En Busca de la Libertad:
Los rayos del sol acarician mi piel de un color tostado, es apreciada por mis ojos castaños y por mi pelo liso y del mismo color que mis ojos, mi cuerpo esbelto está encandilado por este cálido y cómodo sentimiento de serenidad, de completa tranquilidad y de conciliación entre la naturaleza y yo. Es algo completamente fuera de mi mente, fuera del espacio e incluso, del tiempo, es algo que me gustaría transmitir pero que todavía no sé exactamente cómo hacerlo. No expreso muy bien mis sentimientos, así que, lo que prefiero es escuchar las fantásticas y sobrecogedoras ideas de los demás, sus increíbles aventuras, e incluso, sus profundos sentimientos hacia otros o hacia el mundo mismo, sin importar lo que yo piense o las ganas que tenga de irme en ese mismo momento, tan solo quiero escuchar.
James me apartó de mi ensimismamiento, se había acercado a mí desde el faro justo en el sitio donde yo me encontraba acostada en medio de la carretera cerca del puerto. Me miraba con aquellos ojos azules, aquellos que te hablaban y te tenían atada a ellos sin motivo aparente; me hablaba con aquella voz fina y esos labios gruesos y perfectos, aquellos que quería besar con total descontrol, esos que quería tomar como míos y de nadie más; sintiendo el sol con su cuerpo esbelto y en forma justo enfrente de mí, sin pensar que quizá había dejado de darme el sol en la cara gracias a que parecía pensar que era transparente.
- No eres transparente, ¿sabes? - le espeté, medio levantándome del suelo para volver a la innegable realidad -.
- Tenemos que irnos, sabes que no podemos estar estáticos en un mismo sitio - mi cara expresaba el eterno cansancio de tener que movernos continuamente, como auténticos nómadas. Al ver que ponía los ojos en blanco en señal de pesadez, James tuvo que recordarme lo que siempre me decía cuando me encantaba un sitio y no quería irme - No puedo protegerte si no te mueves, ya lo sabes.
- Sí, lo sé. Ahora mismo nos vamos - le dije, aún algo descontenta por la idea de dejar un lugar tan hermoso atrás sin pensar si quiera en que aquí se podría empezar una nueva vida -.
James era un tipo muy seguro de sí mismo, quería protegerme ante todo de los hombres que nos seguían y le encantaban las barritas de fibra. Él había estado anteriormente en una academia militar donde se había expuesto a entrenamientos excesivos, a una doctrina basada en hacer lo que te digan sin rechistar y en proteger al ciudadano ante todo. Se fue de aquella academia hace un par de meses, cuando estaba destinado a realizar un rescate de una joven de veinte años que estaba acosada por varios narcotraficantes que le intentaban robar la droga sin pagarla, esa era yo. Siempre fui una chica con problemas desde el primer momento en que mis padres me echaron de casa, desde el momento en que no querían saber nada de mí y preferían que mendigara por la calle antes de avergonzarse de su propia hija delante de sus amigos; me había quedado embarazada y mis padres no querían dar una mala imagen a todos aquellos que conocían, no querían que todo su mundo se despedaraza por culpa de su hija necesitada de amor, cuidados y apoyo, por lo que, prefirieron que diera al bebé en adopción y que saliera de casa lo antes posible sin importar si tenía o no un lugar a dónde ir.
Os preguntaréis qué tiene que ver mi vida con la salida de James de la academia militar de improviso. Pues veréis, ¿recordáis a los narcotraficantes que querían robarme la droga que no me habían pagado? Eran de la misma academia a la que iba él, eran compañeros suyos y le dolió muchísimo que todos le mintieran como si James no tuviera bastantes pruebas de que eso ocurrió, por lo que, al ver que yo no tenía ningún lugar a dónde ir y le buscaban a él por desertar y sin probabilidad alguna de volver, aprovechó para escapar conmigo, por así decirlo.Teníamos que movernos de un lugar a otro, no utilizar tarjetas de crédito y vivir mirando por encima del hombro a cada momento. Era estresante y no sabía cómo él podía vivir de aquella manera sin inmutarse en absoluto, estaba serio pero decidido a protegerme como fuera, a hacerme sentir segura y a pagar todo lo que hiciera falta a cada sitio al que íbamos, siempre tapados hasta la cabeza y moviéndonos rápidamente como si fuéramos ninjas... o gatos.
- Toma, ponte ésto - me dio un pañuelo para que me lo pusiera en la cabeza y solamente dejara ver mis ojos y algo de la boca, debíamos pasar por un lugar lleno de policías antes de llegar a otro motel cercano para poder cambiarnos. Queríamos llegar a Alemania pero iba a costar varios días más, por ello, hacíamos paradas regulares para poder descansar y respirar aire fresco -.
- Durante todo este tiempo, ¿no has pensado en ser libre? ¿En cómo sería volver a tener algo así? - le pregunté, mientras empezaba a enrollarme el pañuelo en la cabeza -.
- No, no lo he pensado - dijo tajantemente, dando la impresión de no querer seguir hablando del tema - Si lo pensara no estaría centrado.
