de ella, cansado, agobiado de tanta emoción, es más,
intrigado por saber qué me diría Darren al llegar a casa. Dejé la vuelta y la
mañana soleada, ya me habían disgustado a estas horas, así que, abrí la puerta
de mi casa con rapidez, cerré y vi a mi hijo en el sofá, estaba embobado
mirando la televisión.
-
He visto a
tu mujer – le espeté, directamente -.
-
¿Ah sí? –
se levantó rápidamente del sofá y me miró atento - ¿Qué te ha dicho?
-
Que llevas
muerto unos meses porque tuviste un accidente de coche – se lo dije así porque
quería ver su reacción. Pero en su mirada tan solo mostraba extrañeza y puro
pánico, se quedó sin habla, al igual que yo al decírmelo aquella joven
desconsolada que me había encontrado cerca de casa - ¿Puedes explicarme qué
ocurre?
-
Ahora lo
recuerdo…
Empezó a relatarme los hechos que ocurrieron en el
accidente y toda mi esperanza de reencontrarme con mi hijo y empezar de cero
una vida en compañía de alguien que quería, se desvaneció. ¿Cómo podía estar hablando con él? Seguía escuchándole atentamente, pero conforme iba llegando al
final de su relato, se iba desvaneciendo hasta quedarme solo en aquella
habitación llena de vida durante estos últimos meses.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, me tapé la cara y
empecé a hacer lo mismo una y otra vez, tenía tal tristeza en mi interior que
no podía expresarla, tampoco hablar con nadie. Mi ex mujer estaba claro que lo
sabía, llevaba también unos meses de luto y el único que no tenía ni idea era
yo. Ya veía lo que le importaba a la gente, sí, eran de lo más considerados
conmigo, tanto que no les servía para nada y me sentía tan vacío que no
encontraba sentido a nada. Tampoco quería recordar, era demasiado doloroso para
mí y me sentía tan culpable que no sabía cómo manejarlo, así que, me encontraba
cercano a un puente, lo miraba fijamente con la mirada perdida, intentando
buscar alguna razón por la que no hacer lo que había pensado desde que me había
enterado de la muerte de mi hijo.
Estaba alto y tenía miedo, he de reconocerlo.
Juguetear en la barandilla borracho no había sido nunca una muy buena idea,
pero no había tenido tanto sentido con anterioridad, no se me había ido la vida
como justo en este momento. El salto del ángel había sido mi especialidad desde
niño, cuando saltaba desde el trampolín que había en la piscina de mis padres
hacia las profundidades de la misma, así que, en aquellos momentos hice lo
mismo viendo mi vida pasar en segundos hasta aplastar mi cara contra las
piedras que había debajo. Como era de esperar, nadie supo de mi muerte, ni
siquiera preguntaron por mí los años venideros y a nadie le importó lo más
mínimo. Gracias por nada, mundo cruel.
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