- Creo que sería genial poder tener una casa y pasar el día allí, ir a la piscina, estar en la playa... - respondí en tono soñador, pensando que quizá podría hacerle cambiar de opinión. No podía estar más equivocada -.
- Deberías dejar de pensar esas cosas tan surrealistas, debes pensar en el presente, en escapar de todo ésto, pero jamás pienses en que algún día serás libre porque ese día, es cuando te quitarán esa libertad sin tu poder hacer nada - respondió, mirándome fijamente a los ojos pasándome toda aquella potencia de su voz a mi mente, captándome por completo - Deja de pensar en ello o acabarás muy mal.
Agaché la cabeza y miré mis manos, pensando que quizá ésto era lo único que merecía en mi vida, que quizá éste era el momento en el que tocaba fondo, era mi presente y debía aceptarlo. Quizá James tenía razón y ser libre tan solo era una ilusión pasajera, una en la que todos pensamos pero que jamás llega a ser parte de nosotros mismos. Le miré mientras conducía, con aquella mirada infinita, con aquellos ojos azulados fijos en la carretera y pensé que quizá él era mi destino, quizá alguien le había guiado hacía mí para protegerme, o que quizá, todo era otra ilusión óptica creada en mi mente por el espíritu de la ilusión.
Llegamos a las ocho de la noche a un motel a las afueras de ninguna parte, el lugar donde volveríamos a escapar al día siguiente. Teníamos que dormir en la misma habitación, ya que, estaba empeñado en que si dormía en otra no podría protegerme, empañado en hacer guardia en la puerta prácticamente toda la noche y sobreviviendo al día a base de coca-colas y monsters, eso no era vida, ¿verdad? Nada más abrimos la puerta, me fui directamente a la ducha, abatida, cansada y pensando en aquel lugar en el que podría sentirme segura y dejar de escapar, dejar de oír ruidos en mi cabeza, dejar de sentir miedo y no sentirme sola el resto de mi vida. La ducha me sentó divinamente, ya que, me encontraba más receptiva y algo más animada ante la posibilidad de liberar a James de la carga continua que estaba sufriendo, quizá era la hora de irme, de apartarme de su vida para dejar que la suya fuera más fácil, fuera más llevadera o, por lo menos, de poder tener una al fin y al cabo.
Me hice la dormida durante unas horas, esperando a que él pegara una pequeña cabezadita para recobrar la guardia unos cinco minutos más tarde. Me levanté lentamente de la cama, cogí mis cosas y salí pitando de aquel motel algo viejo y descuidado para dirigirme a robar un coche, sabía que era lo mejor para él y que aunque esta huida no surtiera efecto, James podría seguir con su vida. Puenteé uno de los coches aparcados en el parking del motel y pisé el acelerador a fondo, intentando pensar con claridad a qué lugar exactamente me dirigía, ¿el no saberlo es un problema? James ya habrá leído la nota que le he dejado encima de la mesa, justo a su lado, se habrá llevado las manos a la cabeza pensando en si me había vuelto loca y en lo inconsciente que soy pero no quiero que nadie cargue de esa manera conmigo, necesita descansar y despegar su mente de todo lo relacionado con los narcotraficantes. Decidí dirigirme a uno de los lugares que me dieron más felicidad, fue el hospital en el que di a luz a Jared y lo pude tener en mis brazos, tan pequeño, tan cálido y con aquellas pequeñas palpitaciones nada más abrir los ojos, recordé que tan solo pedí abrazarlo una vez para poder dejar atrás todo aquel momento tan traumático.
El hospital estaba a tan solo unos metros, verlo me hizo recordar muchas cosas que quizá no había sido muy bueno para mí pensar en aquel momento. Tenía un cúmulo de emociones dentro de mí, cuando me di cuenta de que estaba siendo arrastrada por cuatro hombres de los que estaba segura que eran los militares que en su día querían quitarme la droga; sus ojos estaban inyectados en sangre, tenían unos temblores que se debían a las drogas que posiblemente se habían tomado antes de llegar donde yo estaba y sus caras estaban manchadas de total satisfacción por haber conseguido aquel trofeo del que querían vengarse. Mi respiración entrecortada no podía mantenerse mucho tiempo más debido a la presión, debido a aquella ansiedad que se estaba apoderando de mi cuerpo y de mi mente, de aquella sensación de no volver a ser libre nunca más y de recordar aquel consejo de James: "Jamás salgas sin mí a ninguna parte, pueden cogerte, matarte y dejarte tirada en la cuneta"; yo había dejado atrás ese consejo sin pensar en las consecuencias.
De repente, todo cambió y, mientras algunos de ellos me sujetaban, empecé a ver algunas balas que provenían de alguna parte y hacían que dejaran de agarrarme y me dejaran en el suelo medio contrariada y todavía nerviosa. Me metí en el coche que había robado anteriormente en el motel y me puse en posición fetal, cubriéndome la cabeza totalmente para que no me alcanzaran las balas y pudiera estar protegida de alguna manera. Cuando todo terminó, la puerta del coche se abrió y James me miraba fijamente con aquellos ojos azulados y dulces ahora embriagados de preocupación; le había dado un susto de muerte al ver que no estaba, al leer aquella nota de despedida y que había recogido la ropa, quizá también se dio cuenta de que había robado un coche, parecía experto en espionaje.
- No vuelvas a hacerme ésto - me dijo con aquella voz fina y con mirada de preocupación cuando abrió la puerta del coche, de sentimiento de abandono o culpa por no haber cuidado de mí de una forma más eficaz o de no haberme dado todo el cariño que yo necesitaba, tan solo actuando mecánicamente -.
- De acuerdo, lo siento mucho - me disculpé por toda la molestia que le había ocasionado durante la noche y por el susto que se habría llevado al no verme en el motel - ¿Cómo has sabido dónde encontrarme?
- Aquí es donde diste en adopción a tu hijo Jared, pensé que tu imagen de libertad era de estar junto a él sin que nadie te pusiera ningún tipo de obstáculo - me respondió algo más tranquilo, sincerándose más tarde - He estado muy preocupado, preguntándome dónde estabas o si te habían llegado a tocar... pensaba que me volvía loco.
- ¿En serio? Tan solo soy yo, Arlene. Nadie más - le dije, totalmente incrédula. Le dejé sitio en el coche que había robado en el motel para que él pudiera sentarse en el asiento del conductor más cómodamente - Tan solo quería que fueras libre, que no te sintieras obligado a cargar conmigo y a dejar que todo por lo que habías soñado se caiga a pedazos, ni siquiera duermes y me parece muy egoísta por mi parte que...
Aquella última frase en la que quería expresar mi total enfado hacia mí al permitir que sea mi guardián y que no pueda dormir mucho por las noches, fue interrumpida por aquellos labios gruesos sobre los míos, transmitiéndome su fuerza, sus ganas de luchar y su poco sentido del humor. Me pilló totalmente desprevenida pero le devolví el beso sin ningún problema, ésto lo podría definir como: "Libertad".
- No vuelvas a decir que no eres importante, lo eres mucho más de lo que crees - afirmó cuando sus labios se despegaron de los míos - Jamás te vuelvas a separar de mí de esa manera, ¿de acuerdo?
- Vale... lo siento - me disculpé por segunda vez debido a la preocupación que le provoqué durante aquella larga noche -.
James arrancó el coche robado y seguimos nuestro camino a Alemania, las primeras horas en silencio debido a lo ocurrido y por el beso que me dio después, quizá para él fue algo incómodo o algo que hizo impulsivamente, nunca mostraba tan claramente sus sentimientos. Durante aquellas horas el tiempo pasó muy rápido, ya que, estaba inmersa en mis pensamientos, en aquellos que me hicieran volver a revivir la libertad, el momento justo en el que podría llegar a serlo y preguntándome si aquello era posible. Cuando estaba totalmente convencida de que no podría conseguirlo, James cogió mi mano, quizá se dio cuenta de que había sido demasiado rígido conmigo, como si me hubiese tratado como un soldado más de su escuadrón militar que su compañera de viaje.
- Pensé en lo que me dijiste de la libertad y creo que todo es posible si tú quieres - después de ésto, dejó ver su agradable e increíble sonrisa, aquella que vi en ese momento por primera vez durante todo este tiempo -.
- ¿De verdad lo crees? Tú dijiste que...
- Olvida lo que dije, tan solo permanece conmigo y quizá ambos podamos verla algún día - dijo interrumpiendo mi anterior frase, intentando que volviera a florecer mi esperanza de ser libre, de conseguir aquello que deseaba y quizá, hacerlo junto a él -.
Los días que transcurrieron fueron una verdadera locura, escapando de los antiguos compañeros de James, acelerando para alejarnos totalmente de estas circunstancias e intentando llegar a lo que en un futuro ambos dijimos que era la libertad. Permanecimos juntos hasta que conseguimos llegar a Alemania, intentando buscar un lugar que pudiéramos llamar "hogar", donde se pudiera tener un mínimo de tranquilidad y poder respirar plácidamente. Quizá no tuve todas estas cosas, quizá siempre estaría huyendo y no podría salir de casa como cualquier otra persona, libre de que me vieran y con viveza en la mirada, debía permanecer escondida del resto del mundo en el pequeño lugar que nos habíamos formado ambos, en un lugar acogedor y en el que solo existíamos nosotros dos, juntos y compenetrados.
Quizá no todo era como creía, quizá tuve que abrir los ojos para darme cuenta de que la vida no son solo sonrisas y momentos perfectos con los que soñar y recordar, pero lo único con lo que me quedo es con el sentimiento de libertad de aquel puerto cerca del faro en el que me acosté en el suelo y sentí toda la tranquilidad y los intensos rayos del sol en mi cara, aspirando aquel aire fresco que me permitía respirar por fin y aquellos labios de James que me hacían trasladarme a otro lugar perfecto en el que me sentía libre y desconectada con el mundo. De cierta manera volví a sentir lo que era ser yo misma, vivir y dejar de huir, pensar que todo volvía a la normalidad y que la libertad era posible tenerla si te la ganabas y te oponías a que te la quitaran.
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